domingo, 18 de diciembre de 2011

BIENVENIDA A MARIANO RAJOY: SEXTO PRESIDENTE CONSTITUCIONAL





BIENVENIDA AL SEXTO PRESIDENTE CONSTITUCIONAL

El protocolo de la más elemental educación exige dar la despedida al cesante, antes de dar la bienvenida al entrante. Es, pues, de simple protocolo despedir, antes de nada, a José Luis Rodríguez Zapatero deseándole en su nueva vida tanta paz como inseguridad nos deja.

Despedido el saliente, es Mariano Rajoy quien se merece nuestra más cálida y esperanzada bienvenida. Si cualquier nuevo tiempo a estrenar comporta expectativas, el que ahora comienza está preñado de urgencias y necesidades vitales: Estamos a punto de morir por asfixia y/o ahogamiento. En lo social, en lo político, en lo económico, en lo judicial, en la sanidad, en la educación... En todo. La situación es caótica y, por ello, la tarea del nuevo Presidente de la Nación es ingente y merece, de entrada, que los españoles de bien le demos la bienvenida deseando que acierte a ir desbrozando esta abracadabrante situación que se encuentra y padecemos.

Aunque uno ya peina demasiadas canas para esperar “todo” de cualquier político, sin embargo, ante la figura de Rajoy uno encuentra un factor que se da por primera vez en este sexto Presidente Constitucional y que es esperanzadora. Es el primero que llega a la Moncloa, no sólo con una buena preparación académica –ahí, alguno de los anteriores, p. e. Leopoldo Calvo Sotelo e incluso Aznar, también la tenían-, sino también con un amplio bagaje y una experiencia política curtidos en el escenario de la vida política. Se puede decir que trae “la lección aprendida” fruto de a) sus cuatro carteras ministeriales en los Gabinetes de Aznar; b) su intervención en cerca de 18 debates presupuestarios o de política general como líder de la oposición; c) su capacidad depurada y contrastada como buen parlamentario; d) su capacidad de aunar voluntades y sacar adelante soluciones pactadas con otros partidos de la oposición. Las alforjas de su preparación y la claridad meridiana con la que parece percibe lo dramático de la situación actual hacen que los españoles descubramos en Mariano Rajoy una de las pocas personas capacitadas para guiarnos a los españoles en medio de este proceloso mar de la crisis actual y de, posiblemente, guiarnos a la salida de la misma.

Rajoy conoce la situación, aunque ignora –eso sí- los datos concretos de más de un campo. Sabe, por ejemplo, que en el 2012 tenemos que lograr, sí o sí, un déficit del 4,4%, según nos hemos comprometido con la UE. Pero, desconoce si este año vamos a terminar con el 6% de déficit, como ha prometido el gobierno saliente socialista, o si se va a disparar al 7%, como indican los analistas más optimistas, o al 8% como mantienen los más pesimistas, entre éstos algún ministrable actual. De resultar un porcentaje u otro, su “recorte” del déficit en 2012 se quedará en 16.000, o ascenderá a 26.000 ó a 36.000 millones., según se eleve el mencionado déficit.

Rajoy conoce, también, que si el problema descrito es importante, quizá el que sea clave es el de la supervivencia de la Seguridad Social. El número de cotizantes ha descendido brutalmente y de seguir este descenso el sistema se vendría abajo, sin remedio. En este campo tendrá, necesariamente, que tomar medias y meter tijera, aunque duela y mucho. Pero, si no lograse ese 4,4% de déficit prometido, España se habría jugado casi la totalidad del crédito que la Unión Europea y, particularmente, su núcleo duro, Alemania y Francia, aún nos tienen. Y no solamente ante la UE, sino, también y más perentoriamente, ante los mercados.
El problema es que aún no puede cuantificar exactamente la situación. Pero, sea como fuere, lo que sabe que tiene que hacer es dar solución al problema, de ahí lo que, según El Mundo, comentó este miércoles pasado a un amigo de ambos: “Tengo claro lo que hay que hacer y mi única ventaja es que no tengo más alternativa que hacerlo; luego, me partirán la cara, pero chico, oye…”.

Tendrá que tomar medias en lo laboral, abaratando la contratación y el despido, uniendo los sueldos a la productividad, liberalizando los convenios –al menos para ciertas pequeñas empresas- y, todo esto, intentando el pacto social con Sindicatos y Patronal. Ahora bien, sabe que si este pacto social no cuaja, él debe gobernar y hacerlo duramente.

Tendrá que tomar medidas en lo social. No se puede permitir que parados rechacen varias veces las oportunidades de trabajo que les presenta la Administración, para continuar así disfrutando, a la vez, del importe del paro y de sus ingresos sumergidos. Asimismo, ha de aplicar medidas correctoras tanto en el gasto farmacéutico –insostenible, como se da actualmente- como en el sanitario. España no puede ser el quirófano de una cantidad ingente de extranjeros que vienen a operarse aquí, usando y abusando de nuestro generoso sistema sanitario. Tomada esta primera medida, posiblemente tengamos que saber los españoles que cada día en un hospital es un gasto que, en algunos aspectos -¿por qué, p.e., no en la comida?- pudiera tener una coparticipación de los usuarios.

Deberá reformar la Administración General del Estado, las de las Comunidades Autónomas y las de los Ayuntamientos. No se deben solapar competencias entre unas y otras administraciones; hay que redistribuir racionalmente los recursos humanos entre ellas; hay que ajustar el número de funcionarios a las necesidades reales que resulten tras el reajuste; y, posiblemente, tengan que meter tijera –otra vez, pues, ya lo hicieron antes el gobierno saliente- en lo sueldos. Hay que embridar el déficit: Ninguna administración debe gastar más que lo ingresa. No más que lo que prevé ingresar –pues, ahí está el truco-, sino lo que realmente va a ingresar. Y tendrá que recortarse en los capítulos 4 y 6 y dejarse de dar tanta mamandurria de subvenciones y convenios, y en el capítulo 2 de gastos corrientes, particularmente en tanto estudio y trabajo técnico -muchas veces inservibles- y que no son otra cosa que dinero gratis para financiar a fundaciones y grupos de amigos, con vergonzante finalidad puramente electoral.


Finalmente, debe darse una solución más adecuada y racional al Título VIII de nuestra Carta Magna, reajustando y racionalizando la situación territorial.

Hay que ultimar la reforma financiera. Hay que reajustar el sistema bancario y sanear el financiero, de tal forma que el resultado prioritario sea que el crédito vuelva a fluir a favor de las personas, las familias y los empresarios. Solamente así se volverá a reanimar la economía y se crearán puestos de trabajo. Aunque, previamente, habrá que dar solución a la necesidad de 160.000 mil millones de euros necesarios para hacer frente al vencimiento de la deuda pública ya contraída.

Habrá que hacer lo que se deba hacer, con tal de cumplir nuestra palabra ante los socios de la UE y a la vista de los mercados. Unos y otros quieren tener trato, solamente, con gente de palabra.

Toda esta ingente tarea –y muchos más aspectos que la configuran- es necesario ejecutarla con la mayor sintonía posible con el resto de los agentes políticos –partidos- y sociales –sindicatos/patronal-. De no lograr esto, resultará difícil, sino imposible. Y en este punto, el partido que la próxima semana toma el poder debe tener en cuenta que si bien los partidos políticos, por una parte, o los agentes sociales, por otra, no remaran en esa dirección, lo que tendría que hacer es explicárselo minuciosa y pormenorizadamente a la ciudadanía. Semana a semana deben explicar los duros recortes que a muchos, especialmente a los funcionarios, nos van a costar esfuerzo, sudor y lágrimas. Pero, si son necesarios hay que hacerlo y explicarlo debidamente. Si se explica bien, se esta desbaratando el argumento del ruido callejero. El pueblo español no hará caso a los grupos, partidos o sindicatos que llamen a la algarabía callejera permanente y a la huelga si, previamente, se les ha puesto de manifiesto la necesidad de asumir las medidas de contención y ajuste necesarias. Esos grupos, partidos y sindicatos quedarían retratados con aquella calificación que tanto gustaba al gobierno saliente aplicar a los que, honestamente, le indicaban –allá por el año 2007/2008- que estábamos ante una crisis sin parangón: antipatriotas.

Los españoles de a pie percibimos que la situación actual exige, inesquivablemente, un doble consenso: Uno, de puertas adentro; y, otro, de cara a la Unión Europea. De puertas a dentro debe haber un nuevo Pacto de Estado, como –desde hace mucho tiempo- vienen pidiendo las voces más preclaras de nuestra Patria y, humildemente, también se ha pedido en este Blog con anterioridad. De cara a la Unión Europea la solución también ya ha sido expuesta: “O creamos los Estados Unidos de Europa o esto no funcionará”. Ante esta última necesidad se suelen contraponer argumentos sólidos, como es, entre otros, la pérdida de soberanía. Pero, si queremos que la Unión Europea funcione y que el euro no se caiga (si volvemos a la peseta los ingresos y depósitos de los españolitos se devaluarían en un 35%) no hay más remedio que completar nuestra Unión Monetaria –euro- con una Unión Fiscal. Todo esto comportaría unificar la política económica europea y, con toda necesidad, debería llevarse a cabo en el próximo año.

Mi bienvenida más cordial y sincera al Sr. Rajoy. La tarea que tiene delante es crítica y dura; abierta y con muchas aristas; y la solución no está en sus solas manos, sino, que a la vez, debe lidiar y convencer a los demás grupos políticos y sociales para que se unzan al carro común y tiren –tiremos todos- en la misma dirección.


¡Suerte!

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