jueves, 25 de abril de 2013

EL LENGUAJE DEL OBISPO DEBE SER LIMPIO Y SENCILLO


Hoy celebra la Iglesia la fiesta de San Isidoro de Sevila (560-636). Ha sido uno de los obispos españoles de cuya sabiduría la Iglesia española y la europea ha bebido durante muchos siglos. Hoy, que acabamos de estrenar Papa, quiero traer aquí unas palabras de San Isidoro que pudieran ser una fotografía del Papa Francisco. Cuando uno es cristiano de veras y pone a Cristo y su Evangelio en el centro de su persona y de su vida da igual la época en que se viva, siempre Cristo será el eje en torno al cual girará la existencia cuyo radio de acción siempre serán los hermanos, particularmente los más sencillos, los más débiles, los más pobres. Veamos como las palabras de este gran santo medieval retratan al actual Papa Francisco:

Del Tratado sobre los oficios eclesiásticos (cap. 5,1.2: PL 83,785):


"El lenguaje del obispo debe ser limpio, sencillo, abierto, lleno de gravedad y corrección, dulce y suave. Su principal deber es estudiar la santa Biblia, repasar los cánones, seguir el ejemplo de los santos, moderarse en el sueño, comer poco y orar mucho, mantener la paz con los hermanos, a nadie tener en menos, no condenar a ninguno si no estuviere convicto, no excomulgar sino a los incorregibles.


Sobresalga tanto en la humildad como en la autoridad; que, ni por apocamiento queden por corregir los desmanes, ni por exceso de autoridad atemorice a los súbditos. Esfuércese en abundar en la caridad, sin la cual toda virtud es nada. Ocúpese con particular diligencia del cuidado de los pobres, alimente a los hambrientos, vista al desnudo, acoja al peregrino, redima al cautivo, sea amparo de viudas y huérfanos.

Debe dar tales pruebas de hospitalidad que a todo el mundo abra sus puertas con caridad y benignidad. Si todo fiel cristiano debe procurar que Cristo le diga: Fui forastero y me hospedasteis, cuánto más el obispo, cuya residencia es la casa de todos. Un seglar cumple con el deber de hospitalidad abriendo su casa a algún que otro peregrino. El obispo, si no tiene su puerta abierta a todo el que llegue, es un hombre sin corazón".

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