lunes, 1 de octubre de 2012

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS: Patrona de las Misiones

                                                                                        
Hoy celebramos en la Iglesia Católica la fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia. General y cariñosamente la conocemos por Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux, ya que con su "caminito" de sencillez y perfección en las cosas pequeñas y en los detalles de la vida diaria, se ha convertido en el ideal de innumerables cristianos.

Santa Teresita nació el 2 de enero de 1873, en medio de una familia buena y cristiana. Sus padres, Luis Martin y Celia María Guerin, han sido beatificados por Benedicto XVI. Desde muy pronto, sintió la llamada de Dios a servirle en el convento y cuando tenía solo 15 años, en una Audiencia papal, concedida a su familia por León XIII, con motivo del jubileo sacerdotal, se atrevió a pedir al Papa: "En honor de vuestro jubileo, permitidme entrar en el Carmelo a los quince años". Y, aunque al principio las autoridades eclesiásticas francesas se opusieron a tal deseo, sin embargo, a finales de ese año Teresita obtuvo la ansiada autorización e ingresó en el Carmelo de Lisieux el 9 de abril de 1888.
La vida de las carmelitas está entregada al Señor y, por medio de la oración, al servicio de todas las almas. Paradógicamente, Santa Teresita ha sido nombrada -año 1927- Patrona de las Misiones, junto con San Francisco Javier. Particularmente su oración se dirigía a pedir, fervorosamente,  por los sacerdotes. Y tal era la entrega y ejemplo de la joven -tenía entonces 20 años- carmelita, que, en 1893, fue nombrada asistente de la maestra de novicias.

Murió el 30 de septiembre de 1897, tras una enfermedad que se agravó en junio de ese año y que, a partir del 16 de agosto, le impediría recibir la comunión, dada la náusea casi permanente que sufría.
El culto de la joven carmelita creció con una rapidez inusitada por toda la Iglesia, empezándose a conocer por doquier los milagros que a su intercesión se atribuían. Un clamor unánime pedía su beatificación, por lo que  Pío XI, la beatificó en 1923 y la canonizó en 1925, extendiendo su fiesta a toda la Iglesia de occidente. El  Papa beato Juan Pablo II la proclamó Doctora de la iglesia, el año 1997.

"Después de mi muerte derramaré una lluvia de rosas", dijo Teresita de Lisieux. Confiando, pues, en su intercesión, pido a la insigne Carmelita por la Iglesia Católica, por los sacerdotes, por todo el Carmelo, de un modo particular por los Palomarcicos más queridos para mí (Duruelo, San José de Avila, la Encarnación, Montemar, La Aldehuela....) y porque todos los hombres tengan un trabajo digno, para poder mantener a sus familias honestamente, y se solucione cuanto antes esta penosa crisis económica -y moral- que sufrimos.

Texto, de la narración de la Vida, escrito por Santa Teresita:
"...Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.

Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: «Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado».


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