sábado, 23 de mayo de 2009

La X en la Declaración de la Renta


Estamos en pleno período de Declaración de la Renta, del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, el célebre IRPF.

A pesar de tanta corriente en contra, el pueblo español sigue apreciando altamente el papel que la Iglesia lleva a cabo en España. La prueba más evidente de lo dicho es que el pasado año fueron 8 millones y medio de contribuyentes los que marcamos la X en la casilla a favor de la Iglesia Católica en nuestra Declaración de la Renta. Esto supone que en la Renta del 2008 (que se declara sobre la renta obtenida en el año 2007) fueron medio millón más de declarantes que en el año anterior y casi un millón más que hace 2 años los que pusimos la X a favor de la Iglesia Católica. ¡Toma Jeroma!

El poner la X en la Declaración de la Renta no supone –como algunos, malsanamente dicen- que la Iglesia se alimenta de la ubre de los Presupuestos del Estado. No. El Estado simplemente se limita a ser el vehículo a través del cual el ciudadano hace llegar a la Iglesia su donativo. Y ello no supone para el contribuyente ningún coste adicional, pues, desde la campaña del IRPF 2008 se ha fijado el porcentaje de asignación tributaria en el 0,7% y se ha eliminado el complemento presupuestario con cargo a los Presupuestos Generales del Estado. Por ello, la Iglesia solamente percibe del Estado, a través de la declaración del IRPF, la cantidad resultante de la asignación que marcamos los contribuyentes. El Estado aquí es el vehículo, como lo es el ciudadano al recaudar el IVA en sus transacciones y entregárselo al Estado.

El método es correcto y respeta los valores constitucionales, pues, somos –como se ve por el número de contribuyentes que pusimos la X- muchos los españoles/contribuyentes que valoramos muy positivamente la labor de la Iglesia. Y esta valoración positiva la descubrimos en varios campos.

En primer lugar, porque somos mayoría los españoles que acudimos a la Iglesia a solicitar sus servicios religiosos. Independientemente de la razón por la que acudimos cada uno, el hecho cierto es que la mayoría pedimos a la Iglesia que bautice a nuestros hijos; que les acoja en su Comunidad con la 1ª Comunión; que cuando nos unimos en matrimonio acudimos a recibir la bendición de la Iglesia; que en el momento de dejar este mundo apreciamos el valor de la presencia del Sacerdote llevándonos la unción y el consuelo sacramental.

Además y en segundo lugar, porque la labor social de la Iglesia está, en España e internacionalmente, fuera de duda. Son muchos los orfanatos de la Iglesia; los centros asistenciales que, en estos momentos de crisis, sabemos que están abiertos y dispuestos a darnos cobijo, ropa y alimento (Cáritas hace una labor irreprochable); las residencias de mayores; las clínicas... Toda esta labor social exige administrar caudales de dinero que si estuviera en manos estatales solo harían incrementar los niveles de desviación y, en muchos casos, de corrupción. Los contribuyentes apreciamos esa labor, como apreciamos el valor de los hombres y mujeres de Iglesia que en países del Tercer Mundo son los últimos que se quedan y los únicos que permanecen allí cuando pintan bastos. Testimonios de ésto, innumerables.

En tercer lugar, valoramos los contribuyentes la labor educativa que presta la Iglesia Católica a la sociedad española. El gran economista Juan Velarde cita en Alfa y Omega unos datos que, a su vez, toma del documento Estadística 08/09. La enseñanza en los centros educativos católicos (Consejo General de la Educación Católica, 2009). Se indica en el documento que, “en el conjunto de los niveles de enseñanza (Formación Profesional, Bachillerato, ESO, Educación Especial, enseñanza Primaria y Educación Infantil, incluyendo guarderías), existen vinculados a la Iglesia 2.630 centros, con un total de 95.353 docentes, que con el personal de dirección, el complementario y el administrativo y de servicios ofrece una cifra total de 117.446 personas. De ellas, el 9,2% son religiosos consagrados. No es esto baladí –afirma el preclaro economista-, porque, al actuar por vocación, abaratan significativamente la enseñanza. El alumnado al que atienden es de 1.399.499 personas matriculadas en el curso 2008-2009”. Y concluye el insigne economista aseverando explícitamente: “Si a toda esta realidad que exhibe la Iglesia se le sustrae un amparo económico que va más allá de los conciertos, el daño colectivo sería formidable” (los subrayados son míos).

En cuarto lugar, la ayuda financiera a la Iglesia es necesaria para que pueda continuar con su labor de guardiana, conservadora y promulgadora de una buena e importantísima parte de nuestro Patrimonio. El patrimonio de la Iglesia es nuestro patrimonio. Gracias a su labor se mantienen Iglesias y catedrales, se conservan partituras musicales de incalculable valor, nos deleitamos escuchando sus magníficos órganos y sus preparadísimos coros. Gracias a la labor conservadora y restauradora de la Iglesia podemos seguir contemplando y disfrutando de una gran cantidad de retablos, obras pictóricas y de imaginería que son la admiración espiritual y artística de toda persona que estime la cultura y su cultura. Si esta labor pasase a manos del Estado, sería para éste y para el conjunto de los contribuyentes una carga financiera insoportable. Sin duda.

Y por fin, una obviedad: Marcar la X en la casilla de la Iglesia no supone ningún coste adicional. Por marcar la X no vamos a pagar más impuestos. Simplemente, que gracias a la X el 0,7% de nuestros impuestos se destinará a colaborar para que la Iglesia continúe con esa labor tan amplia como grandiosa y benefactora.

P.D.: ¿No sería conveniente que otros grupos sociales y/o políticos –pienso, por ejemplo, en los Sindicatos- se sometiesen, como hace la Iglesia, a la voluntad y valoración de los contribuyentes marcando a su favor la X? Sería estupendo, sobre todo en esta época de crisis.

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