viernes, 19 de abril de 2013

EL PAPA Y LOS GRUPOS ECLESIALES


¡Qué empeño tienen algunos en ver cómo reciben las distintas sensibilidades de católicos la figura, gestos y palabras del Papa Francisco! Por un lado, hablando del sector de la Teología de la Liberación, por otro, del Opus Dei, más allá refiriéndose a los del Camino Neocatecumenal, los de Comunión y Liberación, etc. Se intuye, a veces y en algunos análisis, el deseo de vislumbrar las primeras disensiones entre cierto-s grupo-s y el nuevo Papa.


Pues, bien. Hasta ahora ninguna de las mencionadas corrientes, a través de lo escrito y dicho por sus representantes, ha dado muestra de desafecto alguno al sucesor de Pedro. Por tanto, no veamos lobos donde no los hay.

Creo que la experiencia de los años del Concilio y del post Concilio Vaticano II, nos ha dejado algo cansados a más de uno por esas refriegas –casi siempre estériles- y estamos, ahora, deseosos de continuar nuestra fe en el Padre misericordioso que nos mostró Jesús, viviéndolo diariamente lo más cerca y con la mayor implicación posible con los hermanos que nos rodean, especialmente los más desfavorecidos, y con todo el mundo, procurando, entre tanto, ser lo más respetuosos posible con el medio ambiente y con la naturaleza que nos rodea. En lo esencial todos estamos de acuerdo, aunque al traducirlo a la calderilla de nuestra circunstancia vital y existencial se plasme en diferentes estilos y haya, a veces, diferencias.

Sin duda, el Papa va a decir palabras y frases que van a gustar a este grupo o aquel otro, pero, si se continúa atento al discurrir de su discurso veremos que más adelante o bien otro día dirá el complemento que está esperando el otro grupo de hermanos con diferente sensibilidad. Un día hablará del esfuerzo en impregnarnos del "olor de nuestras ovejas" y otro de la necesidad de la oración y de la adoración o de la necesidad de la conversión que nos lleva a la confesión.

Lo importante es que pensemos que tenemos que estar unidos en la fracción del Pan -somos uno porque partimos el Pan- y en el deseo de llevar esa Comun-Unión a todos los hombres.

Pasemos la garlopa al subjetivismo de nuestras teorías y profundicemos en el Evangelio de Jesús de Nazareth, siempre vivo y refrescante, que nos interpela constantemente a todos. Intentemos vivir la alegría de la Unidad -lo que tampoco implica uniformidad- en Cristo, dentro de la pluralidad de nuestro testimonio cristiano en las diversas circunstancias donde nos ha puesto la vida. Y pidamos todos por el Papa para que pueda desempeñar su ministerio lo más adecuadamente posible a la voluntad de Cristo y a las necesidades actuales de mujeres y hombres.

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