sábado, 18 de abril de 2009

II DOMINGO DE PASCUA: LECTURAS


http://www.corazones.org/biblia_y_liturgia/textos_bib_liturgia/domingos_b/pascua_b/2dpb.htm

En el enlace anterior, tenemos las lecturas de este II Domingo de Pascua.

Tras la lectura y meditación de las lecturas de este II Domingo de Pascua de Resurrección podríamos concluir resumidamente diciendo, que en la fe del cristiano hay tres elementos constitutivos: Uno, objetivo; un segundo, subjetivo; y un tercer elemento, comunitario.

Elemento objetivo: El núcleo esencial de la fe cristiana no es una creencia, ni unas prácticas ni una moral; la esencia del cristianismo radica en una persona: Cristo resucitado. “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”, decía acertadamente San Pablo. Jesucristo se nos ha manifestado como el mismísimo Hijo de Dios vivo, no solamente por las obras maravillosas y milagrosas que hizo durante su vida mortal, sino, porque todo ello, su Palabra (“el Padre y yo somos una misma cosa”, “el que me ve a mí, ve al Padre”, etc) y sus obras han sido confirmadas con su resurrección. Y es Dios mismo, a través de Jesucristo, quien se acerca al hombre y le ofrece, como don, la posibilidad de la salvación, el conocimiento y la fe en el Hijo de Dios. “…en esto, entró Jesús, se puso en medio y les dijo Paz a vosotros”.

Elemento subjetivo: Es el asentimiento personal e intransferible que hemos de dar las personas a Cristo Jesús. Los cristianos creemos que Jesucristo, con su encarnación, muerte y resurrección nos ha mostrado explícitamente al Padre y en su nombre encontramos la solución al enigma de la existencia humana, iluminación en el camino tantas veces tenebroso de nuestras vidas, la clarificación de tantos enigmas humanos, como el dolor de los justos, la muerte del hijo o de los padres, la traición de aquellos en los que habíamos depositado confianza o amistad…Cristo, al resucitar ha vencido todo eso, ha vencido al mundo. Por ello, nosotros, los cristianos estamos salvados en su nombre y somos vencedores del mundo. ¿”Quién es el que vence al mundo –nos dice la primera carta del apóstol san Juan, hoy-, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios”?
Pero creer esto es algo absolutamente personal, subjetivo, en el que nadie puede substituir a nadie. Somos nosotros, personalmente, quienes hemos de dar nuestro asentimiento y acogimiento al don de Dios, a su Paz, a su salvación que nos llega personificada en Jesús resucitado, que nos exige personalmente nuestra decisión diciendo “trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Y ante esta invitación personal, como a Tomás, nosotros, como el apóstol también, no podemos sino caer rendidos en el asentimiento de la fe: ¡”Señor mío y Dios mío”!. La fe.

Elemento comunitario: La fe en el Señor resucitado, sin embargo, no es algo que podamos vivir individualmente, sino, en y con la Comunidad. Cierto que Cristo al resucitar se apareció primero a algunas mujeres, en particular, pero, diciéndoles “id y decidles a los discípulos lo que habéis visto”. La fe nos viene, como don, de Dios, pero a través de la Comunidad, la Iglesia (“fidex ex auditu”, la fe llega por el oído), quien nos confirma en ella. “Paz a vosotros”, es el primer saludo del Resucitado a la Comunidad –“estaban los discípulos en una casa”, nos dice San Juan hoy en el evangelio.
Recordemos aquí dos pasajes de la vida de Jesús: En cierta ocasión, estaban los discípulos montados en la barca y sobrevino una tempestad. Juan, el discípulo amado, símbolo de la mística personal más sublime –reposaba su cabeza sobre el costado de Jesús- fue el primero en ver a Jesús andando sobre las aguas. Pero, fue Pedro, al que Jesús había puesto al frente del grupo, para confirmarles en la fe, quien se echó a andar sobre las aguas y acercarse a Jesús. Otro pasaje más cercano al tiempo litúrgico que estamos viviendo: Tras escuchar los discípulos, de boca de las mujeres, que había resucitado el Señor, Pedro y Juan van aprisa a comprobarlo en el sepulcro. Otra vez Juan, el discípulo amado, la fe viva, corre más y llega el primero; pero, al llegar, será Pedro, la Iglesia quien entre el primero en el sepulcro y confirme el hecho.

Otro aspecto en el que se muestra el elemento comunitario de la fe, que estamos comentando, lo vemos en el evangelio de hoy: La misión. Junto a la Paz ofrecida al grupo, a la Comunidad (“Paz a vosotros”), Jesús les invita, como grupo, a la misión: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Pero, la misión, como la fe en la que encuentra su base, es un donde Dios. “Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”
Concluyendo: Dios, Padre misericordioso, nos ha mostrado todo su amor, al enviarnos a Cristo, su Unigénito, Jesucristo, quien, voluntariamente acepta su misión y nos redime y salva “con el agua y la sangre” de su encarnación, muerte y resurrección. Nosotros creemos en ello, aceptamos a Jesús como el Mesías y salvador nuestro, al recibir esta noticia de su Comunidad, la Iglesia, donde vivimos esta fe, alimentándola con la Palabra y los Sacramentos de vida, y contentos y responsablemente nos sentimos enviados a proclamarlo, seguros y conscientes de su presencia entre nosotros también hoy: “Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”.

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