domingo, 9 de noviembre de 2014

ACCIDENTE DE PEREGRINOS MURCIANOS AL CONVENTO DE MADRE MARAVILLAS



Ayer día 8 del presente mes de noviembre, fui con mi esposa al Convento Carmelita de La Aldehuela (Getafe: Madrid) para hacer un rato de oración y adherirnos espiritualmente al bello canto de  la solemne Salve que a las 17:50 hrs cantan las carmelitas todos los sábados.

Fue muy grata nuestra sorpresa al ver que podíamos participar en una Misa que un sacerdote joven, párroco de Bullas (Murcia), estaba presidiendo en la capilla del convento. Fuera estaban dos autocares aparcados y varios coches de particulares. La capilla estaba llena, las puertas de entrada abiertas y desde la explanada la gente participaba de una bella celebración eucarística. El sacerdote entonaba las canciones y la buena gente murciana cantaba contenta y agradecida por encontrarse junto a la tumba de Madre Maravillas, cuya intercesión venían a implorar.

Impactante esta mañana cuando al abrir internet leo la trágica noticia: Accidente de uno de los autobuses que volvían a Bullas, tras una peregrinación a los lugares teresianos de El Cerro de los Ángeles y la Aldehuela.  Quedamos consternados mi mujer y yo, pues, dejamos la capilla de las carmelitas hacia las 18:30, tras participar con ellos en la Eucaristía, besar la reliquia de Madre Maravillas que el sacerdote -fallecido en el accidente- presentaba para nuestra veneración. De aquellos hombres, mujeres, jóvenes y niños junto a los que disfrutamos esos actos maravillosos, a los que nos sumamos cantando y alabando a Dios y a la Madre, algunos de ellos, 14 para ser más exactos, habían perdido la vida en el accidente de carretera a eso de las 23:30 horas. Otros cuarenta y tantos estaban gravemente heridos. Cinco horas más tarde de ver esas caras alegres, llenas de esa sana alegría que se tiene tras partir el Pan y cantar a la Virgen en un palomarcito de Santa Teresa, en el convento donde está enterrada Santa Madre Maravillas, esas buenas gentes de Bullas nos dejaban, víctimas del accidente mortal, para encontrarse con el Padre y culminar esa alegría con su eterno y paternal abrazo. Es así, no puede ser de otro modo. Trágico, durísimo, desgarrador, pero visto desde la perspectiva de la fe en el Resucitado, que celebramos juntos en La Aldehuela, se encontraron con el Padre Bueno que solícito les abriría sus brazos.

Recemos por su eterno descanso y por la pronta recuperación de los heridos. Pidamos, también, para que el Señor envíe consuelo a los familiares de los difuntos y heridos. Y por mi parte, como creo que están en el Cielo, pido para que desde allí, desde la Casa paterna, intercedan por todos nosotros.

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