Pero tal vez los esfuerzos más importantes del Papa desde que ocupó la silla de Pedro han estado encaminados a tratar de llevar limpieza y transparencia a las polémicas finanzas vaticanas. En concreto al Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como el Banco Vaticano, desde hace tiempo bajo la sospecha de ser utilizado en operaciones de lavado de dinero. El Papa todavía se está planteando qué hacer con esta institución. «Sobre el futuro del IOR ya se verá», aseguraba Francisco recientemente en una entrevista a Andrea Tornielli, vaticanista de La Stampa. Mientras tanto ha puesto en marcha una comisión que está revisando todas las finanzas del Vaticano, a la que se suma una segunda comisión para aumentar los controles y evitar casos de corrupción como los que el Vatileaks, la filtración masiva de documentos reservados de la Santa Sede, sacó a la luz. Además, y siempre en nombre de la transparencia, Francisco ha encargado al grupo estadounidense Promontory y a Ernest Young que lleven a cabo una auditoría de las cuentas del Banco Vaticano. También ha pedido un informe de la Administración del Patrimonio de la Santa Sede y del Gobernatorio vaticano (el organismo encargado de la gestión financiera de la Santa Sede ). Por su parte, Moneyval, el organismo del Consejo de Europa que vigila si las medidas de un Estado contra el lavado de capitales y la financiación del terrorismo se ajustan a los criterios exigidos, ha sentenciado que el Vaticano está dando pasos adelante en el terreno de la transparencia y la lucha contra el blanqueo de dinero negro. Y si los casos de corrupción sacudieron el pontificado de Benedicto XVI, también lo hizo el escándalo de los abusos sexuales a menores a manos de sacerdotes. Aunque ya Ratzinger puso en marcha una política de «tolerancia cero», Francisco ha continuado su labor y ha decidido crear una comisión para proteger a los menores de posibles casos de pederastia y para ayudar a los que la han padecido. Fue precisamente el G-8 vaticano el que aconsejó al Papa la creación de dicho organismo, cuyas competencias concretas Francisco dará a conocer en breve mediante un documento específico.
"La primera reforma debe ser la de las actitudes. Los ministros del Evangelio deben dialogar"
Pero hay más. A finales de agosto el primer Pontífice jesuita nombró como nuevo secretario de Estado (el cargo más importante en el organigrama vaticano después del Papa) al italiano Pietro Parolin, ex nuncio en Venezuela y diplomático de gran prestigio, con quien se entiende muy bien porque ambos tienen un estilo parecido: ambos son sencillos, volcados en la misión pastoral y ajenos a las luchas de poder. Una elección que resulta especialmente importante a la vista de la gran misión que Francisco se propone llevar a cabo, y que consiste en una vuelta al mensaje esencial y primigenio del Evangelio. «Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado. Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes. Los ministros del Evangelio deben ser capaces de encender el corazón de las personas, caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender en su noche y su oscuridad sin perderse», aseguró Francisco en su larga entrevista a la revista de los jesuitas La Civiltà Cattolica. También en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium el Papa Francisco hace un llamamiento para recuperar el mensaje esencial del cristianismo, «la frescura original del Evangelio». Y eso, para Francisco, pasa indefectiblemente por volver a ser una Iglesia volcada en su vocación misionera, que no se «obsesione» con la doctrina moral y que se concentre en salir al encuentro de los pobres, los enfermos y los más desafortunados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario