jueves, 20 de junio de 2013

DIEZ RASGOS CARACTERÍSTICOS DEL PAPA FRANCISCO

Con motivo de los 100 días de la elección del Papa Francisco, la edición digital de Alfa y Omega de hoy, 20 de junio de 2013, firmado por la misma Revista, hace un recordatorio elogioso de estos cien días. Como me parece un buen y acertado resumen, solamente quisiera  aquí -antes de transcribir el texto de A. y O.-, enumerar los 10 rasgos que Juan Vicente Boo destaca en ABC -y que yo suscribo aquí-, y cuya explicación va en el texto que a continuación de esta enumeración se transcribe. A saber:
  1. La sencillez.
  2. El afecto.
  3. La humildad.
  4. La fortaleza.
  5. La libertad.
  6. Colegialidad.
  7. Hombre de oración.
  8. Gran profundidad.
  9. Sentido de la misión.
  10. Coherencia.
Román Encabo.




Cumplidos 100 días de la elección del Papa Francisco,  "la prensa ha adelantado los balances. «Francisco huele a Cristo y a Evangelio, a autenticidad», escribía, el domingo, José Francisco Serrano en ABC. En La Razón, José María Gil Tamayo ahondaba, el mismo domingo, en una idea similar: «Hace accesible con el lenguaje directo de la gente de la calle la frescura y profundidad del mensaje evangélico, a la par que invita a un c compromiso mayor en la vida cristiana, a mostrar, en consecuencia, una Iglesia más abierta y acogedora, que sale de sí misma a la búsqueda de los alejados y necesitados en todas las periferias existenciales del mundo».

El lunes, La Croix dedicaba un número especial al Papa. Desde Roma, Fréderic Mounier habla de «la revolución dulce del Papa Francisco», que «ha impuesto un nuevo estilo al papado». Jorge Bergoglio «inició un cambio revolucionario y ya lo llaman el Che Bergoglio», titulaba el argentino Clarín. Le Figaro prefiere suavizar ese tipo de afirmaciones, dejándolas caer simplemente en forma de preguntas: «¿Va a reformar el papado? ¿Está en conflicto con la Curia? ¿Es un Papa de izquierdas? ¿Es una ruptura con Benedicto XVI

¿Hay en marcha una revolución, o sucede simplemente que el mundo está fascinado por un buen pastor, con dotes comunicativas excepcionales? John L. Allen concilia ambas tesis en su balance para el norteamericano National Catholic Reporter. «Para los estándares tradicionales», en estos 100 días apenas ha habido novedades en el Vaticano, salvo la creación de una Comisión de cardenales, cuyo primer encuentro no se celebrará hasta octubre. «Sin embargo, a ras de tierra, hay una sensación palpable de que hay en marcha un movimiento sísmico. Francisco ha atraído a masas enormes», como si cada vez que el Papa estuviera en la Plaza de San Pedro se celebrara «la canonización de la Madre Teresa, o del Padre Pío», y «alrededor del mundo», se han experimentado picos «de asistencia a Misa y demanda de confesiones, atribuibles a un efecto Francisco».
¿Pero qué ha sucedido para que se desencadene esa reacción? «Quizá la clave para resolver este conflicto», afirma Allen, es que «Francisco está determinado a ejercer su labor de pastor, al menos tanto como la de primado» o la de jefe de la Iglesia, «así que el modelo correcto [de juicio] no es el que suele aplicarse a los jefes ejecutivos». El Papa representa «lo que los católicos tienden a pensar sobre un párroco. La cuestión fundamental para ellos no es cuáles son sus posturas sobre diversos asuntos, sino qué inspiran».

Juan Vicente Boo destaca, en ABC, diez rasgos suyos. El primero es la sencillez, su capacidad de acercarse al otro «de igual a igual». El segundo rasgo es el afecto. Este Papa «es un vendaval de cariño», como muestra cada miércoles, al recorrer la Plaza de San Pedro repartiendo besos, sonrisas y bendiciones. Y es humilde (3), pero a la vez fuerte (4): «lo que tiene que hacer, lo hace», afirma un antiguo colaborador suyo.

El quinto rasgo es la libertad: «Francisco es un hombre libre. No aspira a nada. No le importa lo que digan de él… No necesita nada. Nunca tuvo coche oficial ni secretarios».

Su estilo de gobierno se destaca por la colegialidad (6); escucha muchas opiniones, aunque después decide solo, asumiendo toda la responsabilidad. Y es un hombre de oración (7), que cada día se levanta a las 5, reza durante una hora y prepara su homilía para la Misa de las siete. A lo largo del día «acude muchas veces al sagrario», y «a última hora de la tarde, reza otra hora delante del Señor, y a veces me adormilo un poco por el cansancio. Pero Él me comprende. Me consuela pensar que él me mira. A veces pensamos que debemos pedir, hablar, hablar, hablar… ¡No! Déjate guiar por el Señor».

Hay en él gran profundidad (8), y un acentuado sentido de la misión (9). Y, por último, coherencia. Siempre ha dedicado muchas horasa las visitas de sacerdotes enfermos, a las catequesis, a las confesiones… «No pide nada que no haya hecho personalmente antes. Por eso puede exigir. Y exigirá», concluye Boo".

Alfa y Omega


jueves, 13 de junio de 2013

3 MESES DEL PONTIFICADO DEL PAPA FRANCISCO: ESPERANZA Y EXPECTACIÓN

Hoy se cumplen 3 meses del pontificado, prometedor y radiante, del Papa Francisco. El nuevo Papa ha aportado un nuevo estilo, que ha ventilado no solamente las añejas estancias del palacio Vaticano, sino a toda la Iglesia, suponiendo, -para todos, creyentes y no creyentes- una brisa de aire fresco cargada de expectativas. Somos muchos los que estamos expectantes y deseosos de leer las homilías que diariamente pronuncia en sus Misas de la Casa de Santa Marta.

Hoy, en Periodistadigital.com  (sección Religión Digital) hay un artículo cuyo titular dice: "El Papa prepara una "reforma radical" del Banco Vaticano", con este subtítulo: "Tras el verano, el Papa afrontará los cambios en la estructura de la Curia".

Reformar la Curia y reformar el IOR son reformas necesarias, pero, meramente instrumentales o institucionales. Necesarias, reitero. Hecho eso, debe empezar la gran tarea que tiene pendiente la Iglesia y que abarca varias y diversas facetas, entre las cuales y sin ánimo de ser exhaustivos, podemos indicar las siguientes:

. relanzamiento de la figura conciliar de la Iglesia como Pueblo de Dios (con todo lo que eso comporta: horizontalización de la vida de la Iglesia y de las Comunidades locales, parroquiales y de grupos varios);
. definir clara y explícitamente el papel de la mujer en la Iglesia, tanto en el "servicio" ("gobierno") como en el área sacramental;
. plantear una Pastoral de la Familia, actualizada a las circunstancias actuales, teniendo en cuenta las situaciones de divorciados de cara a la comunión eclesial plena;
clarificar el carisma del celibato, distinguiendo entre los monjes, frailes o presbíteros seculares, y permitiendo la vuelta al ejercicio pastoral de los sacerdotes secularizados que voluntariamente lo deseen, así como potenciar el papel de los diáconos/isas permanentes y casados/as;
. revalorización del trabajo de los estudiosos y teólogos, dejándoles un amplio campo de investigación dentro de la Unidad, amplia y plural, en el amor;
que la pobreza –en las personas y en las instituciones-, el servicio, la mansedumbre y la misericordia sean el estilo de la Iglesia de este siglo XXI, lejos de apologéticas obsoletas y de luchas intestinas entre los diferentes grupos, movimientos u órdenes religiosas;




. estudio, profundización y replanteamiento del quehacer pastoral y parroquial en las catequesis propias de los sacramentos de la iniciación cristiana;
. replantearse el papel de la Iglesia en el campo de la educación, sirviendo prioritaria y primordialmente al hombre y a su formación integral más que al beneficio empresarial de sus colegios y universidades;
. desarrollar y profundizar en el espíritu de la Sacrosanctum Concilium para que nuestras celebraciones litúrgicas sean vivas y atractivas;
. continuar y acelerar el movimiento ecuménico, para que el escándolo de la separación de los cristianos se termine lo antes posible.
Resumiendo: desarrollar e implementar los textos conciliares, de tal forma que, de una vez por todas, pongamos en práctica el Concilio Vaticano II.

viernes, 7 de junio de 2013

NICOLÁS CASTELLANOS, EL CONCILIO Y LA IGLESIA DE HOY (III)

La entrevista que aquí cuelgo, que es la tercera (III y fin) de varias entregas, ha sido publicada íntegramente por LIBERTADDIGITAL. COM, en su edición del 30-05-2013.




¿Qué reformas debieran ahora impulsarse bajo la inspiración del Papa Francisco?


Repaso y sugiero algunas de mayor calado.

-Retomar y aplicar el Concilio Vaticano II: el retorno a las fuentes, la eclesiología de comunión, mayor énfasis en la protagonismos de los laicos, que la mujer pueda intervenir a la hora de tomar decisiones en la Iglesia.

-Recuperar la preocupación de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II de dialogar con el mundo, "coger al mundo en su carrera". Y en este diálogo con el mundo, hacer un discernimiento sobre los nuevos signos de los tiempos: la descentralización del poder, el ecumenismo, el diálogo interreligioso, la escasez de vocaciones sacerdotales, religiosas, de compromiso laical, servicio de la comunidad cristiana en el mundo moderno, ¿y de la parroquia, qué?

-Desde el Concilio Vaticano II tenemos pendiente responder a esta pregunta ¿Iglesia qué dices de Dios? La cuestión de Dios tiene que pasar a primer plano. Y la respuesta tiene que ser colegial desde toda la geografía eclesial.

- La Iglesia debe, en opinión de muchos, hacer una hermenéutica integral del kerigma cristiano, desde el logos de la modernidad.

- Desde el SUR estimo que un capítulo fundamental de la agenda pastoral y social del nuevo sucesor de Pedro tiene que ser la JUSTICIA EN EL MUNDO y el PROBLEMA PLANETARIO DE LA POBREZA, IGNOMINIA DE LA HUMANIDAD.

. Como Pastor, al obispo de Roma le puede la "Salus animarum", que empieza con la promoción integral, desde ahora y desde aquí, de TODO el hombre y de TODAS las mujeres y hombres y culmina en el cielo.

. Como pastor bueno y samaritano se pregunta todas las noches ¿Dónde van a dormir los pobres en esta excluyente civilización? Y no puede menos de reafirmar la opción preferencial por los pobres.

. Será crítico con la economía globalizada del mercado, con la violación de los derechos humanos y defensor del 75% de empobrecidos y excluidos. Todo esto exige ser audaz y valiente como María de Nazaret en el Magníficat.

. Debe pesar más su densidad de Pastor que la burocracia de la Curia imponiendo un poder centralizador. Se espera que sea el Obispo de Roma, en colegialidad con todos los Obispos del mundo, que también son sucesores de los apóstoles.

. Hoy, que se habla de la muerte de las utopías y el fin de la historia, es la gran oportunidad de presentar la oferta gratuita no impuesta de la utopía de Jesús, la mística del Evangelio, libro abierto a la vida, a la personalización y a la más exquisita humanización, alma de esta sociedad de tecnologías punta.

No puede faltar en su agenda promover un ecumenismo real desde las bases eclesiales y en la cúspide, en donde se dé un real diálogo de escucha, compartir y decidir juntos. El diálogo con las grandes religiones pueden servir de antídoto a algunos fundamentalismos reinantes.

Un papa libre, en fidelidad al Evangelio, en esta sociedad cambiante no puede acosar a los teólogos sino instaurar un diálogo y comunión dialéctica, entrañable, crítica y profética. Los jóvenes de hoy le piden que preste atención a los cambios radicales y permanentes de la sociedad para que no se desenganchen de la Iglesia.

En el inicio de de su itinerario apostólico tras las huellas de Pedro sería bueno recordar aquel axioma del gran teólogo y Cardenal, Y Congar: "La labor reformadora nace del amor a la Iglesia".

¿Para cuándo la investigación interdisciplinar en el campo de la bioética, de la familia, de la moral sexual? ¿Por qué sobre estos temas (igualdad de la mujer, lo masculino y lo femenino, homosexualidad, aborto, divorciados dentro de la Iglesia) la jerarquía impone un pensamiento uniforme al margen de la cultura y paradigmas actuales y se aleja de la ciencia?

El cambio cultural, introducido por la modernidad está reclamando una actualización, iniciada en el Concilio Vaticano II, tanto en la antropología, como en la teología, pastoral y praxis pastoral. Las referencias tanto a la Sagrada Escritura, como a las ciencias antropológicas son el gran motor de la renovación de la moral sexual.

En los temas de la sexualidad, de género, no podemos seguir anclados en el discurso medieval. Hoy existe una fuerte crisis de la moral sexual cristiana, que está pidiendo un replanteamiento serio y profundo del sentido de la sexualidad y de las normas sexuales. Se espera haya un momento de renovación. Sorprende que la voz oficial de la Iglesia se muestre "progresista" en moral social y en cambio, "conservadora" en cuestiones de bioética y moral sexual.

Se espera que el aire renovador del sucesor de Pedro, Francisco aborde estos temas relacionados con la sexualidad, el tema de los divorciados, presbíteros casados, que lo podían ser aquellos "viri probati", que durante años han acompañado a la comunidad en la fe, todo menos en celebrar la eucaristía y el sacramento de la reconciliación.

Creo, con Marciano Vidal, que "se puede explicitar en una apretada síntesis, ahora teológicamente, la cosmovisión cristiana de la sexualidad humana, con un conjunto de orientaciones, que constituirían los "puntos firmes" de la visión cristiana sobre la sexualidad".

Los responsables de la Iglesia no deben estar encerrados sobre si mismos, sino como los profetas pensar más allá de su propia institución; tienen que "atreverse a pensar", hablar con libertad, ser voz crítica en la Iglesia. Su fidelidad creativa no les impida hacer preguntas.

¿Cómo ves el resurgir emancipatorio de muchos países latinoamericanos?

Existen muchos signos de esperanzas y de preocupación. Resulta altamente significativo que los indígenas, las culturas originarias, se levanten y adquieran protagonismo esos pueblos y los movimientos sociales recuperen su lugar en la historia.

El objetivo hoy apunta hacia una América Latina y Caribeña unida, reconciliada e integrada; la casa común habitada por un complejo mestizaje y una pluralidad étnica y cultural. Se trata de un proceso lento, que exige mucho discernimiento entre todos, diálogo, escucha, sentarse juntos en la mesa, sin querer imponer tu visión política.Tienen que prevalecer lo que decía Aparecida: "Una y plural, América Latina es la casa común, la gran patria de hermanos". Somos la patria grande, pero no llegamos a serlo del todo hasta que la justicia social llegue a todos los pueblos.

La Iglesia goza de credibilidad en América Latina y el Caribe por tradición y, sobre todo, desde Medellín, ha sido morada de todos los pueblos, la casa de los pobres, sin discriminaciones ni exclusiones por motivos de sexo, raza, condición social o pertenencia nacional.

La Iglesia está presente en ese proceso de integración.Pese a muchas ambigüedades políticas, sociales, económicas, la iglesia sigue al pie del pueblo, de los excluidos y empobrecidos, proclamando la justicia social, las libertades, el estado de derecho y la opción por los pobres, hasta derramar su sangre por ellos.

En Bolivia la Iglesia es la institución junto con los Medios de Comunicación que goza de mayor credibilidad.





lunes, 3 de junio de 2013

NICOLÁS CASTELLANOS, EL CONCILIO VATICANO II Y LA IGLESIA HOY (II)


La entrevista que aquí cuelgo, que es la segunda (II) de varias entregas, ha sido publicada íntegramente por LIBERTADDIGITAL. COM, en su edición del 30-05-2013.


Continuación....:

Tú eres hijo del Concilio Vaticano II. ¿Cómo has vivido el inicio primaveral, que él supuso, y la posterior involución programada por el pontificado de Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger?

Los que vivimos ese kairós, el Concilio Vaticano II, quedamos marcados y señalados en actitudes y comportamientos. Recuerdo que, cuando me llamó el nuncio Luigi Dadaglio para comunicarme mi nombramiento de Pablo VI como obispo de Palencia, ante mi resistencia habitual, me dijo: "Pablo VI nombra obispos a presbíteros que hayan asimilado las coordenadas del Concilio Vaticano II".

Lamentablemente en los últimos 35 años: "Se ha difundido la impresión de que el impulso conciliar se ha diluido y frenado en todas direcciones, la reforma litúrgica es mutilada en su horizonte de participación. La elección de los pastores es sustraída a cualquier tipo de implicación de los fieles. La responsabilidad de los obispos reunidos en las Conferencias Episcopales está circunscrita por todas partes, humillando tradiciones venerables y carismas que podían verificar las comunidades". Así se expresa Giuseppe Alberigo, el mejor conocedor del Concilio Vaticano II.

¿La restauración paralizó e hizo retroceder en América Latina las propuestas y avances del Concilio Vaticano II, de Medellín...?

La gran intuición de la Iglesia en América Latina y el Caribe fue la gran Asamblea de la Conferencia del Episcopado l atinoamericano,reunido en Medellín, en 1968, tres años después del Concilio Vaticano II; seguidas luego de Puebla, Santo Domingo, Aparecida. Allí asumen, disciernen e impulsan el camino pastoral y eclesiológico de Vaticano II, fieles al Espíritu Santo y fruto de su creatividad.

No se puede negar que ha habido muchas persecuciones, presiones, reprimendas, caminos cortados, documentos, como el de "Aparecida" aprobados por la colegialidad de los obispos de Latino América, y sin embargo fueron corregidos y suprimidos algunas afirmaciones por parte de la Curia vaticana. No han faltado acosos a muchos teólogos latinoamericanos. Todo eso es cierto. Pero no hay camino teológico o teologal, sin las huellas martiriales de la Cruz, como aconteció con Jesús de Nazaret.

"Medellín, es el Pentecostés del Vaticano II en América". Y Gustavo Gutiérrez señala: "Medellín fue una pronta y creativa recepción de la Asamblea conciliar". Últimamente, Aparecida, sigue la tradición profética de Medellín y nos deja oir la voz de nuestros obispos que nos invitan a ser cristianos y apóstoles con libertad, humildad, valentía y audacia en actitudes de hijos, samaritanos, y nunca esclavos.

¿A qué se debe la frecuente alianza de la jerarquía con el poder y la derecha?
¿Se da una política, que se pueda definir químicamente pura y sobre todo en una política liberadora?

Hoy tenemos tres propuestas:

Primera, la Iglesia tiene que aceptar la autonomía de los poderes temporales y someterse a ellos (Conclio Vaticano II);en consecuencia, hay que ir construyendo una nueva convivencia ciudadana teniendo bien claros los conceptos de laicidad, laicismo, estado laico y también el modo de estar y de actuar de la Iglesia en una sociedad democrática, laica, pluralista.

Segunda, la Iglesia , aunque ya no ejerza roles en la política, puede jugar un gran papel en la democracia. Tiene tarea en los mismos límites de la democracia, toca temas de valores, de sentido, al tomar decisiones en políticas sociales.

No basta la ingeniería social para resolver los casos de soledad de los ancianos, enfermos de sida. Las tradiciones religiosas son las que aportan esa sensibilidad y motivación para la solidaridad, honestidad, generosidad, desprendimiento, gratuidad. Deben saber los políticos y los laicismos excluyentes que la sola política no produce los valores que sostienen la misma democracia: responsabilidad, solidaridad, ética, participación... El estado neutral no ofrece visiones últimas, deja un vacío, y ahí la religión puede aportar algo con su sentido último y totalizante.

Nuestros responsables eclesiales deberían ser los que mejor cuiden de este potencial político ciudadano y los políticos no ignorarlo. Una laicidad ilustrada y responsable, sabe que tiene en la Iglesia una aliada para forjar una democracia adulta y madura. Es falso que el estado laico sea ateo o esté en contra de la religión. Eso sería una perversión de la laicidad. Otra cosa es el laicismo, que llamamos excluyente, porque es beligerante, marginador y agresivo.

Por otra parte, la Iglesia tiene que respetar el estado, sin pedir privilegios, ni mantener controles morales en una sociedad laica y democrática. Siempre existen cuestiones fronterizas, que pueden crear conflictos. No queda más remedio que llegar a un entendimiento sabio entre la Iglesia y el Estado.

Tercera, la Iglesia debe saber estar en la sociedad civil. Ya no tiene poder para intervenir en una sociedad democrática y pluralista, pero sí tiene muchas posibilidades en capacidad educativa en valores, en cuestiones de sentido, de derechos humanos, del cuidado de la naturaleza, de las causas de las justicias y atención a las personas más vulnerables.

Pero es muy importante y decisivo el modo como lo haga: de forma democrática, de igual a igual, ofreciendo y no imponiendo, desde la racionalidad, tolerancia y bondad del corazón.

La sociedad civil tiene un papel emergente. Yen ese terreno debe "jugar" el cristianismo. Si quiere mantenerse lúcido tiene que desembarazarse del mercado y del Estado y "jugar" en la sociedad civil emergente, con libertad y para la justicia; solo así es posible la fraternidad cristiana y solo así es "significativo" lo "diferencial cristiano".

¿Estarías de acuerdo con Casaldáliga en transferir del centro eclesial a la periferia el 70% de las cuestiones?

Por supuesto. Se trata de un imperativo teológico, pastoral y sociológico, que nace de la eclesiología de comunión y del principio inspirador de la colegialidad. Además del Concilio, deberíamos recuperar el gesto asambleario en la Iglesia, que fue normal en los primeros siglos de la comunidad cristiana. "Lo que es de todos, tiene que ser resuelto por todos", del Derecho Romano que pusieron en práctica hasta los papas medievales más autoritarios, Inocencio III, Gregorio VIII.

Llevado a la práctica este principio deberíamos llegar en la Iglesia a constituir LA ASAMBLEA DE TODO EL PUEBLO DE DIOS, con participación de todos. No hablo de memoria. Así lo practiqué en mis años de Obispo de Palencia, con reconocimiento de todos. En "Hombres Nuevos" defendemos que hay que establecer puentes no del centro a la periferia, sino de la periferia al centro.

Hoy la Iglesia no tiene que aparecer excesivamente jerarquizada, clericalizada y centralizadora. Resulta más pedagógico no imponer, sino más bien proponer cambios de estructuras, como pide reiteradamente el documento de "Aparecida", desarrollar otras formas para devolver el protagonismo a los laicos, a la mujer, a los jóvenes, a los movimientos sociales. Sigue vigente el símbolo Juan XXIII de abrir ventanas, porque la Iglesia huele a viejo.