miércoles, 25 de diciembre de 2013

HURACÁN FRANCISCO (I), por Irene Hdez. Velasco, en el Mundo Digital

Nueve meses, tan sólo nueve meses. Ese es el tiempo que ha pasado desde el pasado 13 de marzo, cuando un argentino sonriente se asomó al balcón de San Pedro y se presentó al mundo como el «Papa llegado del fin del mundo». La impresión extendida es que el tiempo transcurrido desde la elección de Francisco fuese infinitamente mayor. Si no resulta difícil de explicar cómo es posible que en únicamente nueve meses hayan cambiado tantas cosas... Porque en un tiempo absolutamente récord Francisco ha conseguido darle un buen lavado de cara a una Iglesia desprestigiada y en estado agonizante, modificar completamente su agenda y renovar la fe de millones de católicos de todo el mundo. Así como ganarse el respeto y la admiración de muchos ateos y personas que profesan otras religiones.


Sólo hay que ver el huracán de ilusión que ha desatado Bergoglio, y que se materializa en las multitudes que cada miércoles y cada domingo se adueñan de la Plaza de San Pedro para ver de cerca al Papa, para oír a Francisco. La cifra no suele bajar de las 150.000 personas, una cantidad que hasta hora en el Vaticano solamente se alcanzaba en grandes ocasiones. Por no hablar del furor que el Pontífice desata entre los no católicos, incluidos colectivos que tradicionalmente siempre se han distinguido por tener una relación muy conflictiva con la Santa Sede. Es el caso por ejemplo de la comunidad homosexual, que Francisco se ha metido en el bolsillo de tal manera que la revista The Advocation –la publicación de referencia de la comunidad gay y lesbiana estadounidense– ha decidido nombrarlo la persona más influyente de 2013. Sin duda las palabras del Papa pronunciadas en el vuelo que le llevó a Roma desde Río de Janeiro en julio pasado han hecho la diferencia: «¿Quién soy yo para juzgar a un gay?». Entre otras muchas cosas Francisco gusta porque en lugar de insistir en la doctrina moral de la Iglesia, que da por sabida, se centra en otras cuestiones. Porque se muestra absolutamente respetuoso con quienes son ateos, agnósticos o practican otras religiones. Porque se presenta a sí mismo como un pecador, como alguien que se encuentra al mismo nivel de los demás, y que también necesita que recen por él. Porque ha puesto en marcha una revolución de humildad y de austeridad en el Vaticano que está dejando boquiabierta al mundo. La prueba es el enorme espacio que los medios de comunicación de todo el mundo dedican a Francisco, el mayor que haya recibido nunca un Papa.

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