viernes, 24 de enero de 2014

QUIÉN ES EL PAPA FRANCISCO, por José Aldunate, S.J.

Transcribo aquí este artíciulo del jesuita José Aldunate sobre el Papa Francisco, por considerarlas muy interesantes  e ilustrativas. Están sacadas de Religión Digital, que a su vez las toma de
 
 
Creo que es previo decir algo sobre el Papa Francisco quién es, a quiénes representa, qué hay detrás de sus palabras y declaraciones.
Los católicos decimos que el Papa Francisco “como Papa” preside en alguna forma la Iglesia. Y la Iglesia es la comunidad de fieles que siguen a Jesucristo el Profeta de Nazaret que vivió hace veinte siglos y murió en una cruz. Para entender mejor el mensaje papal hay que tener en cuenta que el advenimiento del Papa Francisco coincide con un vuelco que la Iglesia está asumiendo en su fe y en su mensaje. Este vuelco lo emprendió la Iglesia en el Concilio Vaticano II, (1962 a 1965). Pero recién se está actualizando, 50 años después.
La Iglesia la constituyen dos categorías de fieles, los clérigos (Papa Obispos y sacerdotes) y los fieles laicos. La Iglesia es fundamentalmente el “Pueblo de Dios”, es una sola categoría. Todos los bautizados con igualmente hijos de Dios y componen la Iglesia. En ella algunos, los clérigos han asumido tareas o ministerios. Estos no les coloca en una categoría de autoridad sino de servicio, están al servicio del Pueblo de Dios. Jesús en el evangelio indicó muy claramente cómo debe ejercerse este servicio cuando lavó los pies de sus discípulos en la última cena.
El Papa ha querido asumir él la causa del “Pueblo de Dios” y sobre todo de los más pobres y excluidos de este pueblo de Dios. Esto implica, en cierta manera, una verdadera revolución dentro de la Iglesia.
El tiempo es propicio para esta “revolución”. Por una parte la Iglesia pasaba por cierta crisis en su prestigio. Pero sobre todo porque los tiempos han cambiado y la estructura antiguo de la Iglesia ya no podía conservarse. Y, providencialmente fue nombrado Papa un latinoamericano con todo lo que este hecho implicaba. Y Jorge Mario Bergoglio nos ha revelado una personalidad excepcional forjada entre los jesuitas, ejercitada en una pastoral diocesana como obispo, ilustrada por la “opción por los pobres” propia de una Teología de la Liberación. Cultivada en tierras latinoamericanas.
Los cristianos no vemos en esta “revolución” una mera adaptación a los tiempos. Para nosotros, para las comunidades cristianas es una vuelta a nuestras raíces, un reencuentro con nuestras raíces, con el mensaje de Jesucristo en los evangelios “felices los pobres… de ellos es el reino de los cielos”. Es imposible calcular, barruntar, lo que significará efectivamente esta revolución en las estructuras y vida de las iglesias.
El Papa Francisco nos sorprenderá aún muchas veces con actitudes y declaraciones. Su reciente Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium es una de estas sorpresas. Con todo no se trata de medidas locas, el Papa va muy paso a paso, tiene clara la meta; que la Iglesia, la comunidad cristiana trasparente para el mundo de hoy día el mensaje fundamental de Cristo, la fraternidad humana que ha de extenderse a todo el mundo, exigencia de la paternidad de un Dios que nos quiere como hijos. Esta meta lejos de ser utópica debe convertirse en motivación efectiva de una práctica que nos toca a todos implementar partiendo por el mismo Papa.
Hay una norma del bien y del mal ético dictada por nuestra fe en Dios y nuestro compromiso con su proyecto, el que busca para los hombres una fraternidad en la igualdad y en la solidaridad. Es bueno lo que podamos hacer para acercarnos a ese ideal. El Papa no reduce este imperativo de buscar fraternidad al plano económico y aun social, pero este imperativo abarca ciertamente este plano. Así comprendemos las frases que ha pronunciado a este respecto.
53. Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad.
Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo; con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».
El rechazo a la economía liberal es total. No por razones económicas con las que se suele autojustificar sino porque permite pobreza. Se revela como falso el famoso principio; si cada uno busca su propio provecho una mano providencial invisible hace que redunde todo en el bien común. Y de veras el mundo actual no representa una imagen de “bien común”.
El Papa no se detiene a analizar la economía liberal o sus alcances y limitaciones. Constata sus efectos, la tremenda pobreza regional y mundial, las injustas desigualdades.
Por esto su empeño no es argumentar una causa sino movilizar a la Iglesia, movilizar las bases para enfrentar las necesidades reales de pobreza en el mundo. El Papa llama a los cristianos a una movilización general, a “salir” de sus fronteras defensivas, del mundo de su egoísmo e instalación. Y a tomar en serio el evangelio de Cristo; el desprendimiento de los bienes propios en sus variadas formas, en beneficio de los demás.
El Papa Francisco en la medida de lo posible nos da ejemplo.
José Aldunate, SJ - Profesor de Moral

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