lunes, 10 de septiembre de 2012

CALPE: Los coches en el bolsillo





El Ayuntamiento de Calpe ha tenido a bien (¿), como una gran parte de municipios de España de cierta entidad, pintar de “zona azul” prácticamente todas las calles del pueblo.

Como se sabe, Calpe es un pueblo que ha crecido imparablemente durante los últimos 30 años, debido, principal y casi únicamente, al turismo. En el término municipal han comprado casas, chalets y apartamentos infinidad de extranjeros –primordialmente ingleses y alemanes- y muchísimos madrileños, amén de vecinos de Castilla-La Mancha.

Esta afluencia turística comportó, obviamente, un frenético ritmo de construcción inmobiliaria, que era la segunda columna sobre la que Calpe ha cimentado el crecimiento indicado. Hasta hace tres años, eran decenas de grúas las que se alzaban indicando la construcción de nuevos edificios y eran casi medio centenar o más de agencias inmobiliarias –hoy reducidas a una escasa docena- las que se encargaban de publicitar y ejecutar el marketing de esos inmuebles. Todo esto se ha parado, por mor de la crisis, pero, eso, es otro asunto distinto al que hoy quiero, aquí, tratar.
Huelga decir que en verano la población de Calpe se triplica y cuadruplica, cuando todos los propietarios de segunda vivienda van a disfrutar a esta maravillosa perla de La Marina Alta sus vacaciones. Y, ¡hete aquí el problema!: No se puede aparcar. Y es imposible hacerlo, porque como indicaba de entrada, el Ayuntamiento ha tenido la genial idea de solucionar la entrada de ingresos que las mencionadas grúas proporcionaban, pintando la mayoría de las calles de zona azul, es decir, con aparcamiento regulado por tiempo y precio.

Exceptuando calles del casco antiguo (que esa es otra…), todas las que desembocan en la Playa del Arenal-Bol, paralelas y adyacentes a la Avenida de Gabriel Miró, arteria principal de la vida turística, están sometidas a la temible “ORA”, el aparcamiento está pintado de azul.

Me he molestado en ir al Ayuntamiento a preguntar acerca de tal situación, en la esperanza de que hubiese ordenado el aparcamiento de tal forma que tanto los residentes empadronados en el pueblo, como aquellos que no estando empadronados somos, sin embargo, propietarios de algún inmueble, pudiéramos tener algún régimen especial. Pues, bien, la situación, según me explicaron es la siguiente: Todo el mundo, residentes empadronados, propietarios no empadronados y visitantes circunstanciales deben abonar el precio correspondiente. En el caso de los empadronados tienen un ligero descuento con respecto al resto, pero, tienen que abonar diariamente su aparcamiento.

Surgen, ante esta situación, muchas dudas y preguntas:

1. ¿Por qué –que diría Mouriño- la distinción entre propietarios empadronados y propietarios no empadronados? ¿No implica eso una discriminación injusta? ¿No comporta un agravio comparativo?
2. ¿Por qué no se ha impuesto una pequeña tasa anual a los “residentes”, en vez de obligarles a estar diariamente bajando a actualizar su ticket de aparcamiento?
3. Y ésta es la cuestión más importante: ¿Qué hacemos con los coches, durante los meses de julio, agosto y septiembre? Lo lógico es que el Ayuntamiento, al promulgar la orden de pintar de azul todas estas calles hubiera previsto y provisto de unos lugares públicos, gratuitos, donde poder dejar aparcados los coches, con toda garantía y seguridad. Era lo lógico, pero no lo ha hecho. La situación hace, pues, preguntarnos: Si no tenemos donde aparcar, ¿nos metemos los coches en los bolsillos? Si a esto le añadimos el comportamiento del cabildo en otras áreas, no es extraño que surjan carteles como éste:



Supongo que en el transfondo social, político y económico de esta aleve situación hay dos razones. Una, la ya apuntada: Fuente de financiación municipal, en vista de que “el ladrillo” ha fallado y las licencias de obras brillan por ausencia, debido a la crisis. Y, otra, que pudiera haber algún interés subliminal y bastardo de orientar toda esa masa de coches hacia los Aparcamientos Públicos y Privados, de pago, por supuesto. El problema es –no se cómo no lo han previsto el Alcalde, sus Consejeros y Concejales- que en Calpe no hay aparcamientos de pago suficientes para albergar a tanto vehículo durante los meses de verano. El problema es, también, que aunque lo hubiera, no se debe someter a los vecinos, empadronados o propietarios sin más, a un tributo más que graba sus exhaustas carteras.
Muchos tendrán que dejar de ir a Calpe, por la situación expuesta. Otros podrán seguir yendo, pero, el gasto de aparcamiento irá en detrimento del gasto en hostelería y comercio que anteriormente hacían. Ante esta situación, el Ayuntamiento paliará, muy poquito, su fuente de ingresos, pero, muchos propietarios de bares, restaurantes y comercios verán  pasar las horas comerciales sin que entre a su establecimiento cliente alguno. Ya este verano se ha notado. Ya les contaré al que viene, pues, hay otra circunstancia agravante que quiero dejar aquí reflejada: Una gran mayoría del turismo de propietarios (madrileños, castellanos-manchegos…) que vamos a Calpe somos personas ya jubiladas o a punto de hacerlo. Ir en coche es, para esta gente, el modo más fácil de viajar, pues, resulta que los otros medios de comunicación dejan bastante que desear: tren o autobús. No hay tren directo desde Madrid y la estación, al igual que la de autobuses, queda lejos de las casas, para poder transportar los bultos y maletas que hay que llevar. Sin duda, cuando no puedan ir en su coche, muchos veraneantes dejarán –dejaremos- de ir a Calpe.

¡Qué miopía intelectual tan grande en los munícipes Calpinos!, ¡qué estrechez de parietales demuestran tener al aplicar soluciones de tan corto recorrido a la hora de imaginar nuevas fuentes de ingreso! La construcción se vino abajo. ¡Como se venga, también, el turismo…!

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