sábado, 3 de abril de 2010

EL SALUDO PASCUAL DEL SEÑOR: "LA PAZ SEA CON VOSOTROS"


EL SALUDO PASCUAL DEL SEÑOR:”La Paz sea con vosotros”
(Resumen extractado del artículo de Diethild Eickhoff, "El saludo pascual del Señor", Ed. Guadarrama, S.L. Madrid 1962)

“La Paz sea con vosotros” fue el salud pascual de Cristo resucitado. ¿Qué significó este saludo a aquellos discípulos asustados que estando confusos y aturdidos ante el espectáculo terrible del calvario y miedosos de los judíos se encerraban tras las puertas cerradas? Más aún, ¿Qué nos dice hoy a los hombres del siglo XXI?.

Era un viejo saludo, pero, que en la boca del Resucitado, del que en la cruz, por la muerte entró en la vida adquiría, sin duda un nuevo contenido, un renovado significado: Lo que antes era un simple deseo, está ahora ya cumplido y cargado de santa realidad.

En la antigua alianza, este saludo es todavía deseo que aguarda cumplimiento, pero no sin esperanza. Yavé, en efecto, dador de todo bien y toda riqueza había dicho por boca del profeta: “Yo soy el que concede la promesa: Paz, paz, al que está lejos y al que está cerca; yo le curaré(Isaías, 57,19). Hará un pacto de paz con su pueblo, “será una alianza eterna” (Ezequiel, 37,26; Jeremías 32,40). ¿Se trata, solamente, de una paz terrena? Así podría deducirse al leer las bendiciones del libro del Levítico (26,6) y del profeta Ezequiel (34,25 ss). Pero, no hemos de olvidar que el don de Yavé es, eminentemente, un don de salud.

A medida que nos adentramos en el lenguaje del Antiguo Testamento, se nos revela con mayor claridad hasta qué punto esas imágenes se encuentran montadas sobre el fondo de los futuros tiempos mesiánicos, por lo que no pretenden ser entendidos a la letra, sino como promesa de una realidad más profunda.

La visión de los Profetas veterotestamentarios dirige nuestra mirada hacia la salud escatológica, de suerte que la paz se nos revela cada vez más como el compendio y símbolo de las bendiciones de la era mesiánica. “Príncipe de la paz” es el nombre del futuro Mesías-niño (Isaías 9,5). “El anuncia la paz a las naciones” (Zacarías 9,10 e Isaías 2,2 ss.).

Este Mesías prometido, este portador de paz se manifestó como realidad en Cristo. El sacrificio de su muerte derribó el muro que se interponía entre Dios y su creación. Sobre el altar de la cruz brilla el arco iris de la paz. Por eso, en la tarde del día de Pascua, Cristo resucitado muestra a sus discípulos las manos taladradas y el costado abierto. ¡Preciosos trofeos de victoria! Ellos son la prenda de la nueva paz. “La Paz sea con vosotros”.

En Cristo resucitado, hoy, este saludo ya no es un simple deseo, sino un don. Ahora, después que en la Pascua de Cristo se ha rasgado el velo de la carne, podemos ver con toda claridad la realidad de la promesa: la Paz del Señor es su Pneuma, su vida divina, El mismo en cuanto exaltado a Señor (Kyrios) y convertido ya, incluso por lo que se refiere a su naturaleza humana, en Pneuma.

En este saludo de Paz de la Pascua, esa fuerza divina se derrama sobre los Apóstoles. No sin profundo sentido narra el Evangelista: “Habiendo Jesús dicho esto (es decir, “la Paz sea con vosotros”), sopló sobre ellos y dijo: Recibid el Pneuma, el Espíritu Santo(Juan 20,22). Palabra y aliento, Logos y Pneuma, son, según la tradición de la Escritura, los instrumentos generadores y vivificantes de Dios.

La Paz es, pues, esencialmente, el mismo Señor glorificado, porque en su persona Dios y el hombre han llegado a la más perfecta unidad que se puede concebir. “Por El tenemos abierta la entrada al Padre en un mismo Espíritu” (Efesios, 2,18).

La Paz es todo ese cúmulo de dones y bendiciones que Dios derrama en nosotros, por Jesucristo, con la fuerza del Espíritu Santo.

La Paz es, en definitiva, la Salvación.

Por eso descubrimos ahora como la despedida final de la Misa, “Podéis ir en paz”, no es una invitación a la tranquilidad, sino más bien una invitación a ser portadores de la Paz que hemos recibido, del Cristo resucitado que hemos celebrado y con el que seguimos íntimamente unidos por medio de su Espíritu, por medio de la Paz.

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