domingo, 25 de octubre de 2009

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO: Lecturas




PRIMERA LECTURA




Congregaré a ciegos y cojos
Lectura del profeta Jeremías. 31, 7-9.



Pues así dice Yahveh: Dad hurras por Jacob con alegría, y gritos por la capital de las naciones; hacedlo oír, alabad y decid: <>
Mirad que yo los traigo del país del norte, y los recojo de los confines de la tierra. Entre ellos, el ciego y el cojo, la preñada y la parida a una. Gran asamblea vuelve acá.
Con lloro vienen y con súplicas los devuelvo, los llevo a arroyos de agua por camino llano, en que no tropiecen. Porque yo soy para Israel un padre, y Efraín es mi primogénito.



Salmo responsorial: Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6




R/ El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar; La boca se nos llena de risa, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: <> El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes de Negueb. Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.




SEGUNDA LECTURA




Tú eres Sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
Lectura de la carta a los Hebreos. 5, 1-6.



Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por os pecados propios igual que por los del pueblo. Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón.
De igual modo, tampoco Cristo se apropio la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melqisedec.


EVANGELIO


Maestro que pueda ver
Lectura del santo Evangelio según San Marcos. 10, 46-52.



Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: <> Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: <> Jesús se detuvo y dijo: <> Llaman al ciego, diciéndole: <> Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús dirigiéndose a él, le dijo: <> El ciego le dijo: <> Jesús le dijo: <> Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.




COMENTARIO:




La urdimbre teológica que recorre las tres lecturas es la Soberanía omnipotente de Dios y la pequeñez e indigencia humana.

Cierto que estos tiempos actuales, el hombre, gracias a sus descubrimientos técnicos y científicos se siente contento de sí mismo y cree encontrar -o llegar a encontrar con el tiempo- las claves para la felicidad. Pero no es así. La cruda vida diaria nos vuelve, a unos antes que a otros y cada uno en su momento, a la realidad: Somos criaturas de Dios y sólo en Él podemos encontrar nuestra plenitud.

Por eso, aquellos que son más conscientes de su pequeñez, de su desgracia, de su necesidad, son los que tienen el arrojo y la valentía de salir a sentarse al camino, para pedir la curación cuando llegue el Salvador.
La lección es simple: Dios nos quiere salvar, pero nunca lo hará contra nuestra libertad. ¿Por qué le pregunta Jesús a Bartimeo "qué quieres que te haga"? No por otra razón, sino porque era Bartimeo quien tenía, voluntariamente, que sentirse necesitado y pedir su ayuda. Tenemos que reconocer, en primer lugar, nuestra necesidad, nuestro pecado, nuestra insatisfacción; hemos, acto seguido, que dirigir nuestros pasos al encuentro del que nos puede aliviar en esa situación, sentarnos en el Camino por donde camina la Vida -"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida"-; suplicar humildemente su ayuda -sin Él nada podemos; todo es don de dios- y, así, con fe profunda en Jesús, éste nos concede la vista, el oido, la fe, la gracia.

Ahora bien: Dios no es un "tapa-agujeros". Es decir, tenemos una necesidad, acudimos a El y nos la soluciona. Los caminos de Dios no son, a veces, nuestros caminos. El camino de Dios es Jesús y éste tuvo un camino crucificado. La cruz es consustancial a nuestra fe: Creemos en el triunfo final, en la Resurrección, pero, previamente, se nos exige que nos unamos a Jesús en su cruz, bebiendo su propio cáliz. Que sigamos su camino, como el ciego recién curado.

Pido a Jesús, como el ciego Bartimeo, por todos nosotros y de un modo particular por nuestros jóvenes: ¡Señor, hazles comprender que la luz y la verdadera alegría están junto a tí; que nos sentemos, todos, con humildad, en la senda de tu camino y que sepamos pedirte, fervorosamente, que cures nuestro mal, que no es otro sino la lejanía que, ciegamente, hemos interpuesto entre tu presencia salvadora y nuestra ciega soberbia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario