miércoles, 30 de enero de 2013

LA VISIÓN CRISTIANA DEL HOMBRE

En este Año de la Fe, que los católicos estamos viviendo, el Papa continuamente en sus discursos, homilías y escritos está arrojando luz sobre la relación Fe y Razón, Ciencia y Fe. Al hacerlo, siempre resalta esa antropología cristiana o humanismo cristiano que subyace en todo nuestro ser y actuar. Desde una antropología cristiana, se descubre que el ser humano es, inicialmente, una persona con un elemento constitutivo y constituyente que posee una doble dimensión: la vertical y horizontal. Solamente se desarrolla como persona si su ser y actuar están enraizados en y se dirigen hacia Dios. Dimensión vertical. Pero, a la vez, hay una dimensión horizontal, que implementa la vertical, que nos hace sociables y que exige que nuestro quehacer sea hecho en común con nuestros semejantes, sintiendo con ellos, com-padeciéndonos con ellos y, más aún, viendo en el rostro de cada uno de ellos el rostro de Cristo, el Dios y Hombre verdadero. En Cristo hemos reconocido el "rostro" de Dios, barruntamos el Ser de Dios; y en Cristo descubrimos nuestro propio ser, nuestra naturaleza humana, y tomamos conciencia de que sólo en El seremos nosotros mismos, seremos personas, descubriremos nuestro más genuino y propio ser.
No obstante, el Papa alerta sobre el peligro de una reducción antropológica que, arropada de buenos sentimientos, convierte al hombre y a la mujer en algo individual, dueño de su propio ser y actuar, sin atadura de ningún tipo a instancia alguna ajena a él. En una palabra absolutiza al hombre.  Desde esta concepción sibilina y desviada, estamos apartando al hombre de encontrar, descubrir y vivir "esa dignidad integral, en el respeto a su doble dimensión vertical y horizontal", que decíamos.
A continuación transcribo unos párrafos del discurso de Benedicto XVI a la plenaria de Cor Unum.
Román Encabo.




"La fe y el sano discernimiento cristiano nos inducen por eso a prestar una atención profética a esta problemática ética y a la mentalidad que subyace a ella. La justa colaboración con instancias internacionales en el campo del desarrollo y de la promoción humana no debe hacernos cerrar los ojos ante estas graves ideologías, y los pastores de la Iglesia -la cual es "columna y fundamento de la verdad" (1 Tm 3, 15)- tienen el deber de poner en guardia contra estas corrientes tanto a los fieles católicos como a toda persona de buena voluntad y de recta razón. Se trata en efecto de una corriente negativa para el hombre, aunque se enmascare de buenos sentimientos con vistas a un presunto progreso o a presuntos derechos, o a un presunto humanismo. Frente a esta reducción antropológica, ¿qué tarea le corresponde a cada cristiano y, en particular, a vosotros, comprometidos en actividades caritativas, y por tanto en relación directa con muchos otros protagonistas sociales? Ciertamente debemos ejercer una vigilancia crítica y, a veces, rechazar financiamientos y colaboraciones que, directa o indirectamente, favorezcan acciones o proyectos en contraste con la antropología cristiana. Pero positivamente la Iglesia siempre está comprometida en promover al hombre según el designio de Dios, en su dignidad integral, en el respeto de su doble dimensión vertical y horizontal. A esto tiende también la acción de desarrollo de los organismos eclesiales. La visión cristiana del hombre en efecto es un grande sí a la dignidad de la persona llamada a la comunión íntima con Dios, una comunión filial, humilde y confiada. El ser humano no es ni individuo independiente ni elemento anónimo en la colectividad, sino más bien persona singular e irrepetible, intrínsecamente ordenada a la relación y la socialización. Por eso la Iglesia reafirma su gran sí a la dignidad y a la belleza del matrimonio como expresión de alianza fiel y fecunda entre un hombre y una mujer, y el no a filosofías como la del gender se motiva en que la reciprocidad entre lo masculino y lo femenino es expresión de la belleza de la naturaleza querida por el Creador".

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