viernes, 25 de diciembre de 2009

HOY ES NAVIDAD: FELIZ Y FRATERNAL NAVIDAD.







La Navidad es una de las fiestas -en realidad son varias las que celebramos: El nacimiento de Jesús, su Bautismo, la Sagrada Familia, la adoración de los Reyes Magos, pero todas se reconducen en "La Navidad"- que más nos tocan en lo hondo de nuestro ser. Oyes decir, a creyentes y no creyentes, que estos días somos o por lo menos queremos ser más buenos, más sensibles ante el prójimo, más solidarios.

La razón es teológica. En esta fiesta no acudimos los hombres a Dios con nuestros problemas, con nuestras necesidades, con nuestra indigencia radical, sino que es Dios -el todopoderoso y creador- el que se acerca a nosotros, sus criaturas. Y el leit motiv por el que aflora esa nuestra mejor sensibilidad y nuestra mirada se hace más pura y límpida es descubrir que Dios se acerca a nosotros humildemente. Todo un Dios, se hace hombre, se hace débil, se hace niño.

El hombre, todo hombre, nos sentimos en lo más íntimo de nuestro ser, necesitado. Pero, cuando somos niños, esa necesidad es absoluta. Sin el calor de la madre, sin el cuidado de la familia, sería imposible crecer y madurar y llegar a ser una persona adulta. Y resulta que cuando Dios decide, de una vez por todas, decirnos quién es Él, lo hace desde la sencillez y la desnudez mayores: haciéndose niño. No había otra manera más explícita de hablarnos de su esencia. Si Dios es Amor, no podíamos descubrirle mejor que en un niño. Si hubiera venido entre rayos y truenos, como en el Sinaí, hubiéramos reaccionado despavoridos, como indefensos ante lo absoluto, ante lo que nos sobrepasa y sobrecoge. Pero, ha venido hecho Niño y ésto hace emerger en nostros nuestros mejores sentimientos: el amor, el cariño, la ternura, la solidaridad, la fraternidad.

La lección de la Navidad tiene, entre otras, una doble dirección: Dios nos necesita y nosotros le necesitamos a Él. Al venir niño tenemos que acariciarle, cuidarle, ayudarle y extasiarnos -adorarle- ante el milagro que ello supone: Él nos necesita. Pero, al hacer ésto, descubrimos que en nosotros aflora la veta más noble y sincera de nuestro ser: Le necesitamos, también. Al acercarnos a Él, se ilumina nuestra existencia, nuestra andadura recupera un sentido nuevo, ilusionado e ilusionante. Al acercarnos al Dios hecho hombre, descubrimos que las demás personas que nos rodean, hombres y mujeres, nos necesitan también, hemos de respetarles, cuidarles, solidarizarnos con sus problemas. Descubrimos al hombre como hermano.

Si milagro es que Dios se haga hombre, no lo es menos que Dios está en cada hombre. Al descubrir ésto, las palabras del Señor darán a nuestra vida todo su sentido y significado: "Lo que hiciéreis a uno de estos mis hermanos, los pequeños, a mí me lo hacéis".

Navidad: Dios con nosotros; nosotros acercándonos a Él y, al hacerlo, descubriéndo nuestro propio ser en relación y fraternidad con todos los demás.

Si Dios vive en nosotros, si nosotros somos capaces de descubrirle y vivir en Él, será Navidad, porque el hombre ya no será un "lobo para el hombre", sino un hermano.

Acerquémonos a Belén y será Navidad: Descubriremos a Dios, descubriremos al hermano.
¡FELIZ NAVIDAD
"

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