lunes, 9 de noviembre de 2009

PARTIDOS POLÍTICOS DEMOCRÁTICOS Y CONSTITUCIONALES


Estamos viviendo una situación social, política y económica crítica, en el pleno sentido de la palabra "crisis". La situación actual es comparable, mutatis mutandis, a lo que sucedió en el período 1975, tras la muerte de Franco, a 1978, con la aprobación de la Constitución. Entonces se venía de un régimen autoritario, que en sus inicios había sido una ferrea dictadura - y se empezaba a vislumbrar un horizonte más plural, germinalmente democrático y que, por fin y por suerte, acabó en una democracia parlamentaria. Fueron muchos los criterios, los valores, los posicionamientos ideológicos, culturales y morales que hubo que revisar y adaptar a la nueva situación. En mi opinión todo acabó felizmente en una democracia de naturaleza parlamentaria y carácter monárquico (monarquía parlamentaria).

Ahora la situación deviene, a mi entender, tan convulsa y preñada de cambio como la anterior. Analizando el hacer y quehacer de algunos partidos políticos, de grupos sociales y económicos, se detecta un deseo de cambio profundo del sistema que nos rige. No hace falta ser un lince ni en política, ni en sociología, ni en economía, para comprender que tal deseo -y la situación que comporta- es muy seria y puede tener unas consecuencias tremendas, ya que los puntos de partida son distintos y distantes de los que rigen nuestra actual urdimbre democrática, y, pudieran ser, catastróficos en sus consecuencias finales.

Creo que es el momento de que todos, los ciudadanos, las fuerzas empresariales y sindicales, el poder económico y financiero y, principalmente y a la cabeza de todos, la clase política, reflexionemos sobre lo que tenemos, lo que queremos y, finalmente, las consecuencias de optar por unas líneas o por otras.

El Título Preliminar de nuestra Constitución de 1978, artículos 1 al 9, son las columnas fundamentales de este sistema constitucional que los españoles nos dimos, por abrumadora mayoría. El Título Preliminar de ésta, como de cualquier constitución democrática, es la referencia y el faro que ilumina al resto del articulado que configura la Constitución. Y tras el Título Preliminar -columna del edificio constitucional- se encuentra el Título I, de los Derechos y Deberes Fundamentales, que a través de sus cinco capítulos desarrolla la base y el esqueleto del resto del edificio constitucional. ¡Ojo a cualquier cambio cultural o ideológico que queramos implantar! Hay derecho a intentarlo, pero, siempre respetando la realidad constitucional o intentando, previamente, el cambio o modificación de ésta, por los cauces que la misma Constitución establece. Puedo estar equivocado, pero creo que algunos planteamientos legales actuales -Memoria Histórica, matrimonio de homosexuales, Estatuto de Cataluña, financiación autonómica, funcionamiento de los partidos políticos...- chocan frontalmente o al menos pueden chirriar al confrontarlos con el Título Preliminar y con el Título I de nuestra Carta Magna.


He puesto al final, pero no en último lugar, si a su importancia se refiere, el "funcionamiento de los partidos políticos". Los partidos políticos son una institución tan clave, constitucionalmente hablando, que su contemplación está recogida en el importantísimo Título Preliminar. Reza así, el artículo 6:


"Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos".




Sinceramente observo que, hoy, este artículo está siendo menospreciado y orillado por nuestra clase política, sobre todo en su último inciso: "Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos". Y esto es gravísimo. Hasta tanto no se democraticen internamente los partidos políticos, nuestra sociedad, toda, padecerá similar déficit democrático. No es de recibo, que la ciudadanía de a pié estemos, hoy, comprobando que la razón primera y última de los partidos es llegar y mantenerse en el poder. Observamos -y ésto duele- que adolecen de vergonzosas querellas políticas internas, que, por otra parte, son el crisol que hay que salvar para llegar a ser "político"; la mayor parte de su esfuerzo político está en formar dossieres con las faltas y pecados de propios y extraños, con el fin de utilizarlos como arma política en el momento oportuno; son incapaces de ponerse de acuerdo en cosas esenciales que atañen a la sociedad entera, pero, sí lo hacen en aquellos asuntos que les atañen a ellos, directa o indirectamente, positiva o negativamente. Me explico: No son capaces de ponerse de acuerdo y lograr un gran consenso nacional para hacer frente a la enorme crisis que padecemos; sin embargo, están de acuerdo en no modificar -por eso decía antes "positiva o negativamente"- la vigente Ley Electoral, pues, la regulación actual les favorece a ellos -los dos grandes partidos- cuando están en el poder. No son capaces de ponerse de acuerdo en traducir en leyes y reglamentos internos el gran precepto constitucional: "Su estructura interna y funcionamiento deben ser democráticos"; por el contrario, a veces da la impresión -quiero ser benévolo...- de que se oponen frontalmente a cualquier viento que hable de regeneración política y democrática que, empezando por los propios partidos políticos, incida, por difusión, en todos los estamentos e instituciones políticas, sociales y económicas.



La corrupción política actual está ahí. Es un dato incontestable, pues, los mismos políticos esgrimen, como única defensa, el "y tú más". Opino que es el momento de que las grandes personalidades de nuestra sociedad, que las hay en todos los niveles y estructuras de ésta, se planteen la gravedad de la situación actual y exijan una catarsis, total y absoluta, de nuestros políticos y de nuestras instituciones democráticas. Pero tengo por cierto, que ésto solamente tendrá lugar cuando se empiece por sanear y democratizar los propios partidos políticos.



¡Háganlo, por favor, pues, a los ciudadanos nos empieza a dar vergüenza propia!. Digo propia y no ajena, pues, partiendo de nuestra Constitución, los partidos políticos no son algo ajeno a nosotros, sino al contrario, necesarios para expresar el pluralismo político; son plataforma imprescindible para concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular; y son instrumento fundamental para la participación política. Pero, todo esto lo lograrán -como dice el meritado artículo 6 del Título Preliminar de la Constitución- si su estructura interna y funcionamiento son democráticos.

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