miércoles, 14 de noviembre de 2012

15 NOVIEMBRE: SAN ALBERTO MAGNO


Las palabras sobre San Alberto -cuya fiesta hoy celebramos- están entresacadas de la catequesis que Benedicto XVI dedicó el 24 de marzo de 2010,  presentando la figura del santo doctor. Están tomadas de VIS -Vatican Information Service-. San Alberto, nacido a comienzos del siglo XIII, es uno de los pocos personajes capaz de asimilar, prácticamente, todo el saber que en aquellos momentos englobaba la filosofía y las llamadas "artes liberales": gramática, retórica, dialéctica, aritmética, geometría, astronomía y música, es decir, lo que hoy podríamos denominar la cultura general. Entre todas las disciplinas San Alberto demostró un interés más específico por las ciencias naturales, que serían el punto focal de su especialización.
Profesó en la Orden de Predicadores, los dominicos, y fue el tutor y profesor del gran Santo Tomás de Aquino. San Alberto inició la aplicación del método escolástico (principios aristotélicos a la teología) que, posteriormente, llevaría a su culmen Santo Tomás.
Román Encabo

"Sigue teniendo -decía Benedicto XVI- mucho que enseñarnos. San Alberto muestra sobre todo que entre fe y ciencia no existe oposición, pese a algunos episodios de incomprensión que han tenido lugar en la historia. Un hombre de fe y de oración, como era san Alberto Magno, puede cultivar serenamente el estudio de las ciencias naturales y avanzar en el conocimiento del micro y del macrocosmos, descubriendo las leyes propias de la materia, porque todo esto concurre a alimentar la sed de Dios y el amor a él. La Biblia nos habla de la creación como del primer lenguaje a través del cual Dios —que es suma inteligencia, que es Logos— nos revela algo de sí mismo. El libro de la Sabiduría, por ejemplo, afirma que los fenómenos de la naturaleza, dotados de grandeza y belleza, son como las obras de un artista, a través de las cuales, por analogía, podemos conocer al Autor de la creación (cf. Sb 13, 5). Con una similitud clásica en la Edad Media y en el Renacimiento, el mundo natural puede compararse con un libro escrito por Dios, que nosotros leemos según los distintos enfoques de las ciencias (cf. Discurso a los participantes en la asamblea plenaria de la Academia pontificia de las ciencias, 31 de octubre de 2008). ¡Cuántos científicos, siguiendo los pasos de san Alberto Magno, han llevado adelante sus investigaciones movidos por asombro y gratitud frente al mundo que, a sus ojos de estudiosos y creyentes, se presentaba y se presenta como la obra buena de un Creador sabio y amoroso! El estudio científico se transforma en un himno de alabanza. Lo había comprendido muy bien un gran astrofísico de nuestros tiempos, cuya causa de beatificación se ha incoado, Enrico Medi, el cual escribió: "Oh, vosotras, misteriosas galaxias..., yo os veo, os calculo, os entiendo, os estudio y os descubro, penetro en vosotras y os recojo. Tomo vuestra luz y con ella hago ciencia; tomo el movimiento y hago de él sabiduría; tomo el destello de los colores y hago de él poesía; os tomo a vosotras, estrellas, en mis manos, y temblando en la unidad de mi ser os elevo por encima de vosotras mismas, y en oración os presento al Creador, que vosotras sólo podéis adorar a través de mí" (Le opere. Inno alla creazione).

San Alberto Magno nos recuerda que entre ciencia y fe existe amistad, y que los hombres de ciencia pueden recorrer, mediante su vocación al estudio de la naturaleza, un auténtico y fascinante camino de santidad".



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