lunes, 15 de octubre de 2012

EL BIEN COMÚN, LOS OBISPOS CATALANES Y MONS. CAÑIZARES


El bien común. Este añejo concepto, que parece englobar todo y que no dice nada específico, es el argumento intelectual que ahora toman los obispos catalanes para expresar su pensamiento acerca de la situación en Cataluña.

El Príncipe de España acaba de decir que “Cataluña no es el problema”. Los obispos catalanes han manifestado que cualquier opción política es aceptable si plantea como objetivo el bien común. Monseñor Cañizares aplaude esta postura de los ordinarios de la provincia eclesiástica tarraconense (y la quiere hacer coincidir –forzando la argumentación- con la opinión vertida al efecto por la Conferencia Episcopal Española). Pues, de ambas posturas –la del Príncipe y la de los obispos mencionados (no, por supuesto la de la CEE)- yo diría que sus palabras son una tautología, empleado este término en la segunda acepción en que lo hace –despectivamente- la RAE: “Repetición inútil y viciosa”.

Cataluña, como territorio, no es obviamente ningún problema. Que yo sepa ni Cataluña ni ningún territorio tienen entidad para expresar ningún pensamiento o acto volitivo. Los habitantes o ciudadanos de Cataluña o de cualquier otro territorio sí tienen entidad subjetiva suficiente para expresar ambas actitudes. Decir, pues, “Cataluña no es problema”, es una “repetición inútil”. El problema –deben entender el Príncipe de España y los obispos tarraconenses, incluido Mons. Cañizares- es cuando un grupo de ciudadanos no mayoritario –sería lo mismo si lo fuere- de Cataluña se arrogan el derecho de personificar su opinión y engrandecerla poniéndola como proferida por Cataluña. Es algo inútil, pues, los territorios no piensan, ni expresan con palabras sus pensamientos. Los ciudadanos de esos territorios, reitero, sí lo hacen. Y aquí -no en Cataluña- sí hay, aquí sí tenemos un problema. Real.

Es, también, una “repetición …viciosa”. Pues, no solamente no hablado Cataluña, como tal, sino que tampoco lo han hecho ni lo hacen todos los que conforman la ciudadanía catalana. El antecedente es muy cercano. La petición secesionista de Mas & cía se basa en el Estatuto promulgado. No fue votado favorablemente por la mayoría de los ciudadanos catalanes. Ha sido rechazado, en puntos esenciales y repetidamente, por el Tribunal Supremo y, sin embargo, es el punto de apoyo para la erección de una nueva “Nación”.

El punto de partida de la petición de independentismo es, pues, jurídicamente insuficiente, pues, a mayor abundamiento, hay que decir que todos los españoles nos hemos dotado –aquí sí, con un voto mayoritario de catalanes- de una Norma Suprema que es la vigente Constitución Española de 1978. En esta norma fundamental se proclaman dos pilares esenciales, en los que se asienta el mismo texto jurídico, que son la Unidad de España y la Soberanía Nacional, que reside en el pueblo español. En todo el pueblo español. El “bien común” –que dicen los obispos catalanes- será, en nuestro caso, el que defienda estos dos pilares básicos, fundantes y fundamentales de la convivencia nacional.


Cierto que hay y puede haber ciudadanos españoles de Cataluña que no estén de acuerdo con esto y luchen por cambiar los pilares constitucionales. Pero, ello sólo es factible reformando la propia Constitución, para lo cual hay que someterse a los cauces y mecanismos que ella misma ofrece. Y eso sólo puede hacerlo el pueblo todo español, sujeto de la soberanía nacional. Hacerlo de otro modo es una ilegalidad, es una insumisión, es un secesionismo partidario, que convierte a sus seguidores no en ciudadanos libres que expresan su voluntad, sino en sectarios que quieren imponer a la generalidad, a la mayoría, su propia y particular opinión.

Como corolario, afirmar que los obispos catalanes deben ponerse al habla con muchos grandes empresarios de Cataluña que han sufrido en sus propias carnes –en los propios bolsillos del beneficio (guerra del Cava y demás productos catalanes, del reciente pasado)- el boicot del resto de los españoles ante sus bravatas separatistas. Sería una pena que la Iglesia de España, que tan generosamente se está portando –a través de Cáritas, de sus parroquias y del resto de centros sociales- en esta crisis, viera descender el número de contribuyentes que en la próxima declaración de la renta ponen la crucecita, la “X”, en la casilla destinada a ella. ¡Por favor, Mons. Cañizares: Deje de hurgar en los hilos de la política española, sobre todo ahora, que ya empezábamos a olvidarnos de lo que pasó con la COPE no hace tanto tiempo y en la que tan nefasta intervención tuvo Monseñor!. Sobre el tema de la Unidad de España y las relaciones entre las diferentes comunidades que configuran España, la Iglesia española habló en 2006, lo ha hecho ahora y cuando tenga que volver a hacerlo lo hará por medio de sus documentos y a través de su portavoz, no necesita que hermeneutas ni exégetas del Transtevere vengan a interpretarles.

Enrique López escribe en La Razón digital de hoy, en relación a "los ensoñadores nacionalistas", que "Con sus egoísmos políticos están arrastrando a una sociedad a algo que si realmente pudieran analizar lo rechazarían. El populismo es fácil y ramplón, pero la frivolidad más. Los cambios de fronteras en Europa siempre han costado muchas vidas; qué mal se concilia el localismo con la universalidad". Pues, bien, añado yo: La Iglesia es católica, es decir, universal. ¡Cuidado con los provincialismos y nacionalismos separatistas! Pueden incurrir en lo que el antiguo Código Canónico denominaba "estrechez de lugar" y aquí podríamos traducir como "estrechez de parietales".



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