miércoles, 12 de marzo de 2014

NUEVO PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPA: RICARDO BLÁZQUEZ

Nuestro querido paisano, Ricardo Blázquez, actual arzobispo de Valladolid, ha sido elegido por los obispos de la Conferencia Episcopal Española, como nuevo Presidente de dicho órgano colegiado. Con gran alegría y satisfación personales, he abierto hoy los periódicos digitales para ver la noticia, que, no por esperada, es menos gratificante.
 


Tras el largo periplo -con un tiempo de interrupción en el que el mismo Ricardo Blázquez le sustituyó- de Antonio María Rouco Varela al frente de la CEE, se hacía necesario el cambio de personajes. No seré yo quien arremeta aquí contra  Rouco, pero, sí soy de los que comprendo que era necesario el cambio. Al obispo gallego le cuesta un poco, ya, acomodarse al ritmo "franciscano" impuesto por el nuevo Papa. Se hacía necesario, la Iglesia española necesitaba, un nuevo timonel para afrontar los nuevos tiempos con aires renovados y bríos corajudos.


No se trata de centrar todo el quehacer pastoral en la unidad de España, como bien común; no se trata de centrar toda la preocupación pastoral en la defensa de la vida, desde sus comienzos. Se trata, además de seguir manteniendo eso, de ampliar los horizontes. Esa nueva visión implica y supone acercarse más a los hombres concretos, a sus problemas personales, familiares, laborales, sociales en su conjunto. Defender la vida supone defender también a aquellos que, aunque no son aniquilados son, sin embargo, marginados de tal forma por las estructuras sociales, laborales y políticas que quedan reducidos a la desaparición como personas. En esta tarea, la presencia cercana de José María Gil Tamayo, portavoz de la Conferencia Episcopal, le será, sin duda, de gran ayuda.

 La Iglesia tiene que repensar el mensaje del Evangelio y llevarlo con ternura a tanta gente que, dentro y fuera de la Iglesia, se sienten ninguneados; a tanto parado de larga duración; a tanto muchacho y muchacha joven que, con una formación universitaria envidiable -y única en la historia de este país- se ven obligados a emigrar al extranjero; la Iglesia tiene que evangelizar y dejarse evangelizar por tanto hermano latinoamericano, centroeuropeo y africano que, traído por la penuria y la necesidad, llega hasta nosotros. Sí, hemos de ser receptivos y convertirnos, para ellos -para todos-, en signo del amor, de la ternura de Dios para todos sus hijos, para todos los hombres. 

Personalmente, estoy muy contento con la elección de Ricardo Blázquez, como Presidente de la Conferencia Episcopal Española, pues, conozco a Ricardo personalmente, ex illo tempore. Corría el año 1964 cuando entré al Seminario de Avila a cursar el primer año de los estudios de Filosofía. Allí estaba y allí conocí a Ricardo, cursando, entonces, segundo curso de Teología. Fueron, pues, tres años los que convivimos bajo aquellos santos muros del gran edificio de la Avenida de la Inmaculada, en Avila. Años felices, donde descubrí que Ricardo era, fundamentalmente, un hombre bueno. Una gran persona. A la vez, su formación junto a don Baldomero Jiménez Duque, del que era su secretario personal, configuró su carácter sacerdotal, con aquella impronta de "Baldomeriana", por un lado- y, por otro lado,  con la antena puesta siempre en dirección -como exigía el Concilio Vaticano II, que estaba a punto de clausurarse- a los hombres, sus hermanos.

 Ricardo es un hombre bueno, un hombre agradable, afable, dialogante, constructor de puentes de entendimiento más que de muros de independencia. Estas cualidades harán mucho bien a sus hermanos, los obispos españoles, y a toda la Iglesia de España, en estos momentos. Sabrá ser un cauto y respetuoso transmisor de los aires renovados y renovadores que nos vienen de Roma, con el buen Papa Francisco. Dada su edad, Ricardo tendrá -probablemente- una presidencia corta, que servirá de tranquila vía de transición para los nuevos tiempos en que estamos insertos. Son momentos,  más que para el Derecho Canónico, para la pastoral cercana y atenta a las necesidades de los hombres y mujeres. Tanto matrimono roto, tanto joven desnortado, tanto sacerdote -en activo o secularizado- desilusionado, tantos migrantes con los que convivimos diariamente. Este nuevo cuadro debe ser enfocado con unos lentes nuevos, llenos de amor, de ternura y de misericordia, como nos dice diriamente el Papa Francisco. Ricardo Blázquez puede hacerlo y, confío, lo hará. Para él y para nuestra Iglesia de España mis humildes oraciones, pues, somos simples instrumentos en manos de Dios. Que Dios y la Virgen María le iluminen, protejan y ayuden en su servicio pastoral a los españoles todos.

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