martes, 17 de mayo de 2011

LA IGLESIA Y LAS ELECCIONES


Pero, hombre: ¡A estas alturas del S. XXI y continúamos con la estéril discusión de si la IGLESIA tiene que opinar o no! Acabo de leer lo que un Obispo español acaba de decir relacionado con las elecciones en que estamos inmersos y veo que muchos, todavía y a día de hoy, se extrañan de que la Iglesia hable en estas ocasiones.

En democracia, la Iglesia, como cualesquiera otro grupo:

1.- Puede emitir su opinión.

2.- Al hacerlo no le está diciendo a todo el mundo, sino a sus fieles solamente y a los hombres / mujeres que lo acepten de buen grado, lo que tienen que hacer. Si alguien no está de acuerdo, fácil: pasa página y sigue leyendo.

3.- Igual que el Estado nos utiliza a los ciudadanos para ayudarle a recaudar sus impuestos (p.e. el IVA), así el Estado es vehículo ancilar a favor de los ciudadanos para que, en los casos en que éstos así lo requieran, desvíe parte de sus ingresos a favor de la Iglesia, en este caso, o a favor de otra institución social, con la que haya acuerdo. Solamente apoyan económicamente a la Iglesia aquellos que libremente quieren y lo indican en su declaración del IRPF, marcando la X. Otra cosa es la enseñanza concertada. Con esta modalidad, el Estado no hace sino ahorrarse muchos millones, pues, este tipo de enseñanza -bastante mejor que la pública, por regla general- conllevaría un mayor gasto si corriera a cargo exclusivo del erario público.

4.- Si el Estado puede -por motivos culturales, sociales, políticos...- ayudar/subvencionar/apoyar económicamente a grupos tales como los Sindicatos, los Partidos Políticos, los grupos LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales), etc., ¿por qué no va a hacerlo con un grupo hipermayoritario como es el católico? Con mayor razón, obviamente.

5.- En medio de la vorágine electoral en que los partidos políticos nos tratan como si fuésemos subnormales, como si no les conociésemos, como si no nos hubiésemos enterado de lo que han hecho y de lo que no han hecho en la legislatura que termina, sería de agradecer cualquier voz -no sólo la de la Iglesia- que quiera -de un modo bastante objetivo y distante de los partidos- abrirnos los ojos y ayudar a reflexionar sobre nuestro deber. Insisto, no obliga a nadie. Ni siquiera a los católicos. A la Iglesia la escuchamos con agrado los católicos, eso sí, y muchísimos hombres -no digo todos- de buena voluntad.

6.- Finalmente, si lo que dice la Iglesia molesta, fácil. La solución: Pasar página; no hacerlo aprecio; olvidarlo. La refutación a sus ideas no haría sino fortalecer sus conceptos.

7.- Todo lo dicho, de verdad: Sin acritud.

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