martes, 20 de marzo de 2012

"¡VIVA LA PEPA!": Bicentenario de la Constitución de Cádiz




Ayer, día 19 de marzo de 2012, se conmemoró el bicentenario de la Promulgación de la primera Constitución que tuvo lugar en Cádiz el día de san José. Por esta razón, el genio y la chispa gaditanos la llamaron desde el primer momento “La Pepa”, por su promulgación el día de los Pepes, aunque, bien pudiera tener otro significado más sutil como era el de oponerse a José Bonaparte, testaferro en España de su hermano Napoleón.

Allá por el 23 de marzo del año 2009 dejé, en este mismo blog, una reseña sobre las ideas matrices de esta Constitución. No es cuestión, pues, de repetirlas. Sí quisiera significar, sin embargo, el hecho histórico acaecido en la celebración de este bicentenario, consistente en que el Rey Juan Carlos I de España y la Reina Doña Sofía han estado presentes en el duocentenario homenaje en el Oratorio de San Felipe Neri, en Cádiz. Tiene importancia histórica, toda vez que la Constitución de Cádiz de 1812 fue el primer texto constitucional que redujo el Estado absolutista -en cuya cúpula estaba el Rey, como representante de Dios y de la Soberanía, el Soberano Absoluto-, a un Estado Constitucional, que hacía residir la Soberanía en el Pueblo, Soberanía Popular, haciendo iguales a todos los españoles ante la Ley. Fernando VII, el indeseado y felón rey, fue quien vio reducidos sus privilegios y tuvo que aceptar la división de poderes como urdimbre estructural del nuevo Estado que pergeñaba la neonata Constitución. Este infame Rey fue quien, dos años más tarde, anuló la misma Constitución, aunque, posteriormente estuvo vigente de 1820-1823 y en 1836. Por eso, tiene para mí un carácter histórico el hecho de que 200 años después, un tataranieto –también Borbón- de aquel nefasto rey, el actual Juan Carlos I de Borbón, haya presidido el acto principal de la Conmemoración y haya reconocido públicamente que en aquel momento histórico de 1812 el pueblo estuvo por encima de la responsabilidad de las instituciones.

En estos actos hay muchas pompas y vanidades, mucho ditirambo y frase huera. Lo importante sería que nuestra clase política descubriese el significado histórico del texto constitucional de 1812 y, todos a una, fuesen capaces de volver al espíritu de reforma e incluso de revolución que la constitución gaditana supuso. Del texto que hoy conmemoramos salió un Estado nuevo, con respeto a las libertades individuales, con establecimiento de la división de poderes, con la implantación de la monarquía constitucional, poniendo en negrilla la Unidad de España y la igualdad de todos los españoles. HOY la Nación española está, también, necesitada de delimitar puntualmente muchos de estos aspectos. Debe ultimarse el diseño territorial que se indica en el capítulo VIII de nuestra Constitución de 1978; deben reconducirse y unificarse en el Estado una serie de competencias que alegremente se han delegado en las Comunidades Autónomas, produciendo, por ello, una serie de duplicidades y solapamientos que han provocado un gasto gigantesco a todas luces insoportable; ha de darse un trato más homogéneo e igualitario en todos los territorios del Estado; debe definirse la soberanía popular y articularse de tal forma que no esté secuestrada por la partitocracia que sufrimos; ha de eliminarse la reminiscencia de la Ley Sálica que impide que la mujer herede la Corona, habiendo varón sucesor; hay que regenerar la vida política y erradicar la corrupción de nuestra clase política que, según las encuestas, es la tercera preocupación de los españoles tras el paro y la economía; tiene que restablecerse la independencia judicial, potenciando y respetando su Órgano de Gobierno –el Consejo General del Poder Judicial- y devolviendo al Tribunal Supremo el carácter que comporta su propio apellido, de tal forma que el Tribunal Constitucional se inserte dentro del Supremo como una Sala especializada, pero no superior al Tribunal Supremo.

Todo eso y más, es lo que nos exige hoy la conmemoración de aquella primera Constitución, que supuso un cambio tan revolucionario en el statu quo que su publicación fue denominada internacionalmente la “Revolución Española”. Nuestra actual Constitución, con sus defectos y virtudes, ha supuesto un acierto y nos ha propiciado más de treinta y tres años de paz y progreso. Mas, es obvio que, no podemos ni debemos continuar sin modificar varios de sus preceptos. Si España sigue por el camino actual desembocará en el desastre, tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista político. De momento nos está salvando la Unión Europea que nos exige una serie de ajustes fiscales y económicos, pero, hemos de ser nosotros mismos quienes, repensando nuestra propia entidad y diseñando nuestro futuro, seamos capaces de darnos una Ley de Leyes que haga posible el entendimiento, la paz y el progreso entre todos los pueblos de España y entre sus gentes.

Si afrontamos con arrojo esta tarea de reforma y renovación y lo plasmamos en una renovada Constitución estaremos, así, rindiendo el mejor homenaje a nuestra primera Constitución de 1812 y podremos, de esta forma, gritar con fuerza “¡Viva La Pepa!”

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