martes, 29 de diciembre de 2009


Estamos inmersos en los días propios de la Pascua de Navidad y a punto de terminar el año 2009. Es un momento propicio para que hagamos un alto en el camino y reflexionemos un poco sobre quienes somos y a dónde nos dirigimos.


En primer lugar, veamos el grupo humano y social en el que nos encontramos. Aquí, en España, a día de hoy, lo primero que se observa es una cierta desazón y un desconcierto real. Nuestra sociedad, resultado de lo que somos cada uno de nosotros, de lo que pensamos y de cómo actuamos, está un tanto convulsa y la desazón es la característica anímica que mejor define a nuestros tiempos. Unos por una razón y otros por otra. ¿Por qué?


Hemos pasado, en unos treinta años, de un tipo de sociedad a otro completamente diferente. Hemos dejado aparcadas e incluso olvidadas nuestras costumbres, nuestros hábitos, nuestros principios, que habíamos recibido de nuestros mayores. Siempre hubo problemas generacionales, pero, nunca tan bruscos como el sufrido desde hace tres décadas. Nos hemos agarrado a unos aires nuevos que no sabemos de dónde vienen y tampoco dónde se dirigen. Hemos adaptado nuevos estilo de comportamiento en todo: en vestir, en las relaciones de género, en la familia tradicional, en el ocio y en el divertimento.


A la base de este cambio brusco subyace, en muchos contemporáneos, la sensación de que se han liberado de un yugo, se han despojado de unas ataduras, cuyo origen ponen, sin llevar a cabo un análisis mínimamente serio, en la religión opresora con la que nacimos y heredamos.


Da la impresión de que hay grupos, sociológica y políticamente organizados, cuyo objetivo es inyectar subliminalmente en la sociedad y, por ende, en las conciencias, la idea de que la religión es una carga insoportable por obsoleta y trasnochada. El hombre moderno no solamente no necesita ya a Dios, sino que, además, debe eliminarlo radicalmente de su creencia y de su existencia.


Aquí está el error. Plantearse la religión, no digo las religiones, sino la actitud de ligazón con lo absoluto, con Dios, como una carga no deja de ser un desatino antropológico. Cierto que las religiones, todas, han ido adquiriendo con el polvo del camino de la historia una sobrecarga que es preciso limar y reorientar. En todas ellas y de un modo particular en las cristianas, hemos de volver a la fuente única: Dios. El hombre es, somos, criatura hecha a imagen y semejanza de Dios. Eliminar a Dios de nuestra existencia es intentar quitar el oxígeno de una pecera: Sobrevendía la muerte por asfixia.


Si ahondamos un poco en la historia de la humanidad llegaremos a la conclusión de que Dios, como absoluto, está incardinado en el horizonte del hombre. No se puede entender éste sin Aquel. Descubrir esta relación ontológica con Dios, es descubrir lo más propio de nuestro ser, es encontrarnos con nuestra prístina esencia y ello nos potencia y faculta para escrutar nuestro quehacer actual y nuestro devenir. Dios no es un ajeno al ser humano, sino que es su solar, su cobijo y su cabalgadura. En Él somos, nos movemos y existimos. Dios es la garantía total de que nuestro ser, nuestra vida, nuestras luchas, nuestras desgracias, nuestras alegrías, nuestras esperanzas llegarán a una consumación plena. Tienen un sentido actual y tendrán una realización total.


A toda esta antropología la religión católica le ha dado un nombre: Navidad. Jesús de Nazareth. En Navidad, Jesús se planta ante nosotros no como alguien ajeno o extraño, sino como el humus más propio en el que podemos descubrirnos y en el que podemos crecer. Él es Dios-con-Nosotros, es el Emmanuel. Es el Hijo vivo del Padre, que con su presencia nos viene a mostrar el lado más íntimo de Dios y el fondo más real del hombre: Dios es amor y el ser humano no sólo la criatura predilecta de Dios, sino, enraizados en el Hijo, los hijos adoptivos de Dios.


Navidad, Dios hecho hombre para mostrarnos su amor, no puede ser nunca lastrante para la humanidad. Al contrario, descubrir este aspecto puede convertirse en el leit motiv de una vida llena de sentido y con una orientación acertada. Acercándonos a Dios, en Cristo, encontraremos nuestra propia esencia, descubriremos nuestra personal tarea en esta sociedad y, sin duda a la equivocación, estaremos orientando nuestra efímera andadura hacia la Meta cuya existencia da sentido y valor a nuestras vidas.



La Navidad nos grita que el hombre solamente se entiende desde Dios y para Dios. Y, paradógicamente, este Dios no nos aliena de nuestra sociedad y de sus circunstancias, sino, por el contrario, nos hace descubrir en ella y en los demás ciudadanos, la plataforma y el escenario en el que hemos de vivir e implementar nuestra más íntima esencia: Somos imagen y semejanza de Dios. Ello nos obliga a comportarnos con una mirada trascendente, en todo nuestro quehacer cotidiano, sintiéndonos hermanos de todo hombre o mujer con el que nos encontramos, pues, todos juntos venimos del mismo Origen y caminamos, consciente o inconscientemente, hacia el mismo Fin.


Navidad. Jesús, nuestro Enmanuel, Dios con nosotros: "Yo soy el camino, la verdad y la vida".

viernes, 25 de diciembre de 2009

HOY ES NAVIDAD: FELIZ Y FRATERNAL NAVIDAD.







La Navidad es una de las fiestas -en realidad son varias las que celebramos: El nacimiento de Jesús, su Bautismo, la Sagrada Familia, la adoración de los Reyes Magos, pero todas se reconducen en "La Navidad"- que más nos tocan en lo hondo de nuestro ser. Oyes decir, a creyentes y no creyentes, que estos días somos o por lo menos queremos ser más buenos, más sensibles ante el prójimo, más solidarios.

La razón es teológica. En esta fiesta no acudimos los hombres a Dios con nuestros problemas, con nuestras necesidades, con nuestra indigencia radical, sino que es Dios -el todopoderoso y creador- el que se acerca a nosotros, sus criaturas. Y el leit motiv por el que aflora esa nuestra mejor sensibilidad y nuestra mirada se hace más pura y límpida es descubrir que Dios se acerca a nosotros humildemente. Todo un Dios, se hace hombre, se hace débil, se hace niño.

El hombre, todo hombre, nos sentimos en lo más íntimo de nuestro ser, necesitado. Pero, cuando somos niños, esa necesidad es absoluta. Sin el calor de la madre, sin el cuidado de la familia, sería imposible crecer y madurar y llegar a ser una persona adulta. Y resulta que cuando Dios decide, de una vez por todas, decirnos quién es Él, lo hace desde la sencillez y la desnudez mayores: haciéndose niño. No había otra manera más explícita de hablarnos de su esencia. Si Dios es Amor, no podíamos descubrirle mejor que en un niño. Si hubiera venido entre rayos y truenos, como en el Sinaí, hubiéramos reaccionado despavoridos, como indefensos ante lo absoluto, ante lo que nos sobrepasa y sobrecoge. Pero, ha venido hecho Niño y ésto hace emerger en nostros nuestros mejores sentimientos: el amor, el cariño, la ternura, la solidaridad, la fraternidad.

La lección de la Navidad tiene, entre otras, una doble dirección: Dios nos necesita y nosotros le necesitamos a Él. Al venir niño tenemos que acariciarle, cuidarle, ayudarle y extasiarnos -adorarle- ante el milagro que ello supone: Él nos necesita. Pero, al hacer ésto, descubrimos que en nosotros aflora la veta más noble y sincera de nuestro ser: Le necesitamos, también. Al acercarnos a Él, se ilumina nuestra existencia, nuestra andadura recupera un sentido nuevo, ilusionado e ilusionante. Al acercarnos al Dios hecho hombre, descubrimos que las demás personas que nos rodean, hombres y mujeres, nos necesitan también, hemos de respetarles, cuidarles, solidarizarnos con sus problemas. Descubrimos al hombre como hermano.

Si milagro es que Dios se haga hombre, no lo es menos que Dios está en cada hombre. Al descubrir ésto, las palabras del Señor darán a nuestra vida todo su sentido y significado: "Lo que hiciéreis a uno de estos mis hermanos, los pequeños, a mí me lo hacéis".

Navidad: Dios con nosotros; nosotros acercándonos a Él y, al hacerlo, descubriéndo nuestro propio ser en relación y fraternidad con todos los demás.

Si Dios vive en nosotros, si nosotros somos capaces de descubrirle y vivir en Él, será Navidad, porque el hombre ya no será un "lobo para el hombre", sino un hermano.

Acerquémonos a Belén y será Navidad: Descubriremos a Dios, descubriremos al hermano.
¡FELIZ NAVIDAD
"

jueves, 24 de diciembre de 2009

¡FELIZ NOCHE BUENA, FELIZ NAVIDAD!




24 de diciembre: Noche Buena. Estamos en uno de los días más significativos del calendario. Por unas razones u otras, somos muchos a los que nos ilusiona esta fecha. Son muchos los recuerdos que este día nos embargan. De cuando niños, estábamos deseando que se acabase la cena -entonces no teníamos Papá Noel, los niños españoles- para escuchar las campanas que nos convocaban a la Misa del Gallo. Embozados con nuestras bufandas, íbamos delante de los padres, corriendo hacia la Iglesia, para ver si teníamos la suerte de ser elegido entre los monaguillos para ayudar en la Misa.

Por la calle, se iban uniendo vecinos, sorteando los trozos helados de nieve que había en las calles, pues, la mayoría de los años o estaba nevando o por la fiesta de la Inmaculada, 8 de diciembre, ya nos había caído una buena nevada de más de 40 cms., de la que aún quedaban restos de hielo por las calles.

Ya en la Iglesia, aún me impresiona recordar la Iglesia a tope, todos con caras alegres, cantando a pulmón abierto. Sí, en mi pueblo, Navarredondilla, todos hemos cantado, siempre, en la Iglesia con todas nuestras ganas. Mujeres y hombres, mayores y niños. El cura, vestido de casulla blanca con adornos dorados, salía exultante y nos diríga una de las homilías más cálidas y hondas de todo el año. Los monaguillos, orgullosos de haber sido elegidos para ese día, con nuestras sotanillas rojas y nuestros blancos roquetes, precedíamos al sacerdote hacia el altar.

Atrás, en la parte alta de la tribuna, los mozos y hombres mayores cantaban con una sonora rotundidad, como no lo hacían en todo el año. Como era la Misa "del Gallo", alguno, amparado en la lejanía de la tribuna y animado por el vinillo de la cena y la copilla de la sobremesa, se atrevía a lanzar un ki-ki-ri-kí, cuyo final se ahogaba por la mirada fija y recriminatoria del cura.

En la comunión y al final de la Misa, los villancicos clásicos eran cantados por todos con una ilusión nueva y pura. Terminaba la ceremonia el sacerdote felicitándonos la Navidad.

Al terminar la Misa y ya en la calle, el sacerdote se dirigía a los pequeños grupos que aguantaban fuera "la pelona", la helada que estaba cayendo y nos reiteraba la felicitación navideña.

La Noche Buena, daba comienzo a los días de Navidad, y era el encuentro de toda la familia. Eran años en que, quien más quien menos, tenía algún familiar fuera del pueblo. Unos en Madrid, otros en Francia, Alemania o Suiza. Reencontrarnos todos al calor del hogar, consumiéndose en la lumbre baja, sin acabarse nunca, la leña de fresno que en la otoñada se había acarreado de los prados, y, finalmente, todos juntos en la mesa, con el brasero a tope, convertían la cena de Navidad en la Cena del año.

Comenzaba la cena con una oración sencilla y sincera de la madre o del padre, donde no faltaba el recuerdo para los que ya no estaban. Y empezaba la cena. La comida, entonces, era lo de menos. No eran muchos los posibles, por aquellos años cincuenta del siglo pasado, pero en cada casa se hacía, dentro de sus límites, un pequeño esfuerzo culinario. Pero, lo importante era el reencuentro: Ver a ese hermano mayor que se había ido a Madrid a trabajar en una carnicería; al padre que volvía de la emigración; a la tía que, Maestra Nacional ella, venía desde Soria a pasar las vacaciones navideñas con su hermana y sobrinos. Ver todo eso, ver aquellos rostros reflejando sincera alegría es un recuerdo entrañable que, a muchos -entre los que me encuentro-, hace que la Noche Buena sea algo maravilloso, que hace aflorar en nosotros aquel niño ingenuo y travieso que fuimos, aquel joven lleno de fuerza y ansias de vivir, ese padre de familia que, orgulloso, da a sus hijos una lección inolvidable, aunque sin palabras, del valor de la familia.

Yo, desde esta mi humilde atalaya, deseo a todo el mundo una FELIZ NAVIDAD, UNA FELIZ NOCHEBUENA. Este deseo debe tenerse no solamente hoy, sino todos los días del año. De acuerdo, faltaría más. Pero, en este día especial, yo lo deseo especialmente y desde lo más hondo de mi corazón. Mi deseo de felicitación para todos los que aún caminamos por esta ladera, y mi oración más cariñosa y sincera, para los que ya nos han dejado, pero siguen cercanos y vivos en nuestro corazón: Para ese amigo con el que un día pasamos estas fiestas, para ese vecino, cuyo recuerdo guardamos, para esos padres que nos dieron la vida y nos enseñaron, con gran sencillez, a vivir estas fiestas como es debido, familiarmente.

¡ FELIZ NOCHE BUENA, FELIZ NAVIDAD!

miércoles, 23 de diciembre de 2009

ALGUNOS CURAS VASCOS CONTRA SU NUEVO OBISPO


Una de las noticias más triste de los últimos días es el comportamiento rebelde de un grupo, bastante numeroso, de curas de Guipúzcoa contra el nombramiento del nuevo Obispo, José Ignacio Munilla. Triste y lamentable.

Estos sacerdotes, con su comportamiento, han retrocedido varios siglos en la historia de la religión. Se han convertido, firmando ese nefasto manifiesto, en miembros de la tribu de Leví. Primero y antes que nada miembro de la tribu, del nacionalismo. Después, vasco, también de la tribu de Setién y de Arzalluz. Por fin, sacerdotes, pero no de la Iglesia católica -universal-, sino de la Iglesia vasca, con ADN propio y específico.

Viendo la fuerza con la que han protestado por el nombramiento del nuevo Obispo, por parte del Vaticano, uno piensa: ¡cuánta fuerza se hubiera ganado, si la hubieran reconducido para alzar su voz contra los asesinos de ETA y en defensa de sus inocentes víctimas! Nunca, ni una palabra en defensa de ese cerca de millón de muertos con que ETA ha ensuciado nuestra tierra española; siempre, más bien, equiparando a las víctimas y verdugos, haciendo imaginarias comparaciones, sin base lógica de ningún tipo, entre el terrorismo de Estado y "los demás terrorismos". Su cobardía les impedía, incluso en esta patética comparación, llamar a las cosas por su nombre: "Terrorismo de ETA". Cobardemente, desdibujaban la realidad extorsionándola con el eufemismo "demás terrorismos". Poca, perdón, ninguna vergüenza en los levitas vascos. Mucha cobardía.

Ya que son tan valientes, cerrando las ventanas de su inteligencia y uniendo sus oscuras y vacías cabezas unas con otras -cual caballerías que se defienden del lobo a coces- lanzan escritos firmados con la rúbrica de sus coces, que piensen y recapaciten un poco en su verdadera situación. Son sacerdotes de la única Iglesia Católica; deben -porque así lo han prometido, mediante un voto explícito, libremente emitido- obediencia a su Obispo. Posiblemente alguno de estos levitas vascos sean puros como ángeles, guardando -digo, posiblemente- su celibato con esmero. Sin embargo, el otro voto emitido, el de la obediencia, ni les pica un poquillo en la conciencia. Su libertad vasca por encima de cualquier cargo de conciencia obsoleto y antinacionalista.

Pues, señores curas vascos, firmantes del manifiesto: Tienen que cumplir sus votos -todos los emitidos, también el de obediencia-con toda honradez. Si no se sienten lo suficientemente fuertes para hacerlo, sean honrados y soliciten su secularización y luchen su vida sin el paraguas del estamento clerical. Otros les hemos precedido por sucedernos eso con el otro voto, el del celibato. Sean valientes y procuren no hacer más daño a los buenos y honrados cristianos vascos, que sin dejar de sentirse tales, se sienten a la vez y sin posibilidad de distingo españoles y católicos. La Iglesia Católica es una organización que como tal tiene sus normas. Si Vds. se sienten incapaces de cumplir con ellas, sean consecuentes y aborden su vida desde la secularidad, viviendo y luchando con las armas de todos los seglares, que no tenemos los privilegios y respetos del Acuerdo Iglesia-Estado español. Sí "español", pues, el Acuerdo que a Vds., levitas vascos, cobija, es un acuerdo entre la Iglesia Católica y el Estado Español, del que -seguro- tampoco se sienten miembros. ¡Qué pena: No sentirse ni católico ni español y tener la cobardía de comportarse como tales, en lo que a su beneficio particular conviene!

No conozco al futuro Obispo Munilla. Según he leído, en sus años de párroco de Zumárraga les dió a más de uno de los firmantes más de un agua como verdadero pastor, como solícito sacerdote, que atendió a todos los feligreses sin distinción, pero de un modo particular a los más desfavorecidos, los marginados y drogadictos. Quizá su escrito de ahora sea un coletazo envidioso que les quedó entonces como secuela vitalicia. ¡Qué pena!

En fín, amigos curas vascos, firmantes del libelo contra Munilla: Piénsenlo y den el paso que sea necesario para ubicarse, social y eclesiásticamente, en el lugar que les corresponda y que menos daño y escándalo haga al resto de los ciudadanos y hermanos en la fe. A la Iglesia se le puede y debe criticar, pero, al hacerlo todos lo hemos de hacer con respeto y ustedes, particularmente -por su voto-, sin romper la obediencia debida a sus Pastores, que un día libremente expresaron.

domingo, 13 de diciembre de 2009

EN CATALUÑA:LA TRAMPA

Hoy se celebra una "Consulta", sobre la independencia de Cataluña, en 166 municipios de Cataluña. Puede llegar a participar 700.000 catalanes o residentes en Cataluña, mayores de 16 años.

Entrecomillo "Consulta", porque aunque per se no puede tener otro calificativo, sin embargo en el imaginario de los políticos catalanes se trata de un Referendum, para mostrar la opinión del pueblo catalán al respecto. No lo pueden denominar así, pero, lo utilizarán como arma ético-política contra la Constitución y contra la Unidad de España como Nación, por aquello de vox populi, vox Dei, pues, aunque aquí somos todos muy laicos, sin embargo, en nuestro subconsciente subyace un deicismo de campanario y un caciquismo de término municipal.

El referendum-consulta es absolutamente inconstitucional. El Artículo 2 de la Constitución vigente dice clara y explícitamente:


"La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".


Por tanto, este acto no debería haber sido permitido por el Estado español, es decir, por el Gobierno de España ni por el Gobierno de Cataluña.

Podrían haber hecho encuestas o sondeos, pero nunca consulta-referendum o un referendum-consulta, pues, tal acto choca frontalmente con nuestra Constitución.

El Título VIII, sobre la territorialidad del Estado español está muy incompleto. Se abrió este Título en base al derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que el mencionado artículo 2 reconocía. Y por ello el Artículo 143 del mencionado Título VIII dice:


"En el ejercicio del derecho a la autonomía reconocido en el artículo 2 de la Constitución, las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes, los territorios insulares y las provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas con arreglo a lo previsto en este Título y en los respectivos Estatutos".


La "indisoluble unidad de la Nación española, Patria común e indivisible de todos los españoles", ¿quedaba salvaguardada con el reconocimiento y garantía del derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones? El autogobierno y la constitución de Comunidades Autónomas, ¿no se contradice con la Unidad de la Nación española?


Los constituyentes rizaron el rizo y dieron a luz estos dos artículos, pensando que resolvían así el problema de Cataluña y País Vasco. Pero ni lo resolvieron entonces, ni están haciendo nada por resolverlo ahora. Con motivo del Estatut, que está recurrido ante el Tribunal Constitucional por inconstitucionalidad manifiesta, varios políticos catalanes no se cansan de manifestar expresamente -y otros que callan, así lo piensan y esperan- que el Estatut no es más que un paso previo para la INDEPENDENCIA DE CATALUÑA. Acabemos: blanco y en botella.


Cualquier persona con un mínimo de conocimiento jurídico constitucional sabe que es incompatible ese Estatut con la Constitución. Su aprobación -y más si fuera ratificado por el Constitucional- es un torpedo en toda regla contra la esencia de la Constitución: la Unidad de la Nación española, fundamento de la Constitución, como nos dice su artículo 2. Los catalanes están creando -eso es lo que quieren- una situación de facto que comporta una modificación en toda regla de la Constitución, sin necesidad de acudir a los cauces legales que la misma Constitución establece para su propia modificación. Esta situación de hecho, ya existe, de una manera real, desde el momento en que el Estatut está vigente. Pero, sería irreversible si el Tribunal Constitucional lo avalase.


Constitucionalistas de gran prestigio, como Jorge de Esteban y otros, así lo están proclamando. Se dice que Manuel Aragón Reyes, a pesar de estar en el Tribunal Constitucional por el PSOE, sin embargo se opone y opina también que el Estatut es inconstitucional. Esperemos que la cordura y el respeto a la Norma Magna de la Constitución deje las cosas claras y en su sitio.


Personalmente, espero que el Profesor Aragón Reyes mantenga una postura con lo que, tan bien y con tanta claridad, nos explicó a los que tuvimos la suerte de ser sus alumnos de derecho constitucional. Entonces, aún se llamaba Derecho Político, pero él, adelantándose a lo que ya era inminente, nos dio sus cursos sobre el proyecto y anteproyecto de lo que luego sería la Consititución. Estoy convencido que Manuel Aragón Reyes votará, finalmente, conforme a su sana y bien formada conciencia constitucional y no nos defraudará a los alumnos que tan buen recuerdo y tan hondo agradecimiento tenemos hacia él como Profesor.

DOMINGO III DE ADVIENTO: Lecturas de la Misa




En este link se pueden obtener las lecturas de la liturgia de este tercer domingo de adviento: Domingo de "Gaudete".




viernes, 11 de diciembre de 2009

LA COPE PIERDE AUDIENCIA: EMERGE ESRADIO


La EGM, una de las entidades más fiables, facultada para dar las mediciones de audiencia de las cadenas de radio, informa que La Cope, tras la salida de Federico Jiménez Losantos y César Vidal, ha perdido 600.000 oyentes. El dato es catastrófico, aunque esperado.

Lo primero que se me ocurre pensar es que tuvieron que ser presiones muy fuertes, las que sufrió la Conferencia Episcopal, para prescindir de sus máximas estrellas en este partido por alcanzar el primer puesto en la lucha por la audiencia. Cuando Federico y César Vidal estaban en La Cope, ésta era la segunda cadena en audiencia a nivel nacional. Y ascendiendo en cada medida que se daba. Perder ese puesto de privilegio no puede ser sino porque los Obispos hayan sufrido presiones irresistibles o les hayan prometido algo irrefutable. El tiempo nos lo dirá.

Federico y César Vidal son las dos cabezas más privilegiadas y clarividentes en la prensa de derechas. Tienen una formación humanística sobresaliente, con unos conocimientos históricos como nadie. Sus libros sobre la historia reciente de España y sobre la historia de la gestación de la guerra civil son devorados por los lectores, pues, en muchos casos, ofrecen una lectura diferente de la políticamente establecida y correcta. Los juzgados no han podido condenar ninguna de sus aseveraciones por falsa.

Junto al lujo intelectual que suponía para La Cope tener a esos dos periodistas, había un dato que, en mi opinión, tiene mucha importancia. Federico se declara agnóstico en cuestión religiosa. César Vidal es cristiano evangélico confeso. Estas circunstancias adornaban, indirectamente, a La Cope con una pátina de tolerancia que muchos valorábamos en verdad. Este dato, dolía mucho a sus adversarios políticos, pues, su deseo de presentar a la Iglesia como dogmatista, intolerante, sin respetar el pluralismo hoy vigente no podía cumplirse. La Iglesia tenía en su brazo mediático, nada menos que a un agnóstico y a un protestante. ¿Dónde estaba la Iglesia "negra" y oscurantista?

Además de la inteligencia y coherencia de Jiménez Losantos y de Vidal, ambos hacían gala diariamente en la cadena episcopal de una valentía extraordinaria, fuera de lo común. Desde sus micrófonos decían lo que veían, criticaban lo que creían oportuno y no miraban al apellido, ni a las siglas del partido o del grupo socioeconómico al que pertenecía la persona o personas de cuyas actuaciones opinaban. Del Rey al último ciudadano, a todos medían con el mismo rasero. Esta independencia de juicio, atrajo a la cadena de los obispos a muchos oyentes que no eran precisamente católicos; simplemente querían oir la verdad.


Se podrá decir de ellos, sobre todo de Jiménez Losantos, que empleaban un lenguaje insultante. Relativo. Decir la verdad, en toda su crudeza, suele ser insultante. Sobre todo para el mentiroso,cuando se descubre su mentira. Lo cierto es que apoyaron un periodismo, entre otros aspectos, de investigación, que ha dado muchos y muy buenos frutos para la sociedad española.


Ante la publicación del dato de la pérdida de oyentes, ¿cómo ha reaccionado La Cope? Con una media verdad: es decir, con una mentira. Para adornar la cifra de pérdidas ha proclamado que la pérdida ha sido insignificante, pues, ha hallado una media de tomas de audiencia, sin importarle que entre dichas tomas había varias que pertenecían a la época en que los dos periodistas estaban con ellos. Una mentira. Pues, bien, datos de este calibre no se escuchaban en tiempos de los periodistas defenestrados.

Hoy en día, Federico Jimenez Losantos, César Vidal y Luis Herrero Tejedor han emprendido, al salir de La Cope, una empresa titánica: abrir una nueva emisora. Empezando desde cero, han puesto en marcha EsRadio, que se escucha en el 99.1 de la FM, y resulta que en ese último resultado de audiencias, que decíamos al principio, EsRadio adelanta a La Cope en la audiencia de la Comunidad Autónoma de Madrid. ¡Impresionante!

Aludía antes a las grandes presiones que, es de suponer, debe haber sufrido los obispos españoles. Este es un punto muy interesante, que no dudo algún día se descifrará y sabremos la verdad. Hay quienes hablan de presiones por parte del PSOE, partido en el Gobierno. Otros se inclinan por presiones de Rajoy y su PP. No se sabe aún. Lo cierto es que el PSOE, sin los periodistas molestos en La Cope, no ha demostrado ningún gesto amistoso hacia la Iglesia. Ahí siguen, vigentes, sus legislaciones sobre los matrimonios homosexuales y sobre la educación para la ciudadanía; tramitándose está, sin variar un ápice su "acritú", la tramitación de los proyectos de ley sobre el aborto y la intención de eliminar de los colegios los crucifijos. En cuanto al PP, resulta difícil que Mariano Rajoy haya podido prometer a la Iglesia algo tan sustancioso, si llegaba al poder, como para que ésta se privase de tan grandes profesionales de la radio. En la Iglesia, además, son muchos los que dudan de que el PP, con sus actuales dirigentes, sean alternativa real al cambio. Está, por otra parte, el antecedente de la Ley del Divorcio: promulgada por el PSOE, el PP no cambió ni un ápice cuando tomó el relevo en el poder. Lo cierto es que -por emplear una terminológica tomista, tan cara a los eclesiásticos- "nihil est sine ratione suficiente". Por algo será, nos dice este principio de causalidad. Hoy lo sabremos, pero, sin duda, algún periodista valiente de algún medio de comunicación independiente ya nos lo contará a su tiempo. Entre tanto La Cope a sufrir su propio descalabro, a digerir este gran fracaso que supuso prescindir de esos grandísimos profesionales que habían subido a La Cope a un techo en el que nunca se había visto.

martes, 8 de diciembre de 2009

LECTURAS DE LA INMACULADA: 8 DIC 2009


Lecturas de la Solemnidad de la INMACULADA CONCEPCIÓN, extraídas de la página web que a continuación se indica:


http://www.corazones.org/biblia_y_liturgia/textos_bib_liturgia/fiestas/dic8_inmaculada.htm


LA INMACULADA CONCEPCIÓNDE SANTA MARÍA VIRGEN 8 DE DICIEMBRE
Solemnidad de la Inmaculada Concepción, día de precepto
Comentario las lecturas>>
PRIMERA LECTURA

Establezco hostilidad entre tu estirpe y la de la mujer
Lectura del libro del Génesis 3, 9-15. 20.
Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: <> El contestó: <>
El Señor le replicó: <> El Señor dijo a la mujer: <> Ella respondió: <>
El Señor Dios dijo a la serpiente: <>
El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.


Salmo Responsorial Sal. 97, 1. 2-3ab. 3c-4 R/ Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera;gritad, vitoread, tocad.


SEGUNDA LECTURA


Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios 1, 3-6. 11-12.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. El nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. El nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad.
Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.


EVANGELIO


Alégrate, llena de gracias, el Señor está contigo
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1, 26-38
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: <>
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le dijo: <>
Y María dijo al ángel: <>
El ángel le contestó: <<>>
María contestó: <<>> Y la dejó el ángel.
Comentario las lecturas
Padre Raniero Cantalamessa –predicador de la Casa Pontificia– Zenit.org
Elegidos para ser santos e inmaculadosPara que la solemnidad de la Inmaculada Concepción no se quede en mera celebración de los «privilegios» de María, sino que nos toque y nos implique profundamente, debemos comprenderla a la luz de las palabras de Pablo en la segunda lectura: «Dios Padre nos ha elegido en Jesucristo antes de la creación del mundo para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor». Todos, por lo tanto, estamos llamados a ser santos e inmaculados; es nuestro verdadero destino; es el proyecto de Dios sobre nosotros. Poco más adelante, en la misma Carta a los Efesios, Pablo contempla este plan de Dios refiriéndolo no ya a los hombres singularmente considerados, cada uno por su cuenta, sino a la Iglesia Universal esposa de Cristo: «Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificarla mediante el bautismo y la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada» (Ef 5, 25-27). Una humanidad de santos e inmaculados: he aquí el gran proyecto de Dios al crear la Iglesia. Una humanidad que pueda, por fin, comparecer ante Él, que ya no tenga que huir de su presencia, con el rostro lleno de vergüenza como Adán y Eva tras el pecado. Una humanidad, sobre todo, que Él pueda amar y estrechar en comunión consigo, mediante Su Hijo, en el Espíritu Santo. ¿Que representa, en este proyecto universal de Dios, la Inmaculada Concepción de María que celebramos? La liturgia responde a esta pregunta en el prefacio de la Misa del día, cuando dirigiéndose a Dios canta: En Ella has señalado el «comienzo de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura... Entre todos los hombres es abogada de gracia y ejemplo de santidad». He aquí, entonces, lo que celebramos en esta solemnidad en María: el inicio de la Iglesia, la primera realización del proyecto de Dios, en la que existe como la promesa y la garantía de que todo el plan irá hacia su cumplimiento: «¡Nada es imposible para Dios!». María es la prueba de ello. En Ella brilla ya todo el esplendor futuro de la Iglesia, como en una gota de rocío, en una mañana serena, se refleja la bóveda azul del cielo. También y sobre todo por esto María es llamada «madre de la Iglesia». María no se presenta, en cambio, sólo como aquella que está detrás de nosotros, al comienzo de la Iglesia, sino también como quien está ante nosotros «como modelo de santidad para el pueblo de Dios». Nosotros no hemos nacido inmaculados como, por singular privilegio de Dios, nació Ella; es más, el mal anida en nosotros en todas las fibras y en todas las formas. Estamos llenos de «arrugas» que hay que estirar y de «manchas» que hay que lavar. Es en esta labor de purificación y de recuperación de la imagen de Dios en la que María está ante nosotros como poderosa llamada. La liturgia habla de Ella como de un «modelo de santidad». La imagen es justa, a condición de que superemos las analogías humanas. La Virgen no es como las modelos humanas que posan, inmóviles, para dejarse pintar por el artista. Ella es un modelo que obra con nosotros y dentro de nosotros, que nos lleva la mano al representar las líneas del modelo por excelencia, suyo y nuestro, que es Jesucristo, para hacernos «conformes a su imagen» (Rm 8, 29). Es de hecho «abogada de gracia» antes aún que modelo de santidad. La devoción a María, cuando es iluminada y eclesial, en verdad no desvía a los creyentes del único Mediador, sino que les lleva hacia Él. Quien ha tenido la experiencia auténtica de la presencia de María en la propia vida sabe que ésta se determina por entero en una experiencia de Evangelio y en un conocimiento más profundo de Cristo. Ella está idealmente ante todo el pueblo cristiano repitiendo siempre lo que dijo en Caná: «Haced lo que Él os diga».
Regreso a página principal
Cortesía de SCTJM:Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María. http://www.corazones.org/

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA


Transcribo aquí un resumen de la enseñanza del anterior Papa, Juan Pablo II, sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, extraído de la página web corazones.org. En esta página se puede encontrar toda una síntesis histórica de la evolución del dogma de la Inmaculada Concepción, desde sus fuentes bíblicas (Protoevangelio, del Génesis, a las palabras del Angel, en Lucas, "llena de gracia") hasta su proclamación por Pío IX el 8 de diciembre del año 1854. La declaración oficial del Dogma, por el Papa, no fue sino la coronación de la creencia, desde los primeros momentos del cristianismo, de que María ya había sido engendrada, concebida sin mancha del pecado original, que todos arrastramos.
Roman Encabo


Juan Pablo II sobre La Inmaculada Concepción
1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación.

Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastara la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta la serpiente bajo sus pies.Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto por consiguiente, no atribuye a María sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

2. En el mismo texto bíblico, además se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya –al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera– la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre» (MS 45 [1953], 579).

La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.

3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capitulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12, 1). La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer­comunidad está descrita con los rasgos de la mujer­Madre de Jesús.Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2, 35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo. Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu. Por ultimo, el Apocalipsis invita a reconocer mas particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.

4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer» (Sal 50, 7; Jb 14, 2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5, 12. 18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no conoció pecado» (2 Co 5, 21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundo el pecado» (Rm 5, 20).

Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.

domingo, 29 de noviembre de 2009

DOMINGO I DE ADVIENTO: Lecturas



A continuación cuelgo la página web donde se pueden bajar las Lecturas de este I Domingo de Adviento y a continuación transcribo la homilía de Benedicto XVI en este primer Domingo del Nuevo Año Litúrgico:


"El Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno"
Vísperas del Primer Domingo de Adviento
S.S. Benedicto XVI
Capilla PapalNoviembre 28, 2009http://www.zenit.org/





Queridos hermanos y hermanas: Con esta celebración vespertina entramos en el tiempo litúrgico de Adviento. En la lectura bíblica que acabamos de escuchar, tomada de la Primera Carta a los Tesalonicenses, el apóstol Pablo nos invita a preparar la «Venida de nuestro Señor Jesucristo» (5,23), conservándonos irreprochables, con la gracia de Dios.

Pablo utiliza la palabra ‘venida’ - en latín ‘adventus’ – de la que proviene ‘Adviento’.Reflexionemos brevemente sobre el significado de esta palabra que puede traducirse con ‘presencia’, ‘llegada’, ‘venida. En el lenguaje del mundo antiguo era un término técnico empleado para indicar la llegada de un funcionario, la visita del rey o del emperador a una provincia. Pero podía indicar también la venida de la divinidad, que sale de su escondimiento para manifestarse con potencia, o que se celebra presente en el culto. Los cristianos adoptaron la palabra ‘adviento’ para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey, entrado a esta pobre ‘provincia’, denominada tierra para visitar a todos; en la fiesta de su adviento hace que participen cuantos creen en Él, cuantos creen en su presencia en la asamblea litúrgica. Con la palabra adventus se quería decir sustancialmente: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no lo podamos ver y tocar, como sucede con las realidades sensibles, Él está aquí y viene a visitarnos de múltiples formas.

El significado de la expresión ‘adviento’ comprende, por lo tanto, también el de ‘visitatio’, que quiere decir simple y propiamente ‘visita’. En este caso, se trata de una visita de Dios: Él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí. Todos experimentamos, en la existencia cotidiana, tener poco tiempo para el Señor y poco tiempo también para nosotros. Se acaba siendo absorbidos por el ‘quehacer’. ¿Acaso no es verdad que, a menudo, es precisamente la actividad la que nos posee, la sociedad con sus múltiples intereses la que monopoliza nuestra atención? ¿Acaso no es verdad que se dedica mucho tiempo a la diversión y a varios tipos de distracciones? A veces las cosas nos “atropellan”. El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos comenzando, nos invita a detenernos en silencio para percibir una presencia. Es una invitación a comprender que cada una de las vivencias del día son señales que Dios nos dirige, signos de la atención que tiene para con cada uno de nosotros ¡Cuán a menudo Dios nos hace percibir algo de su amor! Mantener, por decir así, un “diario interior” de este amor sería una tarea bella y saludable para nuestra vida! El Adviento nos invita e impulsa a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia ¿no debería ayudarnos a ver el mundo con ojos distintos? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como “visita”, como un modo en el que Él puede venir a nosotros y acercarse a nosotros, en toda situación?

Otro elemento fundamental del Adviento es la espera, espera que es, al mismo tiempo esperanza. El Adviento nos impulsa a comprender el sentido del tiempo y de la historia como “kairós”, como ocasión favorable para nuestra salvación. Jesús ha explicado esta realidad misteriosa en muchas parábolas: en la narración de los siervos invitados a esperar el regreso del amo; en la parábola de las vírgenes que esperan al esposo; o en las de la siembra y de la cosecha. El hombre, en su vida, está en espera constante: cuando es niño quiere crecer; siendo adulto tiende a la realización y al éxito y, avanzando en la edad, anhela el merecido descanso. Pero llega el tiempo en el que descubre que ha esperado demasiado poco si, más allá de su profesión o de su posición social, no le queda nada más por esperar. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente en el transcurso de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el Reino de Dios, Reino de justicia y de paz.Pero hay formas muy distintas de esperar. Si el tiempo no se llena con un presente que tenga sentido, la espera corre el riesgo de volverse insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada - es decir si el presente se queda vacío – cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grave, porque el futuro queda totalmente en la incertidumbre. Sin embargo, cuando el tiempo está dotado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y válido, entonces la alegría de la espera hace que el presente sea más precioso. Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente donde ya nos llegan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro cargado de esperanza. El Adviento cristiano se vuelve, de este modo, ocasión para volver a despertar en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado durante largos siglos y nacido en la pobreza de Belén. Viniendo entre nosotros, nos ha brindado y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación. Presente entre nosotros, nos habla de múltiples modos: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en las vivencias de la vida cotidiana, en toda la creación, que cambia aspecto, según esté Él detrás de ella, o si queda ensombrecida por la niebla de un origen incierto o de un futuro incierto futuro. Por parte nuestra, también nosotros podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos afligen, nuestra impaciencia, las preguntas que brotan de nuestro corazón ¡Estemos seguros de que nos escucha siempre! Y si Jesús está presente, ya no existe ningún tiempo sin sentido y vacío. Si Él está presente, podemos seguir esperando, aún cuando los demás ya no pueden asegurarnos ningún apoyo, aún cuando el presente se vuelve fatigoso.

Queridos amigos, el Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, en especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede cancelar.Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos alienta a caminar confiados. Modelo y sostén de este íntimo gozo es la Virgen María, por medio de la cual nos ha sido donado el Niño Jesús. Que Ella, fiel discípula de su Hijo, nos obtenga la gracia de vivir este tiempo litúrgico vigilantes y activos en la espera ¡Amén!

domingo, 22 de noviembre de 2009

FIN DEL AÑO LITÚRGICO: CRISTO REY




Primera Lectura:Daniel 7, 13-14
Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Salmo Responsorial: 92
R. El Señor reina, vestido de majestad.
1. El Señor reina, vestido de majestad, el Señor, vestido y ceñido de poder.
2. Así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
3. Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término.
Segunda Lectura:Apocalipsis 1, 5-8
Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos amó, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice el Señor Dios: “Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.”
Evangelio:Juan 18, 33b-37
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?” Pilato replicó: “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?” Jesús le contestó:
“Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.” Pilato le dijo: “Conque, ¿tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

miércoles, 18 de noviembre de 2009

LA CRUZ: Por Mons. Cañizares (en La Razón digital:18-11-2009)


Siguen vivas las preguntas de Jesús de Nazaret a sus discípulos en Caná de Galilea: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? Y, vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Ante tantas respuestas del mundo, algunas incluso muy contrarias a Él, los discípulos de hoy, como los primeros, seguimos con la misma respuesta que es la que refleja la celebración del próximo domingo «Jesucristo, Rey del Universo», Señor de todo lo creado. Como en tiempos antiguos y en tiempos no lejanos, cuando ideales o, mejor, ideologías sin amor por el hombre se imponían o tratan de imponerse, fascinaban o intentan fascinar a nivel de Absoluto, la Iglesia reconoce y proclama que Jesús es el único Señor que ama a los hombres sin límites y los enseña a amar, como leemos en el capítulo 25 de San Mateo: «Tuve hambre y me diste de comer. . .». Al reconocer a Jesucristo, «Rey y Señor», como los antiguos cristianos, aspiramos a un mundo más humano gracias a su divina y universal presencia, que es amor y misericordia. Jesucristo muestra su realeza, y hace presente en medio de nosotros su Reino –Reino de la verdad y de la gracia, de la paz y de la justicia, del amor, de Dios, que es Amor–, rebajándose, despojándose de su rango, tomando la condición de esclavo, haciéndose pequeño, obedeciendo y ofreciéndose al Padre por nosotros, hasta la muerte y una muerte de Cruz. Jesucristo reina desde el madero de la Cruz, dando su vida, sirviendo, amando a los hombres hasta el extremo. Ahí, en la Cruz –por algunos tribunales de este mundo «prohibida»–, está toda la Verdad, de la que Cristo es fiel testigo: la verdad de cómo Dios es y ama sin límite a los hombres; y la verdad del hombre. Triturado y escarnecido, pero tan engrandecido y exaltado que de esta manera. Como se da en la Cruz, es amado por Dios. El Reino de Dios es Cristo. Vemos el Reino de Dios en el rostro de Cristo, en su persona. Y reconocemos en Él, de manera clara y sin complejos, el amor sin límites de Dios, y que es Dios. Por los hombres. Ahí tenemos a Dios, Dios único y universal: Señor crucificado, identificado con los que sufren, no espectador de las humillaciones, escarnios, injusticias y pobrezas, sino sufriéndolas todas ellas en su propia carne, que es también la nuestra. La Cruz, trono de Cristo, es la señal clara de un amor que lo transforma y vivifica todo, que da sentido a todo. Cristo en la Cruz, Cristo Rey, es Dios Amor, el Sí definitivo e irrevocable de Dios al hombre. Es núcleo y motor de la experiencia y de la vida cristiana, testimonio de la verdad de Dios y del hombre, llamada a dejarse transformar por Dios, haciendo del amor, del perdón, de la misericordia, de la compasión y de la reconciliación, en definitiva de la caridad verdadera, la señal de identidad y el móvil de la existencia cristiana en todo. Celebraremos el domingo la fiesta de Cristo Rey. En unas circunstancias concretas y nada fáciles en España y en el mundo. Que el Señor reine y establezca su reinado de paz y de justicia, de caridad sincera, que es «cielo» ya en la tierra; que sea este día para los cristianos confesión viva de fe y que el Señor y Rey de la historia y de todo lo creado haga de ellos signo viviente de la presencia de su Reino, colaboradores valientes en la instauración de todas las cosas en Él y en la implantación de su reinado social, al que nadie debería temer: se propone a todos, y a nadie se impone como verdad que hace libres, como esperanza que abre al gran futuro al que estamos llamados, como caridad sin límites que renueva todo, como morada de Dios con nosotros, como vida plena y sin fin.

viernes, 13 de noviembre de 2009

SITUACIÓN ECONÓMICA: TERCER TRIMESTRE 2009







La oficina de estadística de la Unión Europea, EUROSTAT, da las cifras relativas al estado de la economía europea al final del tercer trimestre. En Europa se empieza a salir de la recesión, aquí, hemos aflojado alguna décima, pero seguimos cayendo. Para ser objetivo, lo mejor es entrar en la página web de la oficina europa:
http://epp.eurostat.ec.europa.eu/cache/ITY_PUBLIC/2-13112009-AP/EN/2-13112009-AP-EN.PDF



EDITORIAL DE EL PAÍS
Lejos de Europa
España sigue en recesión, lastrada por el colapso inmobiliario, mientras la eurozona vuelve a crecer
14/11/2009




Mal que le pese al Gobierno español, las trayectorias de salida de la recesión de España y Europa son divergentes. Es un hecho confirmado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y Eurostat en el tercer trimestre de este año. En ese periodo, el crecimiento intertrimestral en la zona euro fue positivo (0,4%) por primera vez después de cinco trimestres. Alemania confirmó que ha encontrado una senda de crecimiento sostenido (0,7%), igual que Francia (0,3%) e incluso Italia (0,6%). En cambio, la economía española se encuentra todavía en plena fase recesiva. Por sexto trimestre consecutivo, la variación intertrimestral fue negativa (-0,3%) y en tasa interanual fue del -4,0%. Europa ya no está en recesión, mientras que España tendrá que sufrir todavía al menos dos trimestres críticos antes de contabilizar tasas intertrimestrales positivas. El Gobierno ya no tiene fundamento para defender que la economía española se recuperará al mismo tiempo que Europa.

(......)

La recuperación adelantada de Europa respecto a España tendrá dos consecuencias: la primera, que contribuirá a aumentar la demanda, a través de las exportaciones y la mejora competitiva que supone la transitoria desinflación española. Éste es el factor en el que confía el Gobierno para apuntar cualquier indicio de reactivación en 2010. Pero, por el contrario, favorecerá en segundo lugar la retirada de los estímulos monetarios del Banco Central Europeo (BCE). Si esa retirada se produce antes de que cajas y bancos hayan terminado sus ajustes, el efecto sobre la actividad económica será devastador.
No hay muchos argumentos para el optimismo. El equipo económico se ha agarrado al clavo ardiendo de que las estadísticas del último trimestre han sido mejores que los avances publicados por el Banco de España. Estas mejoras relativas, en cualquier caso de matiz, le han parecido suficientes a la vicepresidenta Elena Salgado para amagar con un nuevo retorno al optimismo. "El cuadro macroeconómico del Ejecutivo se va cumpliendo y se pueden esperar mejores resultados en próximos trimestres", aseguró el jueves. Aunque se pronuncie en términos tan discretos, su optimismo no es contagioso. Es natural que la caída de la actividad, como tendencia, sea menos pronunciada. Pero medir la salida de la recesión sólo por el indicador de crecimiento desenfoca la percepción del principal problema de la crisis española hoy, que es la destrucción de empleo y, en consecuencia, la expectativa de que el paro se mantenga en tasas muy altas durante los próximos cinco trimestres.
Lo que diferencia la recesión española de las del resto de Europa es el hundimiento del empleo. Las interpretaciones complacientes de la última EPA están equivocadas porque la contención del paro sólo se consigue a costa del descenso de la población activa -el efecto desánimo- y la destrucción de empleo ya empieza a afectar a la contratación fija. El Gobierno debería asimilar rápidamente dos certezas. Una, que la persistencia de la recesión nos deja como los enfermos de Europa. Dos, que urge introducir mejoras en la contratación para taponar la hemorragia del empleo. No es momento de sugerencias ni de globos sonda.

lunes, 9 de noviembre de 2009


























En la capilla Sixtina, el templo de la belleza, trescientos artistas de todo el mundo meditarán (año 2009) con Benedicto XVI la extraordinaria «Carta a los artistas» escrita por Juan Pablo II el día de la Pascua de 1999. Cuelgo a continuación dicha Carta -recogida de VIS, Vatican Information Service-, verdadera Tesis teológica sobre la creación

Román Encabo





CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II A LOS ARTISTAS
A los que con apasionada entrega buscan nuevas « epifanías » de la belleza para ofrecerlas al mundo a través de la creación artística.
« Dios vio cuanto había hecho, y todo estaba muy bien » (Gn 1, 31)



El artista, imagen de Dios Creador
1. Nadie mejor que vosotros, artistas, geniales constructores de belleza, puede intuir algo del pathos con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos. Un eco de aquel sentimiento se ha reflejado infinitas veces en la mirada con que vosotros, al igual que los artistas de todos los tiempos, atraídos por el asombro del ancestral poder de los sonidos y de las palabras, de los colores y de las formas, habéis admirado la obra de vuestra inspiración, descubriendo en ella como la resonancia de aquel misterio de la creación a la que Dios, único creador de todas las cosas, ha querido en cierto modo asociaros.
Por esto me ha parecido que no hay palabras más apropiadas que las del Génesis para comenzar esta Carta dirigida a vosotros, a quienes me siento unido por experiencias que se remontan muy atrás en el tiempo y han marcado de modo indeleble mi vida. Con este texto quiero situarme en el camino del fecundo diálogo de la Iglesia con los artistas que en dos mil años de historia no se ha interrumpido nunca, y que se presenta también rico de perspectivas de futuro en el umbral del tercer milenio.
En realidad, se trata de un diálogo no solamente motivado por circunstancias históricas o por razones funcionales, sino basado en la esencia misma tanto de la experiencia religiosa como de la creación artística. La página inicial de la Biblia nos presenta a Dios casi como el modelo ejemplar de cada persona que produce una obra: en el hombre artífice se refleja su imagen de Creador. Esta relación se pone en evidencia en la lengua polaca, gracias al parecido en el léxico entre las palabras stwórca (creador) y twórca (artífice).
¿Cuál es la diferencia entre « creador » y « artífice »? El que crea da el ser mismo, saca alguna cosa de la nada —ex nihilo sui et subiecti, se dice en latín— y esto, en sentido estricto, es el modo de proceder exclusivo del Omnipotente. El artífice, por el contrario, utiliza algo ya existente, dándole forma y significado. Este modo de actuar es propio del hombre en cuanto imagen de Dios. En efecto, después de haber dicho que Dios creó el hombre y la mujer « a imagen suya » (cf. Gn 1, 27), la Biblia añade que les confió la tarea de dominar la tierra (cf. Gn 1, 28). Fue en el último día de la creación (cf. Gn 1, 28-31). En los días precedentes, como marcando el ritmo de la evolución cósmica, el Señor había creado el universo. Al final creó al hombre, el fruto más noble de su proyecto, al cual sometió el mundo visible como un inmenso campo donde expresar su capacidad creadora.
Así pues, Dios ha llamado al hombre a la existencia, transmitiéndole la tarea de ser artífice. En la «creación artística» el hombre se revela más que nunca «imagen de Dios» y lleva a cabo esta tarea ante todo plasmando la estupenda « materia » de la propia humanidad y, después, ejerciendo un dominio creativo sobre el universo que le rodea. El Artista divino, con admirable condescendencia, trasmite al artista humano un destello de su sabiduría trascendente, llamándolo a compartir su potencia creadora. Obviamente, es una participación que deja intacta la distancia infinita entre el Creador y la criatura, como señalaba el Cardenal Nicolás de Cusa: «El arte creador, que el alma tiene la suerte de alojar, no se identifica con aquel arte por esencia que es Dios, sino que es solamente una comunicación y una participación del mismo»[1].
Por esto el artista, cuanto más consciente es de su «don», tanto más se siente movido a mirar hacia sí mismo y hacia toda la creación con ojos capaces de contemplar y de agradecer, elevando a Dios su himno de alabanza. Sólo así puede comprenderse a fondo a sí mismo, su propia vocación y misión.
La especial vocación del artista
2. No todos están llamados a ser artistas en el sentido específico de la palabra. Sin embargo, según la expresión del Génesis, a cada hombre se le confía la tarea de ser artífice de la propia vida; en cierto modo, debe hacer de ella una obra de arte, una obra maestra.
Es importante entender la distinción, pero también la conexión, entre estas dos facetas de la actividad humana. La distinción es evidente. En efecto, una cosa es la disposición por la cual el ser humano es autor de sus propios actos y responsable de su valor moral, y otra la disposición por la cual es artista y sabe actuar según las exigencias del arte, acogiendo con fidelidad sus dictámenes específicos[2]. Por eso el artista es capaz de producir objetos, pero esto, de por sí, nada dice aún de sus disposiciones morales. En efecto, en este caso, no se trata de realizarse uno mismo, de formar la propia personalidad, sino solamente de poner en acto las capacidades operativas, dando forma estética a las ideas concebidas en la mente.
Pero si la distinción es fundamental, no lo es menos la conexión entre estas dos disposiciones, la moral y la artística. Éstas se condicionan profundamente de modo recíproco. En efecto, al modelar una obra el artista se expresa a sí mismo hasta el punto de que su producción es un reflejo singular de su mismo ser, de lo que él es y de cómo es. Esto se confirma en la historia de la humanidad, pues el artista, cuando realiza una obra maestra, no sólo da vida a su obra, sino que por medio de ella, en cierto modo, descubre también su propia personalidad. En el arte encuentra una dimensión nueva y un canal extraordinario de expresión para su crecimiento espiritual. Por medio de las obras realizadas, el artista habla y se comunica con los otros. La historia del arte, por ello, no es sólo historia de las obras, sino también de los hombres. Las obras de arte hablan de sus autores, introducen en el conocimiento de su intimidad y revelan la original contribución que ofrecen a la historia de la cultura.
La vocación artística al servicio de la belleza
3. Escribe un conocido poeta polaco, Cyprian Norwid: «La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, el trabajo para resurgir»[3].
El tema de la belleza es propio de una reflexión sobre el arte. Ya se ha visto cuando he recordado la mirada complacida de Dios ante la creación. Al notar que lo que había creado era bueno, Dios vio también que era bello[4]. La relación entre bueno y bello suscita sugestivas reflexiones. La belleza es en un cierto sentido la expresión visible del bien, así como el bien es la condición metafísica de la belleza. Lo habían comprendido acertadamente los griegos que, uniendo los dos conceptos, acuñaron una palabra que comprende a ambos: «kalokagathia», es decir «belleza-bondad». A este respecto escribe Platón: «La potencia del Bien se ha refugiado en la naturaleza de lo Bello»[5].
El modo en que el hombre establece la propia relación con el ser, con la verdad y con el bien, es viviendo y trabajando. El artista vive una relación peculiar con la belleza. En un sentido muy real puede decirse que la belleza es la vocación a la que el Creador le llama con el don del « talento artístico ». Y, ciertamente, también éste es un talento que hay que desarrollar según la lógica de la parábola evangélica de los talentos (cf. Mt 25, 14-30).
Entramos aquí en un punto esencial. Quien percibe en sí mismo esta especie de destello divino que es la vocación artística —de poeta, escritor, pintor, escultor, arquitecto, músico, actor, etc.— advierte al mismo tiempo la obligación de no malgastar ese talento, sino de desarrollarlo para ponerlo al servicio del prójimo y de toda la humanidad.
El artista y el bien común
4. La sociedad, en efecto, tiene necesidad de artistas, del mismo modo que tiene necesidad de científicos, técnicos, trabajadores, profesionales, así como de testigos de la fe, maestros, padres y madres, que garanticen el crecimiento de la persona y el desarrollo de la comunidad por medio de ese arte eminente que es el «arte de educar». En el amplio panorama cultural de cada nación, los artistas tienen su propio lugar. Precisamente porque obedecen a su inspiración en la realización de obras verdaderamente válidas y bellas, non sólo enriquecen el patrimonio cultural de cada nación y de toda la humanidad, sino que prestan un servicio social cualificado en beneficio del bien común.
La diferente vocación de cada artista, a la vez que determina el ámbito de su servicio, indica las tareas que debe asumir, el duro trabajo al que debe someterse y la responsabilidad que debe afrontar. Un artista consciente de todo ello sabe también que ha de trabajar sin dejarse llevar por la búsqueda de la gloria banal o la avidez de una fácil popularidad, y menos aún por la ambición de posibles ganancias personales. Existe, pues, una ética, o más bien una « espiritualidad » del servicio artístico que de un modo propio contribuye a la vida y al renacimiento de un pueblo. Precisamente a esto parece querer aludir Cyprian Norwid cuando afirma: «La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, el trabajo para resurgir».
El arte ante el misterio del Verbo encarnado
5. La ley del Antiguo Testamento presenta una prohibición explícita de representar a Dios invisible e inexpresable con la ayuda de una «imagen esculpida o de metal fundido» (Dt 27, 25), porque Dios transciende toda representación material: «Yo soy el que soy» (Ex 3, 14). Sin embargo, en el misterio de la Encarnación el Hijo de Dios en persona se ha hecho visible: «Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer» (Ga 4, 4). Dios se hizo hombre en Jesucristo, el cual ha pasado a ser así «el punto de referencia para comprender el enigma de la existencia humana, del mundo creado y de Dios mismo»[6].
Esta manifestación fundamental del «Dios-Misterio» aparece como animación y desafío para los cristianos, incluso en el plano de la creación artística. De ello se deriva un desarrollo de la belleza que ha encontrado su savia precisamente en el misterio de la Encarnación. En efecto, el Hijo de Dios, al hacerse hombre, ha introducido en la historia de la humanidad toda la riqueza evangélica de la verdad y del bien, y con ella ha manifestado también una nueva dimensión de la belleza, de la cual el mensaje evangélico está repleto.
La Sagrada Escritura se ha convertido así en una especie de «inmenso vocabulario» (P. Claudel) y de «Atlas iconográfico» (M. Chagall) del que se han nutrido la cultura y el arte cristianos. El mismo Antiguo Testamento, interpretado a la luz del Nuevo, ha dado lugar a inagotables filones de inspiración. A partir de las narraciones de la creación, del pecado, del diluvio, del ciclo de los Patriarcas, de los acontecimientos del éxodo, hasta tantos otros episodios y personajes de la historia de la salvación, el texto bíblico ha inspirado la imaginación de pintores, poetas, músicos, autores de teatro y de cine. Una figura como la de Job, por citar sólo un ejemplo, con su desgarradora y siempre actual problemática del dolor, continúa suscitando el interés filosófico, literario y artístico. Y ¿qué decir del Nuevo Testamento? Desde la Navidad al Gólgota, desde la Transfiguración a la Resurrección, desde los milagros a las enseñanzas de Cristo, llegando hasta los acontecimientos narrados en los Hechos de los Apóstoles o los descritos por el Apocalipsis en clave escatológica, la palabra bíblica se ha hecho innumerables veces imagen, música o poesía, evocando con el lenguaje del arte el misterio del «Verbo hecho carne».
Todo ello constituye un vasto capítulo de fe y belleza en la historia de la cultura, del que se han beneficiado especialmente los creyentes en su experiencia de oración y de vida. Para muchos de ellos, en épocas de escasa alfabetización, las expresiones figurativas de la Biblia representaron incluso una concreta mediación catequética[7]. Pero para todos, creyentes o no, las obras inspiradas en la Escritura son un reflejo del misterio insondable que rodea y está presente en el mundo.
Alianza fecunda entre Evangelio y arte
6. La auténtica intuición artística va más allá de lo que perciben los sentidos y, penetrando la realidad, intenta interpretar su misterio escondido. Dicha intuición brota de lo más íntimo del alma humana, allí donde la aspiración a dar sentido a la propia vida se ve acompañada por la percepción fugaz de la belleza y de la unidad misteriosa de las cosas. Todos los artistas tienen en común la experiencia de la distancia insondable que existe entre la obra de sus manos, por lograda que sea, y la perfección fulgurante de la belleza percibida en el fervor del momento creativo: lo que logran expresar en lo que pintan, esculpen o crean es sólo un tenue reflejo del esplendor que durante unos instantes ha brillado ante los ojos de su espíritu.
El creyente no se maravilla de esto: sabe que por un momento se ha asomado al abismo de luz que tiene su fuente originaria en Dios. ¿Acaso debe sorprenderse de que el espíritu quede como abrumado hasta el punto de no poder expresarse sino con balbuceos? El verdadero artista está dispuesto a reconocer su limitación y hacer suyas las palabras del apóstol Pablo, según el cual «Dios no habita en santuarios fabricados por manos humanas», de modo que «no debemos pensar que la divinidad sea algo semejante al oro, la plata o la piedra, modelados por el arte y el ingenio humano» (Hch 17, 24.29). Si ya la realidad íntima de las cosas está siempre «más allá» de las capacidades de penetración humana, ¡cuánto más Dios en la profundidad de su insondable misterio!
El conocimiento de la fe es de otra naturaleza. Supone un encuentro personal con Dios en Jesucristo. Este conocimiento, sin embargo, puede también enriquecerse a través de la intuición artística. Un modelo elocuente de contemplación estética que se sublima en la fe son, por ejemplo, las obras del Beato Angélico. A este respecto, es muy significativa la lauda extática que San Francisco de Asís repite dos veces en la chartula compuesta después de haber recibido en el monte Verna los estigmas de Cristo: «¡Tú eres belleza... Tú eres belleza!»[8]. San Buenaventura comenta: «Contemplaba en las cosas bellas al Bellísimo y, siguiendo las huellas impresas en las criaturas, seguía a todas partes al Amado»[9].
Una sensibilidad semejante se encuentra en la espiritualidad oriental, donde Cristo es calificado como «el Bellísimo, de belleza superior a todos los mortales»[10]. Macario el Grande comenta del siguiente modo la belleza transfigurante y liberadora del Resucitado: «El alma que ha sido plenamente iluminada por la belleza indecible de la gloria luminosa del rostro de Cristo, está llena del Espíritu Santo... es toda ojo, toda luz, toda rostro»[11].
Toda forma auténtica de arte es, a su modo, una vía de acceso a la realidad más profunda del hombre y del mundo. Por ello, constituye un acercamiento muy válido al horizonte de la fe, donde la vicisitud humana encuentra su interpretación completa. Este es el motivo por el que la plenitud evangélica de la verdad suscitó desde el principio el interés de los artistas, particularmente sensibles a todas las manifestaciones de la íntima belleza de la realidad.
Los principios
7. El arte que el cristianismo encontró en sus comienzos era el fruto maduro del mundo clásico, manifestaba sus cánones estéticos y, al mismo tiempo, transmitía sus valores. La fe imponía a los cristianos, tanto en el campo de la vida y del pensamiento como en el del arte, un discernimiento que no permitía una recepción automática de este patrimonio. Así, el arte de inspiración cristiana comenzó de forma silenciosa, estrechamente vinculado a la necesidad de los creyentes de buscar signos con los que expresar, basándose en la Escritura, los misterios de la fe y de disponer al mismo tiempo de un « código simbólico », gracias al cual poder reconocerse e identificarse, especialmente en los tiempos difíciles de persecución. ¿Quién no recuerda aquellos símbolos que fueron también los primeros inicios de un arte pictórico o plástico? El pez, los panes o el pastor evocaban el misterio, llegando a ser, casi insensiblemente, los esbozos de un nuevo arte.
Cuando, con el edicto de Constantino, se permitió a los cristianos expresarse con plena libertad, el arte se convirtió en un cauce privilegiado de manifestación de la fe. Comenzaron a aparecer majestuosas basílicas, en las que se asumían los cánones arquitectónicos del antiguo paganismo, plegándolos a su vez a las exigencias del nuevo culto. ¿Cómo no recordar, al menos, las antiguas Basílicas de San Pedro y de San Juan de Letrán, construidas por cuenta del mismo Constantino, o ese esplendor del arte bizantino, la Haghia Sophia de Constantinopla, querida por Justiniano?
Mientras la arquitectura diseñaba el espacio sagrado, la necesidad de contemplar el misterio y de proponerlo de forma inmediata a los sencillos suscitó progresivamente las primeras manifestaciones de la pintura y la escultura. Surgían al mismo tiempo los rudimentos de un arte de la palabra y del sonido. Y, mientras Agustín incluía entre los numerosos temas de su producción un De musica, Hilario, Ambrosio, Prudencio, Efrén el Sirio, Gregorio Nacianceno y Paulino de Nola, por citar sólo algunos nombres, se hacían promotores de una poesía cristiana, que con frecuencia alcanzaba un alto valor no sólo teológico, sino también literario. Su programa poético valoraba las formas heredadas de los clásicos, pero se inspiraba en la savia pura del Evangelio, como sentenciaba con acierto el santo poeta de Nola: «Nuestro único arte es la fe y Cristo nuestro canto»[12]. Por su parte, Gregorio Magno, con la compilación del Antiphonarium, ponía poco después las bases para el desarrollo orgánico de una música sagrada tan original que de él ha tomado su nombre. Con sus inspiradas modulaciones el Canto gregoriano se convertirá con los siglos en la expresión melódica característica de la fe de la Iglesia en la celebración litúrgica de los sagrados misterios. Lo « bello » se conjugaba así con lo «verdadero», para que también a través de las vías del arte los ánimos fueran llevados de lo sensible a lo eterno.
En este itinerario no faltaron momentos difíciles. Precisamente la antigüedad conoció una áspera controversia sobre la representación del misterio cristiano, que ha pasado a la historia con el nombre de « lucha iconoclasta ». Las imágenes sagradas, muy difundidas en la devoción del pueblo de Dios, fueron objeto de una violenta contestación. El Concilio celebrado en Nicea el año 787, que estableció la licitud de las imágenes y de su culto, fue un acontecimiento histórico no sólo para la fe, sino también para la cultura misma. El argumento decisivo que invocaron los Obispos para dirimir la discusión fue el misterio de la Encarnación: si el Hijo de Dios ha entrado en el mundo de las realidades visibles, tendiendo un puente con su humanidad entre lo visible y lo invisible, de forma análoga se puede pensar que una representación del misterio puede ser usada, en la lógica del signo, como evocación sensible del misterio. El icono no se venera por sí mismo, sino que lleva al sujeto representado[13].
La Edad Media
8. Los siglos posteriores fueron testigos de un gran desarrollo del arte cristiano. En Oriente continuó floreciendo el arte de los iconos, vinculado a significativos cánones teológicos y estéticos y apoyado en la convicción de que, en cierto sentido, el icono es un sacramento. En efecto, de forma análoga a lo que sucede en los sacramentos, hace presente el misterio de la Encarnación en uno u otro de sus aspectos. Precisamente por esto la belleza del icono puede ser admirada sobre todo dentro de un templo con lámparas que arden, produciendo infinitos reflejos de luz en la penumbra. Escribe al respecto Pavel Florenskij: «El oro, bárbaro, pesado y fútil a la luz difusa del día, se reaviva a la luz temblorosa de una lámpara o de una vela, pues resplandece en miríadas de centellas, haciendo presentir otras luces no terrestres que llenan el espacio celeste»[14].
En Occidente los puntos de vista de los que parten los artistas son muy diversos, dependiendo en parte de las convicciones de fondo propias del ambiente cultural de su tiempo. El patrimonio artístico que se ha ido formando a lo largo de los siglos cuenta con innumerables obras sagradas de gran inspiración, que provocan una profunda admiración aún en el observador de hoy. Se aprecia, en primer lugar, en las grandes construcciones para el culto, donde la funcionalidad se conjuga siempre con la fantasía, la cual se deja inspirar por el sentido de la belleza y por la intuición del misterio. De aquí nacen los estilos tan conocidos en la historia del arte. La fuerza y la sencillez del románico, expresada en las catedrales o en los monasterios, se va desarrollando gradualmente en la esbeltez y el esplendor del gótico. En estas formas, no se aprecia únicamente el genio de un artista, sino el alma de un pueblo. En el juego de luces y sombras, en las formas a veces robustas y a veces estilizadas, intervienen consideraciones de técnica estructural, pero también las tensiones características de la experiencia de Dios, misterio « tremendo » y « fascinante ». ¿Cómo sintetizar en pocas palabras, y para las diversas expresiones del arte, el poder creativo de los largos siglos del medioevo cristiano? Una entera cultura, aunque siempre con las limitaciones propias de todo lo humano, se impregnó del Evangelio y, cuando el pensamiento teológico producía la Summa de Santo Tomás, el arte de las iglesias doblegaba la materia a la adoración del misterio, a la vez que un gran poeta como Dante Alighieri podía componer « el poema sacro, en el que han dejado su huella el cielo y la tierra »[15], como él mismo llamaba la Divina Comedia.
Humanismo y Renacimiento
9. El fértil ambiente cultural en el que surge el extraordinario florecimiento artístico del Humanismo y del Renacimiento, tiene repercusiones significativas también en el modo en que los artistas de este período abordan el tema religioso. Naturalmente, al menos en aquéllos más importantes, las inspiraciones son tan variadas como sus estilos. No es mi intención, sin embargo, recordar cosas que vosotros, artistas, sabéis de sobra. Al escribiros desde este Palacio Apostólico, que es también como un tesoro de obras maestras acaso único en el mundo, quisiera más bien hacerme voz de los grandes artistas que prodigaron aquí las riquezas de su ingenio, impregnado con frecuencia de gran hondura espiritual. Desde aquí habla Miguel Ángel, que en la Capilla Sixtina, desde la Creación al Juicio Universal, ha recogido en cierto modo el drama y el misterio del mundo, dando rostro a Dios Padre, a Cristo juez y al hombre en su fatigoso camino desde los orígenes hasta el final de la historia. Desde aquí habla el genio delicado y profundo de Rafael, mostrando en la variedad de sus pinturas, y especialmente en la « Disputa » del Apartamento de la Signatura, el misterio de la revelación del Dios Trinitario, que en la Eucaristía se hace compañía del hombre y proyecta luz sobre las preguntas y las expectativas de la inteligencia humana. Desde aquí, desde la majestuosa Basílica dedicada al Príncipe de los Apóstoles, desde la columnata que arranca de sus puertas como dos brazos abiertos para acoger a la humanidad, siguen hablando aún Bramante, Bernini, Borromini o Maderno, por citar sólo los más grandes, ofreciendo plásticamente el sentido del misterio que hace de la Iglesia una comunidad universal, hospitalaria, madre y compañera de viaje de cada hombre en la búsqueda de Dios.
El arte sagrado ha encontrado en este extraordinario complejo una expresión de excepcional fuerza, alcanzando niveles de imperecedero valor estético y religioso a la vez. Sea bajo el impulso del Humanismo y del Renacimiento, sea por influjo de las sucesivas tendencias de la cultura y de la ciencia, su característica más destacada es el creciente interés por el hombre, el mundo y la realidad de la historia. Este interés, por sí mismo, en modo alguno supone un peligro para la fe cristiana, centrada en el misterio de la Encarnación y, por consiguiente, en la valoración del hombre por parte de Dios. Lo demuestran precisamente los grandes artistas apenas mencionados. Baste pensar en el modo en que Miguel Ángel expresa, en sus pinturas y esculturas, la belleza del cuerpo humano[16].
Por lo demás, en el nuevo ambiente de los últimos siglos, donde parece que parte de la sociedad se ha hecho indiferente a la fe, tampoco el arte religioso ha interrumpido su camino. La constatación se amplía si, de las artes figurativas, pasamos a considerar el gran desarrollo que también en este período de tiempo ha tenido la música sagrada, compuesta para las celebraciones litúrgicas o vinculada al menos a temas religiosos. Además de tantos artistas que se han dedicado preferentemente a ella —¿cómo no recordar a Pier Luigi da Palestrina, a Orlando di Lasso y Tomás Luis de Victoria—, es bien sabido que muchos grandes compositores —desde Händel a Bach, desde Mozart a Schubert, desde Beethoven a Berlioz, desde Liszt a Verdi— nos han dejado asimismo obras de gran inspiración en este campo.
Hacia un diálogo renovado
10. Es cierto, sin embargo, que en la edad moderna, junto a este humanismo cristiano que ha seguido produciendo significativas obras de cultura y arte, se ha ido también afirmando progresivamente una forma de humanismo caracterizado por la ausencia de Dios y con frecuencia por la oposición a Él. Este clima ha llevado a veces a una cierta separación entre el mundo del arte y el de la fe, al menos en el sentido de un menor interés en muchos artistas por los temas religiosos.
Vosotros sabéis que, a pesar de ello, la Iglesia ha seguido alimentando un gran aprecio por el valor del arte como tal. En efecto, el arte, incluso más allá de sus expresiones más típicamente religiosas, cuando es auténtico, tiene una íntima afinidad con el mundo de la fe, de modo que, hasta en las condiciones de mayor desapego de la cultura respecto a la Iglesia, precisamente el arte continúa siendo una especie de puente tendido hacia la experiencia religiosa. En cuanto búsqueda de la belleza, fruto de una imaginación que va más allá de lo cotidiano, es por su naturaleza una especie de llamada al Misterio. Incluso cuando escudriña las profundidades más oscuras del alma o los aspectos más desconcertantes del mal, el artista se hace de algún modo voz de la expectativa universal de redención.
Se comprende así el especial interés de la Iglesia por el diálogo con el arte y su deseo de que en nuestro tiempo se realice una nueva alianza con los artistas, como auspiciaba mi venerado predecesor Pablo VI en su vibrante discurso dirigido a los artistas durante el singular encuentro en la Capilla Sixtina el 7 de mayo de 1964[17]. La Iglesia espera que de esta colaboración surja una renovada « epifanía » de belleza para nuestro tiempo, así como respuestas adecuadas a las exigencias propias de la comunidad cristiana.
En el espíritu del Concilio Vaticano II
11. El Concilio Vaticano II ha puesto las bases de una renovada relación entre la Iglesia y la cultura, que tiene inmediatas repercusiones también en el mundo del arte. Es una relación que se presenta bajo el signo de la amistad, de la apertura y del diálogo. En la Constitución pastoral Gaudium et spes, los Padres conciliares subrayaron la «gran importancia» de la literatura y las artes en la vida del hombre: « También la literatura y el arte tienen gran importancia para la vida de la Iglesia, ya que pretenden estudiar la índole propia del hombre, sus problemas y su experiencia en el esfuerzo por conocerse mejor y perfeccionarse a sí mismo y al mundo; se afanan por descubrir su situación en la historia y en el universo, por iluminar las miserias y los gozos, las necesidades y las capacidades de los hombres, y por diseñar un mejor destino para el hombre »[18].
Sobre esta base, al concluir el Concilio, los Padres dirigieron un saludo y una llamada a los artistas: «Este mundo en que vivimos —decían— tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une a las generaciones y las hace comunicarse en la admiración»[19]. Precisamente en este espíritu de estima profunda por la belleza, la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia había recordado la histórica amistad de la Iglesia con el arte y, hablando más específicamente del arte sacro, « cumbre » del arte religioso, no dudó en considerar « noble ministerio » a la actividad de los artistas cuando sus obras son capaces de reflejar de algún modo la infinita belleza de Dios y de dirigir el pensamiento de los hombres hacia Él[20]. También por su aportación «se manifiesta mejor el conocimiento de Dios» y «la predicación evangélica se hace más transparente a la inteligencia humana»[21]. A la luz de esto, no debe sorprender la afirmación del P. Marie Dominique Chenu, según la cual el historiador de la teología haría un trabajo incompleto si no reservara la debida atención a las realizaciones artísticas, tanto literarias como plásticas, que a su manera no son «solamente ilustraciones estéticas, sino verdaderos “lugares” teológicos»[22].
La Iglesia tiene necesidad del arte
12. Para transmitir el mensaje que Cristo le ha confiado, la Iglesia tiene necesidad del arte. En efecto, debe hacer perceptible, más aún, fascinante en lo posible, el mundo del espíritu, de lo invisible, de Dios. Debe por tanto acuñar en fórmulas significativas lo que en sí mismo es inefable. Ahora bien, el arte posee esa capacidad peculiar de reflejar uno u otro aspecto del mensaje, traduciéndolo en colores, formas o sonidos que ayudan a la intuición de quien contempla o escucha. Todo esto, sin privar al mensaje mismo de su valor trascendente y de su halo de misterio.
La Iglesia necesita, en particular, de aquellos que sepan realizar todo esto en el ámbito literario y figurativo, sirviéndose de las infinitas posibilidades de las imágenes y de sus connotaciones simbólicas. Cristo mismo ha utilizado abundantemente las imágenes en su predicación, en plena coherencia con la decisión de ser Él mismo, en la Encarnación, icono del Dios invisible.
La Iglesia necesita también de los músicos. ¡Cuántas piezas sacras han compuesto a lo largo de los siglos personas profundamente imbuidas del sentido del misterio! Innumerables creyentes han alimentado su fe con las melodías surgidas del corazón de otros creyentes, que han pasado a formar parte de la liturgia o que, al menos, son de gran ayuda para el decoro de su celebración. En el canto, la fe se experimenta como exuberancia de alegría, de amor, de confiada espera en la intervención salvífica de Dios.
La Iglesia tiene necesidad de arquitectos, porque requiere lugares para reunir al pueblo cristiano y celebrar los misterios de la salvación. Tras las terribles destrucciones de la última guerra mundial y la expansión de las metrópolis, muchos arquitectos de la nueva generación se han fraguado teniendo en cuenta las exigencias del culto cristiano, confirmando así la capacidad de inspiración que el tema religioso posee, incluso por lo que se refiere a los criterios arquitectónicos de nuestro tiempo. En efecto, no pocas veces se han construido templos que son, a la vez, lugares de oración y auténticas obras de arte.
El arte, ¿tiene necesidad de la Iglesia?
13. La Iglesia, pues, tiene necesidad del arte. Pero, ¿se puede decir también que el arte necesita a la Iglesia? La pregunta puede parecer provocadora. En realidad, si se entiende de manera apropiada, tiene una motivación legítima y profunda. El artista busca siempre el sentido recóndito de las cosas y su ansia es conseguir expresar el mundo de lo inefable. ¿Cómo ignorar, pues, la gran inspiración que le puede venir de esa especie de patria del alma que es la religión? ¿No es acaso en el ámbito religioso donde se plantean las más importantes preguntas personales y se buscan las respuestas existenciales definitivas?
De hecho, los temas religiosos son de los más tratados por los artistas de todas las épocas. La Iglesia ha recurrido a su capacidad creativa para interpretar el mensaje evangélico y su aplicación concreta en la vida de la comunidad cristiana. Esta colaboración ha dado lugar a un mutuo enriquecimiento espiritual. En definitiva, ha salido beneficiada la comprensión del hombre, de su imagen auténtica, de su verdad. Se ha puesto de relieve también una peculiar relación entre el arte y la revelación cristiana. Esto no quiere decir que el genio humano no haya sido incentivado también por otros contextos religiosos. Baste recordar el arte antiguo, especialmente griego y romano, o el todavía floreciente de las antiquísimas civilizaciones del Oriente. Sin embargo, sigue siendo verdad que el cristianismo, en virtud del dogma central de la Encarnación del Verbo de Dios, ofrece al artista un horizonte particularmente rico de motivos de inspiración. ¡Cómo se empobrecería el arte si se abandonara el filón inagotable del Evangelio!
Llamada a los artistas
14. Con esta Carta me dirijo a vosotros, artistas del mundo entero, para confirmaros mi estima y para contribuir a reanudar una más provechosa cooperación entre el arte y la Iglesia. La mía es una invitación a redescubrir la profundidad de la dimensión espiritual y religiosa que ha caracterizado el arte en todos los tiempos, en sus más nobles formas expresivas. En este sentido os dirijo una llamada a vosotros, artistas de la palabra escrita y oral, del teatro y de la música, de las artes plásticas y de las más modernas tecnologías de la comunicación. Hago una llamada especial a los artistas cristianos. Quiero recordar a cada uno de vosotros que la alianza establecida desde siempre entre el Evangelio y el arte, más allá de las exigencias funcionales, implica la invitación a adentrarse con intuición creativa en el misterio del Dios encarnado y, al mismo tiempo, en el misterio del hombre.
Todo ser humano es, en cierto sentido, un desconocido para sí mismo. Jesucristo no solamente revela a Dios, sino que «manifiesta plenamente el hombre al propio hombre»[23]. En Cristo, Dios ha reconciliado consigo al mundo. Todos los creyentes están llamados a dar testimonio de ello; pero os toca a vosotros, hombres y mujeres que habéis dedicado vuestra vida al arte, decir con la riqueza de vuestra genialidad que en Cristo el mundo ha sido redimido: redimido el hombre, redimido el cuerpo humano, redimida la creación entera, de la cual san Pablo ha escrito que espera ansiosa «la revelación de los hijos de Dios» (Rm 8, 19). Espera la revelación de los hijos de Dios también mediante el arte y en el arte. Ésta es vuestra misión. En contacto con las obras de arte, la humanidad de todos los tiempos —también la de hoy— espera ser iluminada sobre el propio rumbo y el propio destino.
Espíritu creador e inspiración artística
15. En la Iglesia resuena con frecuencia la invocación al Espíritu Santo: Veni, Creator Spiritus... – « Ven, Espíritu creador, visita las almas de tus fieles y llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo creaste »[24].
El Espíritu Santo, «el soplo» (ruah), es Aquél al que se refiere el libro del Génesis: «La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas» (1, 2). Hay una gran afinidad entre las palabras «soplo-espiración» e «inspiración». El Espíritu es el misterioso artista del universo. En la perspectiva del tercer milenio, quisiera que todos los artistas reciban abundantemente el don de las inspiraciones creativas, de las que surge toda auténtica obra de arte.
Queridos artistas, sabéis muy bien que hay muchos estímulos, interiores y exteriores, que pueden inspirar vuestro talento. No obstante, en toda inspiración auténtica hay una cierta vibración de aquel « soplo » con el que el Espíritu creador impregnaba desde el principio la obra de la creación. Presidiendo sobre las misteriosas leyes que gobiernan el universo, el soplo divino del Espíritu creador se encuentra con el genio del hombre, impulsando su capacidad creativa. Lo alcanza con una especie de iluminación interior, que une al mismo tiempo la tendencia al bien y a lo bello, despertando en él las energías de la mente y del corazón, y haciéndolo así apto para concebir la idea y darle forma en la obra de arte. Se habla justamente entonces, si bien de manera análoga, de «momentos de gracia», porque el ser humano es capaz de tener una cierta experiencia del Absoluto que le transciende.
La « Belleza » que salva
16. Ya en los umbrales del tercer milenio, deseo a todos vosotros, queridos artistas, que os lleguen con particular intensidad estas inspiraciones creativas. Que la belleza que transmitáis a las generaciones del mañana provoque asombro en ellas. Ante la sacralidad de la vida y del ser humano, ante las maravillas del universo, la única actitud apropiada es el asombro.
De esto, desde el asombro, podrá surgir aquel entusiasmo del que habla Norwid en el poema al que me refería al comienzo. Los hombres de hoy y de mañana tienen necesidad de este entusiasmo para afrontar y superar los desafíos cruciales que se avistan en el horizonte. Gracias a él la humanidad, después de cada momento de extravío, podrá ponerse en pie y reanudar su camino. Precisamente en este sentido se ha dicho, con profunda intuición, que «la belleza salvará al mundo»[25].
La belleza es clave del misterio y llamada a lo trascendente. Es una invitación a gustar la vida y a soñar el futuro. Por eso la belleza de las cosas creadas no puede saciar del todo y suscita esa arcana nostalgia de Dios que un enamorado de la belleza como san Agustín ha sabido interpretar de manera inigualable: «¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!»[26].
Os deseo, artistas del mundo, que vuestros múltiples caminos conduzcan a todos hacia aquel océano infinito de belleza, en el que el asombro se convierte en admiración, embriaguez, gozo indecible.
Que el misterio de Cristo resucitado, con cuya contemplación exulta en estos días la Iglesia, os inspire y oriente.
Que os acompañe la Santísima Virgen, la «tota pulchra» que innumerables artistas han plasmado y que el gran Dante contempla en el fulgor del Paraíso como « belleza, que alegraba los ojos de todos los otros santos »[27].
«Surge del caos el mundo del espíritu». Las palabras que Adam Michiewicz escribía en un momento de gran prueba para la patria polaca[28], me sugieren un auspicio para vosotros: que vuestro arte contribuya a la consolidación de una auténtica belleza que, casi como un destello del Espíritu de Dios, transfigure la materia, abriendo las almas al sentido de lo eterno.
Con mis mejores deseos.
Vaticano, 4 de abril de 1999, Pascua de Resurrección.
IOANNES PAULUS PP. II