Gracias a Dios, las vacaciones ya están aquí. Todo el año esperándolas y en el primer día te encuentras, incluso, un pelín extraño. Extraño pero lleno de satisfaccion. El cambio de vida es tan brusco que ahí está la explicación de esa especie de extrañeza que se siente en los primeros momentos. Sin embargo, inmediatamente el cuerpo y la mente se adaptan a la nueva situación y empieza el disfrute de estos días, por otra parte, tan merecidos.
Los primeros días he disfrutado de nuestras llanuras morañegas, en la parte norte de Avila. Allí, el encuentro con los amigos y conocidos le llena a uno de relajamiento y gozo. La vida tranquila de nuestros pueblos supone un bálsamo y sosiego cuando se viene de la ciudad y se lleva una vida de horarios prolongados y tareas muy exigentes. Complementar estos días de paz rural, con la luminosidad de nuestro entrañable Levante español, será la clave para recuperar fuerzas, disfrutar de unas vacaciones completas y enfrentarse al nuevo curso con renovadas ilusiones.
Los primeros días he disfrutado de nuestras llanuras morañegas, en la parte norte de Avila. Allí, el encuentro con los amigos y conocidos le llena a uno de relajamiento y gozo. La vida tranquila de nuestros pueblos supone un bálsamo y sosiego cuando se viene de la ciudad y se lleva una vida de horarios prolongados y tareas muy exigentes. Complementar estos días de paz rural, con la luminosidad de nuestro entrañable Levante español, será la clave para recuperar fuerzas, disfrutar de unas vacaciones completas y enfrentarse al nuevo curso con renovadas ilusiones.
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