miércoles, 28 de octubre de 2009

DÍA DE LOS SANTOS Y DÍA DE LOS DIFUNTOS





















Los próximos días, el domingo y el lunes, celebraremos el día de todos los Santos y el día de los Difuntos, respectivamente.

A pesar de la secularización progresiva de nuestra sociedad, aún se mantiene entre nosotros la bella tradición de visitar, en los cementerios, a los seres queridos que un día el Señor llamó: nuestros difuntos.

Bella tradición ésta y cristiana por antonomasia. Su fundamento no es otro que la fe del cristiano en la Resurrección de Jesucristo. Jesucristo sufrió pasión y muerte, pero, el Padre Dios le resucitó de entre los muertos al tercer día y está glorioso en el Cielo. Con su resurrección ha vencido a la muerte, último enemigo en aniquilar. Su resurrección es para nosotros prenda de gloria, de futura resurrección, también.

¿Condición para nuestra futura resurrección?: Vivir en Cristo y morir con Cristo. Si vivimos con Él y morimos con Él, resucitaremos, también, con Él, nos dice, acertadamente, el apóstol Pablo.

Este misterio pascual, muerte y resurrección de Cristo, es el meollo esencial de nuestra fe. Jesús, el hijo del carpintero de Nazareth, es el Hijo del Dios vivo. Muerto por nosotros, propició nuestra redención -el perdón de nuestros pecados; resucitado, ya no muere más y su cuerpo glorioso en el Cielo, sentado a la diestra del Dios Padre, es la garantía, total y absolutamente cierta, de que un día viviremos eternamente con Él, en la casa del Padre. Y al igual que su cuerpo, su carne, ha resucitado y está gloriosa en el Cielo, así este cuerpo nuestro, que, con la muerte enterramos o incineramos en toda su radical debilidad, resucitará glorioso, también, al final de los tiempos.

Rezar por los muertos, pedir a los parientes difuntos por nuestras necesidades -y todo ello hacerlo desde la fe en el misterio Pascual- no es sino vivir plenamente el misterio de la comunión de todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Con Él, como cabeza, estamos unidos todos sus miembros: los que aún peregrinamos por este mundo y los que ya, muertos en Cristo, disfrutan de su presencia gloriosa junto al Padre.

Es importante que los cristianos reflexionemos siempre, pero, particularmente, en estos días del puente de los Santos, sobre esta misteriosa pero cierta realidad. Con razón a los camposantos se los llama cementerio. No otra cosa significa la palabra sino "dormitorio". Y esa es la realidad: En el cementerio, nuestros difuntos "duermen" en Paz -en Cristo-, hasta que el Señor vuelva glorioso al final de los tiempos y resucite nuestra carne mortal, de tal forma que nosotros, reencontrando en Cristo nuestra propia identidad, podamos gozar completamente, en cuerpo y alma, de la bienaventuranza eterna. Sí, en cuerpo y alma. Pues, la fe en la resurrección es que esa carne destruida por la muerte, resucitará, en virtud de la resurrección de Cristo, y unida al alma, ambas, es decir, la persona como tal, gozarán de la Vida que no termina; gozarán de la vida eterna.
Bendito seas Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque en tu gran misericordia nos has hecho nacer, de nuevo, para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Pidamos, pues, por nuestros difuntos -por la purificación de su alma- y pidámosles, a ellos, que intercedan por nosotros. Vivamos el Misterio de la Pascua: De la muerte y la resurrección de Cristo y en Cristo. Vivamos el misterio de la Vida.

domingo, 25 de octubre de 2009

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO: Lecturas




PRIMERA LECTURA




Congregaré a ciegos y cojos
Lectura del profeta Jeremías. 31, 7-9.



Pues así dice Yahveh: Dad hurras por Jacob con alegría, y gritos por la capital de las naciones; hacedlo oír, alabad y decid: <>
Mirad que yo los traigo del país del norte, y los recojo de los confines de la tierra. Entre ellos, el ciego y el cojo, la preñada y la parida a una. Gran asamblea vuelve acá.
Con lloro vienen y con súplicas los devuelvo, los llevo a arroyos de agua por camino llano, en que no tropiecen. Porque yo soy para Israel un padre, y Efraín es mi primogénito.



Salmo responsorial: Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6




R/ El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar; La boca se nos llena de risa, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: <> El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes de Negueb. Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.




SEGUNDA LECTURA




Tú eres Sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
Lectura de la carta a los Hebreos. 5, 1-6.



Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por os pecados propios igual que por los del pueblo. Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón.
De igual modo, tampoco Cristo se apropio la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melqisedec.


EVANGELIO


Maestro que pueda ver
Lectura del santo Evangelio según San Marcos. 10, 46-52.



Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: <> Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: <> Jesús se detuvo y dijo: <> Llaman al ciego, diciéndole: <> Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús dirigiéndose a él, le dijo: <> El ciego le dijo: <> Jesús le dijo: <> Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.




COMENTARIO:




La urdimbre teológica que recorre las tres lecturas es la Soberanía omnipotente de Dios y la pequeñez e indigencia humana.

Cierto que estos tiempos actuales, el hombre, gracias a sus descubrimientos técnicos y científicos se siente contento de sí mismo y cree encontrar -o llegar a encontrar con el tiempo- las claves para la felicidad. Pero no es así. La cruda vida diaria nos vuelve, a unos antes que a otros y cada uno en su momento, a la realidad: Somos criaturas de Dios y sólo en Él podemos encontrar nuestra plenitud.

Por eso, aquellos que son más conscientes de su pequeñez, de su desgracia, de su necesidad, son los que tienen el arrojo y la valentía de salir a sentarse al camino, para pedir la curación cuando llegue el Salvador.
La lección es simple: Dios nos quiere salvar, pero nunca lo hará contra nuestra libertad. ¿Por qué le pregunta Jesús a Bartimeo "qué quieres que te haga"? No por otra razón, sino porque era Bartimeo quien tenía, voluntariamente, que sentirse necesitado y pedir su ayuda. Tenemos que reconocer, en primer lugar, nuestra necesidad, nuestro pecado, nuestra insatisfacción; hemos, acto seguido, que dirigir nuestros pasos al encuentro del que nos puede aliviar en esa situación, sentarnos en el Camino por donde camina la Vida -"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida"-; suplicar humildemente su ayuda -sin Él nada podemos; todo es don de dios- y, así, con fe profunda en Jesús, éste nos concede la vista, el oido, la fe, la gracia.

Ahora bien: Dios no es un "tapa-agujeros". Es decir, tenemos una necesidad, acudimos a El y nos la soluciona. Los caminos de Dios no son, a veces, nuestros caminos. El camino de Dios es Jesús y éste tuvo un camino crucificado. La cruz es consustancial a nuestra fe: Creemos en el triunfo final, en la Resurrección, pero, previamente, se nos exige que nos unamos a Jesús en su cruz, bebiendo su propio cáliz. Que sigamos su camino, como el ciego recién curado.

Pido a Jesús, como el ciego Bartimeo, por todos nosotros y de un modo particular por nuestros jóvenes: ¡Señor, hazles comprender que la luz y la verdadera alegría están junto a tí; que nos sentemos, todos, con humildad, en la senda de tu camino y que sepamos pedirte, fervorosamente, que cures nuestro mal, que no es otro sino la lejanía que, ciegamente, hemos interpuesto entre tu presencia salvadora y nuestra ciega soberbia.


martes, 20 de octubre de 2009

V CENTENARIO NACIMIENTO STA. TERESA: Invitación al Papa para que venga a Avila





El Obispo invitará al Santo Padre para que esté presente en Ávila en el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa



Ávila, 15 de octubre de 2009: A continuación, reproducimos las palabras realizadas esta mañana por el Obispo de Avila, Mons. Jesús García Burillo, en el transcuso de la Eucaristía con motivo de la fiesta de Santa Teresa:




En esta fiesta de Santa Teresa, quiero invitar a todas las instituciones, administraciones públicas, empresas, y en general a todo el pueblo de Ávila, a participar activamente en la preparación de los actos conmemorativos del V Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús, que tendrán lugar entre 2014 y 2015.




El Obispado trabaja desde hace más de un año en la tarea de disponer todo lo necesario para la celebración de tan importante acontecimiento.A este fin está previsto solicitar de la Santa Sede la declaración de Año Jubilar para dichas fechas. Se trata de un tiempo en que la Iglesia Católica concedería singulares gracias espirituales a los fieles con motivo del aniversario del nacimiento de la Doctora de la Iglesia.




Ante tales circunstancias me atrevo a expresar mi más hondo deseo de que Su Santidad el Papa Benedicto XVI pudiera visitar Ávila en dicho Centenario, como ya lo hiciera su predecesor Juan Pablo II en 1982 con motivo de la clausura del IV centenario de la muerte de la Santa.




Aún a sabiendas de la dificultad que entraña la realización de este deseo, será cursada una invitación formal solicitando la gracia inestimable de su presencia entre nosotros.




Os invito a todos a sumaros a este tiempo de preparación, del que se os informará ampliamente, y en el que ya están comprometidos el Obispado de Ávila y la Orden del Carmelo Descalzo.




Jesús, Obispo de Ávila.

LA VOZ DEL MAGISTERIO: Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Missio



La Iglesia siempre ha sabido suscitar, en las poblaciones que ha evangelizado, un impulso hacia el progreso; Gobiernos y expertos internacionales se maravillan de que se consigan notables resultados con escasos medios. «La Iglesia –he afirmado en la encíclica Sollicitudo rei socialis– no tiene soluciones técnicas al problema del subdesarrollo en cuanto tal», sino que «da su primera contribución a la solución del problema urgente del desarrollo cuando proclama la verdad sobre Cristo, sobre sí misma y sobre el hombre, aplicándola a una situación concreta».


La Conferencia de Puebla afirmó que «el mejor servicio al hermano es la evangelización».

La misión de la Iglesia no es actuar directamente en el plano económico, técnico, político o contribuir materialmente al desarrollo, sino que consiste esencialmente en ofrecer a los pueblos no un tener más, sino un ser más, despertando las conciencias con el Evangelio.


El desarrollo humano auténtico debe echar sus raíces en una evangelización cada vez más profunda», no deriva primariamente ni del dinero, ni de las ayudas materiales, ni de las estructuras técnicas, sino más bien de la formación de las conciencias, de la madurez
de la mentalidad y de las costumbres. Es el hombre el protagonista del desarrollo, no el dinero ni la técnica. La Iglesia educa las conciencias revelando a los pueblos al Dios que buscan, pero que no conocen; la grandeza del hombre creado a imagen de Dios y amado por Él; la igualdad de todos los hombres como hijos de Dios; el dominio sobre la naturaleza creada y puesta al servicio del hombre; el deber de trabajar para el desarrollo del hombre entero y de todos los hombres.
Juan Pablo II, encíclica Redemptoris missio, 58 (1990)

viernes, 16 de octubre de 2009

VÉANTE MIS OJOS...DULCE JESÚS BUENO


VÉANTE MIS OJOS

Véante mis ojos,
Dulce Jesús bueno,
Véante mis ojos,
Muérame yo luego.

Vea quien quisiere
Rosas y jazmines
Que, si yo te viere,
Veré mil jardines.
Flor de serafines,
Jesús Nazareno,
Véante mis ojos,
Muérame yo luego.

No quiero contentos,
Mi Jesús ausente
Que todo es tormento
A quien esto siente.
Sólo me sustente
Tu amor y deseo.
Véante mis ojos,
Muérame yo luego.

Ven dueño querido,
Rey de mis amores,
Que ya han florecido
Del huerto las flores.

Ya de mil colores
Guirnaldas has hecho
Véante mis ojos
Muérame yo luego

jueves, 15 de octubre de 2009

Vuestra soy, para Vos nací: Poema de Santa Teresa de Jesús




Vuestra soy, para Vos nací,
¿qué mandáis hacer de mi?

Soberana Majestad,
eterna sabiduría,
bondad buena al alma mía;
Dios alteza, un ser, bondad,
la gran vileza mirad
que hoy os canta amor así:
¿qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criastes,
vuestra, pues me redimistes,
vuestra, pues que me sufristes,
vuestra pues que me llamastes,
vuestra porque me esperastes,
vuestra, pues no me perdí:
¿qué mandáis hacer de mi?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
a este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
amor dulce, veisme aquí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma,
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas y afición;
dulce Esposo y redención,
pues por vuestra me ofrecí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida:
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo diga que sí:
¿qué mandáus hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo,
pues del todo me rendí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis dadme oración,
si no, dadme sequedad,
si abundancia y devoción,
y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
sólo hallo paz aquí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme, pues, sabiduría,
o por amor, ignorancia;
dadme años de abundancia,
o de hambre y carestería;
dad tiniebla o claro día,
revolvedme aquí o allí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme, pues, sabiduría,
o por amor, ignorancia;
dadme años de abundancia,
o de hambre y carestía;
dad tiniebla o claro día,
revolvedme aquí o allí:
¿qué mandáis hacer de mi?

Si queréis que esté holgando,
quiero por amor holgar.
Si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando.
Decid, ¿dónde, cómo y cuando?
Decid, dulce Amor, decid:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierraundosa;
sea Job en el dolor,
o Juan que al pecho reposa;
sea viña fructuosa
o estéril, si cumple así:
¿qué mandáis hacer de mí?

Esté callando o hablando,
haga fruto o no le haga,
muéstreme la ley mi llaga,
goce de Evangelio blando;
esté penando o gozando,
sólo vos en mí vivid:
¿qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para vos nací,
¿qué mandáis hacer de mí?

SANTA TERESA DE JESÚS: 15 de octubre


Hoy celebramos la fiesta de Santa Teresa. La Santa.

Para un abulense hoy es un día grande, donde celebramos la memoria de nuestra paisana más grande: Teresa de Ahumada, hija de Alonso Sánchez de Cepeda (Toledo) y de Beatriz de Ahumada (natural de Olmedo -Valladolid-).


Teresa de Ahumada nace en Avila, un 28 de marzo de 1515. Será más tarde, el 2 de noviembre de 1535, cuando Teresa entra en el Monasterio de la Encarnación, a pesar de la oposición -inicialmente- de su padre, recibiendo, posteriormente, el habito de carmelita y profesando el 3 de noviembre de 1537: Teresa de Jesús, será su nombre de religiosa.


Cuando la carmelita Teresa de Jesús llega a su plenitud humana y espiritual, y dándose cuenta que la vida religiosa carmelitana necesitaba meter una velocidad más a su entrega a Dios y renuncia al mundo, decide dedicar los últimos veinte años de su vida a fundar el Carmelo reformado: las carmelitas descalzas.


La Santa andariega recorrerá los caminos de Castilla y de Andalucía fundando sus carmelos. Con la inestimable ayuda de San Juan de la Cruz, a quien logra asociar a su obra fundadora, empieza su obra fundadora levantando su primer palomarcico reformado: El convento de San José en Avila. El 24 de agosto de 1562 es la inauguración de San José , que comienza su andadura con la oposición del Consejo de la ciudad, oposición que tuvo su explosión dos días después, el 6 de agosto.


Junto a su labor fundadora (San José -Avila-, Medina del Campo, Malagón, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada, Burgos) la Santa empieza, a la vez, su labor de escritora. Cuando muere el 4 de octubre, hacia las 9 de la noche, en el Carmelo de Alba de Tormes, ha dejado tras de sí una amplia obra escrita, que años más tarde será la base para que la sea nombrada Doctora de la Iglesia.


Sus conventos, con sus hijas carmelitas ofreciéndose absolutamente por la gloria de Dios y el bien de las almas de todos los hombres, son, si se me permite, su mejor obra. Obra fundadora que complementa con la creación de carmelos descalzos de hombres, con el cofundador Juan de la Cruz, quien funda el primer carmelo de descalzos en nuestro entrañable "lugarcillo" de Duruelo, un caserío solitario y escondido entre el monte bajo y las encinas que hay entre Blascomillán y Mancera de Abajo.


Hoy en la Iglesia, millones de cristianos celebramos gozosos su memoria, leyendo sus escritos y pidiendo su intercesión. Entre todos, los abulenses nos sentimos singularmente privilegiados, pues, nos sólo fue en Avila donde nació La Santa, sino que allí vivió la mayor parte de su vida entre los conventos de la Encarnación y su primera fundación, el carmelo de San José.


Me uno a la alegría de mis paisanos con estas breves letras escritas en honor de la Madre y pidiendo su poderosa intercesión y la de tantas almas carmelitas, benditas y santas, que están gozosas cantando la alabanza eterna en el Cielo.


¡Santa Teresa de Jesús, ruega por los abulenses, ruega por nosotros!

domingo, 4 de octubre de 2009





Hoy celebra mi pueblo, Navarredondilla, la fiesta patronal: La Virgen del Rosario. El patrón parroquial es Santiago, pero “La Fiesta” la hemos celebrado siempre en honor de la Virgen del Rosario, el primer domingo de octubre.

Suele ser una fecha en que la compañía de las nubes se hace a veces demasiado presente, descargando fuertes lluvias. Este año, gracias a Dios, el sol vence, poderoso, a las nubes, que se tienen que limitar a ser privilegiadas testigos de cómo se divierten mis paisanos. Me alegro por ellos.

Tampoco este año he podido estar presente, físicamente, en la Fiesta, pero, ello no ha sido óbice para que desde que me despertara esta mañana, mi pensamiento haya volado raudo hacia Navarredondilla y, anímicamente, estoy presente, pidiendo a la Madre del Rosario por mi pueblo y por todos mis paisanos.

¡ Cuántos recuerdos se agolpan en mi memoria con motivo de “la función”, de la fiesta de mi querido pueblo ¡ Tuve la suerte de ser monaguillo desde muy temprana edad. Con cinco años ya vestía la sotanilla roja de monaguillo, que, dada mi estatura, pisaba con tanta frecuencia como me caía y rompía las vinajeras. ¡Pobre Don José María Sotillo, qué paciencia tenía con nosotros, aquel santo sacerdote!

En aquellos años de mi niñez, antes de la desbandada que supuso la emigración, Navarredondilla superaba los mil habitantes. En aquella década de los cincuenta –del siglo pasado, ¡cómo pasa el tiempo!- había un grupo de jóvenes, mozos y mozas, que durante los días previos preparaban la Misa, a la que con sus cantos daban un atractivo aún mayor.

La procesión la hacíamos, como en todas las fechas señaladas, por todo el pueblo. Cruzábamos la Plaza, subíamos por La Calzadilla, el taller de Victorio, Félix y Paco González Encabo, y traspasando el San Antón, bajábamos por la carretera para entrar por la calle de Los Caños, continuar por la puerta de los padres de Agustín y, tras superar la resbaladiza lancha de la calle de la Iglesia, llegar a la puerta suroeste de la Iglesia, llamada del cementerio. Durante todo el trayecto se daba una “pugna” sana entre los tamborileros y las mozas y niños que deseábamos ir cantando continuamente canciones marianas. Todo el pueblo cantaba, a garganta abierta, pues, la gente de Navarredondilla siempre ha participado en los actos litúrgicos cantando y rezando a viva voz.




En la mencionada puerta de la Iglesia tenía y sigue teniendo lugar la subasta de los banzos, que siempre eran enarbolados por los devotos de la Virgen, tras una reñida puja.



Junto a la subasta de los banzos, se ponía también en licitación el famoso árbol del mayordomo. Se trataba de un negrillo que era cortado por el Mayordomo de ese año y que engalanaba preciosamente a base de tartas, panes especiales, frutas selectas, alguna botella de licor, caramelos, a veces un jamón, etc. Junto al árbol, se ponían –y se siguen poniendo, aunque menos, pues, hay menos huertos hoy día- cestas y canastas de frutas exuberantes que, ofrecidas en honor y agradecimiento a la Virgen, se subastaban, para ayudar a la Iglesia con lo recaudado. Recuerdo las manzanas reinetas y verde doncellas que la madre de mi amigo Agustín ofrecía todos los años: ¡Llamaban la atención!

Terminado la santa Misa, la procesión y la subasta, todo el pueblo entrábamos con gran devoción a la Iglesia, para cantar a pleno pulmón la salve popular. Escuchar cantar aquella salve a hombres, mujeres, jóvenes y niños ponía y sigue poniendo el vello de punta. Al cantar la salve todos nos poníamos a los pies de la Virgen, con nuestros problemas, nuestras necesidades, nuestras penas, nuestros deseos. Pedíamos a la Madre que fuese maternal intercesora ante el Divino Hijo, para todo el pueblo. Contentos y felices, saludando a los paisanos que habían venido de Madrid, nos íbamos todos, autoridades locales y cura incluido, y la gran mayoría del pueblo, a tomar la limonada que había preparado el Mayordomo.

Baile al mediodía, por la tarde y velada de madrugada, eran el complemento festero de un gran día. Decía al principio que casi siempre llovía; daba igual. Llovía unos años, hacía frío de manta en ristre en otros, pero los hijos de Navarredondilla celebrábamos nuestra fiesta como una acción de gracias, a través de la Madre, una vez terminadas las tareas agrícolas del verano. La Fiesta no tenía entonces bandas musicales, sin embargo, no se limitaba al domingo, sino que duraba toda la semana. Es cierto. Durante toda la semana teníamos Misa cantada y procesión y bailes. Cierto que, a medida que pasaban los días, bajaba un poco la intensidad festera, pero, en la misma proporción subían los paseos por las calles y callejas del pueblo, cogiendo unas nueces por aquí, comiendo alguna fruta tardía por allá y visitando nuestros huertos que, por aquel entonces, eran cuidados laboriosamente y eran la base de nuestro sustento.

Termino aquí estas palabras de recuerdo, pero, mi imaginación continúa en Navarredondilla y en su fiesta en honor de la Virgen del Rosario. ¡ Que la Virgen nos proteja a todos e interceda maternalmente por los mayores que se nos han ido!
Paisanos, me uno a todos vosotros gritando ¡VIVA LA VIRGEN DEL ROSARIO!