sábado, 18 de abril de 2009

ANTE LA CRISIS: NUEVOS PACTOS

La crisis ya está aquí. En estos momentos todos estamos inmersos en la crisis y, de alguna manera, a todos toca y en todos influye la maldita crisis. Ya pasó el año 2008 donde, casi hasta el final, uno no sabía a quién hacer caso: A los que venían tiempo atrás diciendo que se avecinaba, galopante, una gran crisis o a los que con optimismo, ahora se ve que exagerado y equivocado, nos decían que eran ligeras perturbaciones económicas o financieras, pero que en España apenas influirían, habida cuenta la solidez de nuestro tejido económico-empresarial y nuestra inmejorable infraestructura legislativa en lo que a la realidad financiera se refería. Se llegó a decir, incluso, que nuestro sistema financiero era paradigmático y, por ello, referente para los demás países de su entorno.

Hoy ya no. Se acabaron las discusiones sobre si eran galgos o podencos. La crisis está aquí y a todos nos toca en mayor o menor medida. Se lee que una de cada tres familias tiene algún familiar en paro, de tal manera que el número de parados anda por los 4 millones de personas. Terrible.

Ante una crisis económica, como ante cualquier dificultad o contrariedad de la vida, lo peor que podemos hacer es no aplicarnos, cuanto antes y de pleno, a diagnosticar la situación con toda objetividad, buscar su etiología, sus causas y razones, y proponer una terapia de choque, en un primer momento, y sostenida y acertada hasta que las consecuencias cambien radicalmente e indiquen que aquellas causas negativas han desaparecido. Para ello, si es necesario, nos ponemos en manos de expertos, consultamos a próximos y conocidos y escuchamos muy atentos lo que han hecho o hacen otros que o bien han sufrido antes este mal o lo están sufriendo coetáneamente.

Y en este punto es donde me entra una gran incertidumbre. Los que, por edad, fuimos testigos de la crisis que nos sobrevino apenas haber estrenado nuestra actual democracia, recordamos con gran añoranza aquella actitud de toda la clase política al completo. Todos, sin distinción de orígenes o ideologías, aunaron esfuerzos para afrontar y dar solución a la grave crisis, que se agravaba, para España, por la necesidad de entrar en la Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea. Partidos y Sindicatos fijaron objetivos comunes, olvidaron reivindicaciones particulares o sectoriales accidentales y firmaron los Pactos de la Moncloa. Posteriormente, en circunstancias también muy difíciles, supieron olvidar rencillas partidistas e intereses particulares y firmar los llamados Pactos de Toledo.

Voces muy cualificadas piden que hoy se reediten unos Pactos similares a los referidos. Desde mi punto de vista particular hoy la necesidad es aún mayor, pues, como se ha dicho desde el mismo Gobierno –últimamente, todo hay que decirlo; pero nunca es tarde si la dicha es buen- esta es la crisis más profunda que se ha conocido, superando incluso el crack del año 1929. Y a pesar de esta enorme crisis, nuestros políticos son incapaces de aunar esfuerzos, buscar una solución común y dar una respuesta conjunta. Da la impresión de que unos y otros están a la espera de que la crisis pase y les encuentre lo mejor situados posible. Si soy capaz de superar la crisis, manteniendo el mismo discurso que hice en la campaña electoral, cumpliendo las promesas allí hechas, sin saber –como se proclamaba- que había crisis, entonces en las próximas elecciones tendré hecha, prácticamente, la campaña: Ciudadanos, mi Partido soluciona o sobrepasa las crisis sin rebajar un ápice sus políticas sociales. Esta parece ser, vista desde fuera como ciudadano de a pie, la postura del partido en el gobierno. Por el contrario, la postura de los partidos de oposición parece, también desde fuera, que es quedarse quieto a ver si la crisis quema al gobierno y les dan hecha la campaña: Ciudadanos, nuestro-s partido-s nunca hubiera sido tan inepto de dejarles quemar por la crisis; vótennos y, en nosotros, encontrarán en el futuro un seguro de bienestar, a prueba de crisis.

Es mi visión particular de la situación. Posiblemente no esté del todo acertada, pero creo, sinceramente, que algo de esto hay. Y es penoso. No es de recibo que mientras la situación económica, empresarial, industrial, financiera, familiar empeora por minutos, nuestros políticos no sean capaces de mirar el bien de todos, los intereses generales y lanzarse, unidos, a salir de la crisis, arrimando todos el hombro y en la misma dirección. Tiempos vendrán, cuando se haya superado la crisis, que no sea necesario el consenso y cada partido político se limite a ejercer el papel que los ciudadanos hayan puesto en sus manos, a través de las urnas. Unos, gobernando, los otros, ejerciendo, constructiva y lealmente, sana oposición, descubriendo y denunciando las equivocaciones del que gobierna y, a la vez –y esto es clave- ofreciendo alternativas, que la ciudadanía sabrá sabiamente valorar en las siguientes elecciones. Esto sería lo democrático, lo social y lo que exige un Estado de Derecho, como el nuestro. La Historia, con mayúsculas, sabrá juzgar positivamente su generosidad, si así lo hicieran, como está juzgando la de aquellos primeros políticos de nuestra adolescente democracia. Si entonces fueron capaces de pactar, hoy pueden y deben hacerlo, también. Y sin tardanza, por favor.

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