lunes, 3 de junio de 2013

NICOLÁS CASTELLANOS, EL CONCILIO VATICANO II Y LA IGLESIA HOY (II)


La entrevista que aquí cuelgo, que es la segunda (II) de varias entregas, ha sido publicada íntegramente por LIBERTADDIGITAL. COM, en su edición del 30-05-2013.


Continuación....:

Tú eres hijo del Concilio Vaticano II. ¿Cómo has vivido el inicio primaveral, que él supuso, y la posterior involución programada por el pontificado de Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger?

Los que vivimos ese kairós, el Concilio Vaticano II, quedamos marcados y señalados en actitudes y comportamientos. Recuerdo que, cuando me llamó el nuncio Luigi Dadaglio para comunicarme mi nombramiento de Pablo VI como obispo de Palencia, ante mi resistencia habitual, me dijo: "Pablo VI nombra obispos a presbíteros que hayan asimilado las coordenadas del Concilio Vaticano II".

Lamentablemente en los últimos 35 años: "Se ha difundido la impresión de que el impulso conciliar se ha diluido y frenado en todas direcciones, la reforma litúrgica es mutilada en su horizonte de participación. La elección de los pastores es sustraída a cualquier tipo de implicación de los fieles. La responsabilidad de los obispos reunidos en las Conferencias Episcopales está circunscrita por todas partes, humillando tradiciones venerables y carismas que podían verificar las comunidades". Así se expresa Giuseppe Alberigo, el mejor conocedor del Concilio Vaticano II.

¿La restauración paralizó e hizo retroceder en América Latina las propuestas y avances del Concilio Vaticano II, de Medellín...?

La gran intuición de la Iglesia en América Latina y el Caribe fue la gran Asamblea de la Conferencia del Episcopado l atinoamericano,reunido en Medellín, en 1968, tres años después del Concilio Vaticano II; seguidas luego de Puebla, Santo Domingo, Aparecida. Allí asumen, disciernen e impulsan el camino pastoral y eclesiológico de Vaticano II, fieles al Espíritu Santo y fruto de su creatividad.

No se puede negar que ha habido muchas persecuciones, presiones, reprimendas, caminos cortados, documentos, como el de "Aparecida" aprobados por la colegialidad de los obispos de Latino América, y sin embargo fueron corregidos y suprimidos algunas afirmaciones por parte de la Curia vaticana. No han faltado acosos a muchos teólogos latinoamericanos. Todo eso es cierto. Pero no hay camino teológico o teologal, sin las huellas martiriales de la Cruz, como aconteció con Jesús de Nazaret.

"Medellín, es el Pentecostés del Vaticano II en América". Y Gustavo Gutiérrez señala: "Medellín fue una pronta y creativa recepción de la Asamblea conciliar". Últimamente, Aparecida, sigue la tradición profética de Medellín y nos deja oir la voz de nuestros obispos que nos invitan a ser cristianos y apóstoles con libertad, humildad, valentía y audacia en actitudes de hijos, samaritanos, y nunca esclavos.

¿A qué se debe la frecuente alianza de la jerarquía con el poder y la derecha?
¿Se da una política, que se pueda definir químicamente pura y sobre todo en una política liberadora?

Hoy tenemos tres propuestas:

Primera, la Iglesia tiene que aceptar la autonomía de los poderes temporales y someterse a ellos (Conclio Vaticano II);en consecuencia, hay que ir construyendo una nueva convivencia ciudadana teniendo bien claros los conceptos de laicidad, laicismo, estado laico y también el modo de estar y de actuar de la Iglesia en una sociedad democrática, laica, pluralista.

Segunda, la Iglesia , aunque ya no ejerza roles en la política, puede jugar un gran papel en la democracia. Tiene tarea en los mismos límites de la democracia, toca temas de valores, de sentido, al tomar decisiones en políticas sociales.

No basta la ingeniería social para resolver los casos de soledad de los ancianos, enfermos de sida. Las tradiciones religiosas son las que aportan esa sensibilidad y motivación para la solidaridad, honestidad, generosidad, desprendimiento, gratuidad. Deben saber los políticos y los laicismos excluyentes que la sola política no produce los valores que sostienen la misma democracia: responsabilidad, solidaridad, ética, participación... El estado neutral no ofrece visiones últimas, deja un vacío, y ahí la religión puede aportar algo con su sentido último y totalizante.

Nuestros responsables eclesiales deberían ser los que mejor cuiden de este potencial político ciudadano y los políticos no ignorarlo. Una laicidad ilustrada y responsable, sabe que tiene en la Iglesia una aliada para forjar una democracia adulta y madura. Es falso que el estado laico sea ateo o esté en contra de la religión. Eso sería una perversión de la laicidad. Otra cosa es el laicismo, que llamamos excluyente, porque es beligerante, marginador y agresivo.

Por otra parte, la Iglesia tiene que respetar el estado, sin pedir privilegios, ni mantener controles morales en una sociedad laica y democrática. Siempre existen cuestiones fronterizas, que pueden crear conflictos. No queda más remedio que llegar a un entendimiento sabio entre la Iglesia y el Estado.

Tercera, la Iglesia debe saber estar en la sociedad civil. Ya no tiene poder para intervenir en una sociedad democrática y pluralista, pero sí tiene muchas posibilidades en capacidad educativa en valores, en cuestiones de sentido, de derechos humanos, del cuidado de la naturaleza, de las causas de las justicias y atención a las personas más vulnerables.

Pero es muy importante y decisivo el modo como lo haga: de forma democrática, de igual a igual, ofreciendo y no imponiendo, desde la racionalidad, tolerancia y bondad del corazón.

La sociedad civil tiene un papel emergente. Yen ese terreno debe "jugar" el cristianismo. Si quiere mantenerse lúcido tiene que desembarazarse del mercado y del Estado y "jugar" en la sociedad civil emergente, con libertad y para la justicia; solo así es posible la fraternidad cristiana y solo así es "significativo" lo "diferencial cristiano".

¿Estarías de acuerdo con Casaldáliga en transferir del centro eclesial a la periferia el 70% de las cuestiones?

Por supuesto. Se trata de un imperativo teológico, pastoral y sociológico, que nace de la eclesiología de comunión y del principio inspirador de la colegialidad. Además del Concilio, deberíamos recuperar el gesto asambleario en la Iglesia, que fue normal en los primeros siglos de la comunidad cristiana. "Lo que es de todos, tiene que ser resuelto por todos", del Derecho Romano que pusieron en práctica hasta los papas medievales más autoritarios, Inocencio III, Gregorio VIII.

Llevado a la práctica este principio deberíamos llegar en la Iglesia a constituir LA ASAMBLEA DE TODO EL PUEBLO DE DIOS, con participación de todos. No hablo de memoria. Así lo practiqué en mis años de Obispo de Palencia, con reconocimiento de todos. En "Hombres Nuevos" defendemos que hay que establecer puentes no del centro a la periferia, sino de la periferia al centro.

Hoy la Iglesia no tiene que aparecer excesivamente jerarquizada, clericalizada y centralizadora. Resulta más pedagógico no imponer, sino más bien proponer cambios de estructuras, como pide reiteradamente el documento de "Aparecida", desarrollar otras formas para devolver el protagonismo a los laicos, a la mujer, a los jóvenes, a los movimientos sociales. Sigue vigente el símbolo Juan XXIII de abrir ventanas, porque la Iglesia huele a viejo.

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