lunes, 30 de abril de 2012

AUSTERIDAD Y/O CRECIMIENTO

AUSTERIDAD Y/O CRECIMIENTO.

Román Encabo.

La crisis actual zarandea, con más o menos intensidad, a las economías de todos los países del llamado mundo occidental. A los de la Unión Europea de un modo particularmente intenso. Y dentro de éstos a los llamados periféricos, entre los que se encuentra España. El endeudamiento excesivo, tanto de los Estados como de los particulares, ha llevado a una situación de debilidad que nos aproxima, a todos, a la quiebra. Las fuentes de financiación –los mercados- no están dispuestos a seguir apalancando tales situaciones o lo hacen, a cuenta gotas y a unos precios –intereses- altísimos. Vivir a base de préstamos ha supuesto para nosotros y duramente mucho tiempo una forma de vivir, es cierto. Y eso, al final, se hace insostenible. Indudablemente.

Ante esta situación, hemos emprendido –me limito a los países del euro- una camino absolutamente necesario: La austeridad. Se ha hecho absolutamente necesario aplicar drásticas medidas de austeridad en los gastos, los llamados “recortes”, porque los ingresos eran insuficientes para equilibrar aquellos gastos. Con la crisis –en España, especialmente, la del ladrillo- los ingresos han devenido obviamente insuficientes, pero, es que –si somos objetivos- aún en el caso de que no hubiera sobrevenido la crisis tampoco eran suficientes –los ingresos- antes de la crisis. Vivíamos como vivíamos gracias al apalancamiento, en virtud del endeudamiento. Pero la deuda es una espiral asfixiante que, al capitalizarse los intereses, y al volver a endeudarse para pagar simplemente los intereses, la deuda es un monstruo devorador que aniquila Estados y ciudadanos.

El primer paso era, y así lo ven la mayoría de los Estados y una gran número de particulares, la reducción del gasto. Del individual y del gasto público. Si no somos capaces de sanear las cuentas, sobrará todo lo demás. No podremos seguir hablando de empleo o crecimiento. Imposible. Recortar, pues, el gasto público, reducir –con lo que supone de reforma- la sanidad y la educación, meter tijera en las televisiones autonómicas y estatal y replantearse el Estado autonómico son medidas que se han tomado y/o se tienen que tomar volis nelis, sí o sí, que libremente traduciría el castizo.

El Gobierno de la Nación, el gobierno del PP, tiene una mayoría absoluta, que debe aprovechar al respecto, tomando las decisiones necesarias, con valentía. La gran mayoría de los españoles para eso le han votado y en eso confían. Una muestra, vía negativa, fue la que ayer tuvimos con las manifestaciones convocadas por los Sindicatos contra dichas medidas: Muy poca gente acudió. Los Sindicatos hablan de 40.000 y la policía local de 9.000. Vale, pongámoslo en 15.000 manifestantes. En cualquier caso, fue un rotundo fracaso de los Sindicatos –alentados por el PSOE e IU- al intentar revolucionar la calle contra la política de austeridad del PP.

Dicho lo anterior, hay que observar, también, que el déficit cero, el equilibrio fiscal que busca el Pacto de Estabilidad va a resultar muy difícil siempre y cuando continuemos con los cinco millones y medio de parados y más aún si nos acercamos –como parece inevitable- a los seis. Con esa situación va a resultar una utopía lograr equilibrar el presupuesto público. La razón es obvia: Tal número de parados no solamente no produce ingresos, al no pagar impuestos, sino que, por el contrario, genera más gasto al Estado, pues, hay que abonarles las prestaciones por desempleo y los subsidios legalmente establecidos.

¿Qué hacer, pues? Doctores tiene la clase política, que nos sabrán –deberían, al menos- responder, diríamos parafraseando al viejo catecismo del P. Astete. Por lo que parece, ya empiezan en Europa a surgir voces que aúnan los dos conceptos mencionados: Austeridad y crecimiento. Se oyen voces muy serias que opinan que el Pacto de Austeridad Fiscal, suscrito por 25 países de al UE y ratificado ya por dos de ellos, debe ser complementado con medidas de crecimiento e incentivación, pues, parece ser que sólo a base de austeridad no se logrará empleo y, si no hay empleo, no habrá consumo –ingresos, vía impuestos- y no saldremos de la crisis.

A día de hoy, como digo, muchos países del euro o instituciones como el Consejo o la Comisión europeos o como el Banco Central Europeo se han hecho receptivos a las objeciones al Pacto de Austeridad. La política de recortes, por sí sola, no nos sacará de la crisis. Alemania y Francia, los dos grandes de la UE, y otros miembros del club euro se prestan a negociar un nuevo rol del BCE, están dispuestos a fijar tasas e impuestos para transacciones financieras y a activar el Banco Europeo de Inversiones y, posiblemente, a emitir bonos europeos.

Esta nueva línea –la del crecimiento- que se abre puede ser, creo yo, de un gran alivio para nuestro Gobierno. Pienso que Rajoy ha sido de los alumnos más aplicados a la hora de aplicar medidas de austeridad. Incluso se está jugando la credibilidad interna, habida cuenta que ha tenido que incumplir muchas promesas electorales. Pero, esta situación puede administrarse positivamente si el Gobierno, aprovechando su mayoría absoluta, acierta a mostrar a los españoles la crudeza de la situación actual, explicar la necesidad inesquivable de incumplimiento de lo prometido y el compromiso de abrir -en cuanto las circunstancias lo permitan- alguna vía de crecimiento, estimulando el empleo y el consumo, lo que podrá conseguir si la Unión Europea empieza a conjugar en sintonía los conceptos austeridad y crecimiento. Pero, este crecimiento no puede lograrse con el mismo mecanismo de apalancamiento utilizado hasta ahora, porque el resultado sería más endeudamiento y quiebra inevitable. Hay que sanear al máximo las cuentas –reducción del déficit- y, luego, aplicar medidas de crecimiento sostenible, que dirían los medioambientalistas.

En España se complica todo mucho a cuenta de nuestra distribución territorial en un Estado y 17 Comunidades Autónomas que se comportan –financiera y económicamente- como 17 miniestados. Se que arreglar esto supone una reforma constitucional, pero, antes o después, habrá que afrontarla, pues, de otra forma será inviable la ecuación austeridad-crecimiento. Aquí el Rey, en su calidad de Jefe del Estado y símbolo de su unidad y permanencia, podría y tendría que jugar un importantísimo papel de árbitro y moderador del funcionamiento de las instituciones, como prescribe el artículo punto 1 del artículo 56 de nuestra Constitución.









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