lunes, 26 de marzo de 2012

CURA DE HUMILDAD: ELECCIONES ANDALUZAS Y ASTURIANAS

















Cuando no han pasado ni cien días de las últimas elecciones generales, donde el Partido Popular obtuvo la mayoría absoluta, han tenido lugar varios acontecimientos que, considerados en su conjunto, dan la impresión de que han pasado tres años.


El PP, dada la situación caótica en que se encontraba España, no ha tenido más remedio que tomar una serie de medidas, en varios campos, donde la más importante ha sido el recorte del déficit público. Asimismo, ha adoptado unas medidas financieras, para sacar a bancos y cajas del shock financiero en que se encontraban y, de esta forma, intentar que el crédito fluyera a empresas, pequeñas/grandes/medianas, y a particulares. Ha creado un fondo para la financiación de los pagos a proveedores. Ha publicado una reforma laboral, que todo el mundo pedía a voces, por necesaria e inesquivable. Ha sacado –el pasado sábado- una Orden -HAP/583/2012, de 20 de marzo-, por la que se aprueba el plan de reestructuración y racionalización del sector público empresarial y fundacional estatal. Y algunas más.
Pues, bien. Con todo y eso, parece que la cosa no está funcionando y desde la Unión Europea nos están dando toques de atención diciendo que no les tomemos el pelo y que España debe tomar muy en serio –con medidas eficaces y no meramente cosméticas- la salida de la crisis.



Las elecciones autonómicas celebradas ayer en Andalucía y Asturias indican claramente que, en estos escasos cien días, el PP se ha dejado varios pelos en la gatera. Los votos han disminuido, en relación con las elecciones últimas generales de hace poco tiempo. ¿Por qué?

Yo no soy ningún experto y por ello –y por otras muchas razones- el más indicado para dar contestación a la interrogante abierta. Ahora bien, desde mi situación de españolito de a pie, que tengo que levantarme todos los días a las seis de la mañana para ganarme el pan, atisbo que hay varias razones, para ese tan rápido y drástico desencanto que llevó ayer a una gran abstención y que hizo perder muchos miles de votos al PP. Por un lado, una gran mayoría de españoles estábamos de acuerdo en que había que aplicar drásticos “recortes”. Pero, –aquí viene el primer “pero” que ilumina lo acontecido ayer en Andalucía y Asturias-, esperábamos que empezaran por arriba. Y no señor. Resulta que los recortes han empezado por donde siempre. Por los de abajo. Mal. Así vamos mal. España no puede –es obvio a todas luces, valga la redundancia- mantener el sistema estatal que se ha configurado desde la promulgación de nuestra Constitución. El Estado de las Autonomías, con 17 miniestados –con todo el aparato burocrático e institucional que comporta- es insostenible económica y financieramente. Y es, además, imposible de controlar en el gasto. Como esta medida es de envergadura, pues, no se ha tomado. Mal. Si no vamos a la causa del mal, difícilmente erradicaremos las consecuencias. Igualmente lo sucedido con las Diputaciones provinciales. Aunque las competencias se duplican y solapan con las de las CC. AA., y con las del Estado, nadie se atreve a reformar el statu quo al respecto. Lo fácil es lo que se ha hecho: Un pequeño parche, consistente en congelar el sueldo de los funcionarios y unos límites a los gastos de las CC. AA., que ya veremos si conllevan el pertinente control y corrección, amén de un freno a los sueldos de los directivos de bancos y cajas que se benefician de los fondos del FROB. Pero la reestructuración territorial del Estado, la poda de instituciones inútiles y duplicadas con las del Estado a la sombra de las CC. AA, sigue ahí, sangrando la economía y dejando correr el desbocado déficit. Y, ¿qué decir de las innumerables televisiones autonómicas, más las ineficaces TV1 y TV2? Hasta ahora, ni tocarlas.


La reforma laboral. No se ha explicado bien. Como se tenía encima las mencionadas elecciones autonómicas andaluzas y asturianas, el PP ha seguido la máxima del buenismo centrista de no cargar las tintas, pensando que con los EREs del despilfarro y del latrocinio andaluz de los treinta años de socialismo de subvención clientelar iba a ser suficiente para que se ganasen las elecciones sin bajarse del autobús, como hacía el equipo de Helenio Herrera cuando bajaba a jugar contra el Sevilla C. F. Y no. Las elecciones hay que ganarlas, trabajando cada voto. Hay que exponer, con toda su crudeza y dejando a la vista todas sus aristas, el sistema corrupto, sectario y de pesebre fácil que el PSOE había implantado en Andalucía desde que cogió el poder al inicio de la democracia hasta ahora. Había que explicar que eso no tenía nada que ver con el llamado “estado social o del bienestar”, sino, al contrario, que esas mal llamadas políticas sociales nos llevarían a la bancarrota y sólo servirían para que, al final, la Unión Europea se plantee si echarnos del club, por mentirosos, derrochadores y estafadores. Y no se ha hecho así.


Se ha dicho que la huelga general sería inevitable. Fatal error. Mejor hubiera sido trabajar duro para exponer a los españoles la durísima e inaguantable situación económica, fiscal y laboral. Decirles, abiertamente, que para atajar esos males haría falta, por parte de todos y empezando –como he dicho antes- por los de arriba y por el mismo aparato del Estado, esfuerzo, sudor y lágrimas. Y decir esto, bien explicado con datos y cifras en la mano, a todos lo españoles y, de un modo particular, a los andaluces y asturianos que iban a votar enseguida. Creo, sinceramente, que si se hubiera hecho así, los resultados de ayer hubieran sido muy diferentes. Si se hubiera hecho, se hubiera ganado, de paso, dejar en off side, en fuera de juego, la convocatoria de huelga general del próximo día 29.



De verdad, la impresión que empieza a cuajar, después de estos casi cien días del PP, es que todo va a seguir igual, que todos los políticos son parecidos (no quiero bajar aquí a casos y nombres concretos que todos tenemos in mente) y que, al final, el pato lo pagaremos los asalariados y pequeños comerciantes. ¡Qué pena –de verdad que lo siento- desaprovechar las ocasiones de esta forma! Hay quien lo achaca a la influencia del célebre Arriola. No se, la verdad. Mas, lo cierto es que sí se vislumbra un cierto miedo a tomar el toro por los cuernos y darle la lidia que exige. Aunque los capotazos y muletazos no sean vistosos. Y como no se haga vamos mal, pero acabaremos peor. El PP ganó las elecciones generales del 20-N (2011) sin gastarse mucho en poner de relieve los fallos del PSOE, ya que éstos eran evidentes. Pero, en las primeras y subsiguientes elecciones, a menos –reitero- de cien días de aquellas, el método no ha servido. ¡Qué difícil es cruzar el río sin mojarse…!

No hay comentarios:

Publicar un comentario