lunes, 22 de febrero de 2010

DATOS SOBRE EL Nº DE CATÓLICOS, PRESBÍTEROS Y SEMINARISTAS


PRESENTACION DEL ANUARIO PONTIFICIO 2010

CIUDAD DEL VATICANO, 20 FEB 2010 (VIS).-El cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone y el arzobispo Fernando Filoni, sustituto para los Asuntos Generales, presentaron esta mañana al Santo Padre la edición del Anuario Pontificio del 2010 en presencia de los colaboradores en la elaboración e impresión del volumen.

En una nota sobre la presentación, se destacan algunas de las novedades que recoge el nuevo Anuario. En el 2009, el Papa erigió 8 sedes episcopales y una prelatura territorial; fue elevada a diócesis una prelatura territorial y 3 prefecturas a vicariatos apostólicos. Asimismo, se nombraron 169 nuevos obispos.

Por lo que respecta al número de católicos en el mundo, entre 2007 y 2008 pasaron de 1.147 millones a 1.166 millones, con un aumento de 19 millones de fieles, es decir, un 1,7%.

En la nota se señala que entre 2007 y 2008 los obispos pasaron de 4.946 a 5.002. Por lo que concierne al número de presbíteros, tanto diocesanos como religiosos, aumentaron en los nueve últimos años, pasando de 405.178 en 2000 a 409.166 en 2008. La dinámica de esta cifra, sin embargo, es distinta en cada continente: mientras en África, Asia y América crecen las vocaciones sacerdotales, en Europa han disminuido, pasando del 51,5% al 47,1%, y en Oceanía se mantienen estables.

Entre el personal que colabora en la actividad pastoral de los obispos y sacerdotes, las religiosas constituyen el grupo más numeroso. Si en 2000 eran 801.185, en 2008 pasaron a ser 739.067. En Europa y América se concentra el mayor porcentaje de religiosas: el 40,9% y el 27,5% respectivamente. Sin embargo, las mayores disminuciones se manifestaron en estos continentes y en Oceanía, mientras que en África y en Asia aumentaron un 21,2% y un 16,4% respectivamente. Aunque contrarrestan el decrecimiento, sin embargo no llegan a anularlo totalmente.

En cuanto a los candidatos al sacerdocio, hubo un aumento, pasando de 115.919 en 2007 a 117.024 en 2008, con una evolución diferente en cada continente. Mientras en África, Asia y Oceanía crecieron respectivamente un 3,6%, un 4,4% y un 6,5%, en Europa disminuyeron un 4,3% y América se mantiene invariable.
AP/ANUARIO PONTIFICIO 2010/BERTONE VIS 100222 (360)

CARTA DEL OBISPO DE AVILA A CHICA DE 16 AÑOS


Transcribo aquí la carta abierta que D. Jesús García Burillo, Obispo de Avila escribe a una joven, en relación con el tema de aborto.


Carta a una chica de 16 años
Hola, Clara:
Contesto a tu carta en la que me expones tu inquietud ante tantas informaciones que
estás recibiendo, especialmente sobre la “ley del aborto”. Los católicos nos oponemos a
ella, pues consideramos que es una reforma innecesaria e injusta. Te escribo esta carta
para que puedas conocer mejor las razones.
El argumento más repetido a favor de esta ley es el derecho de la madre a decidir
libremente sobre sí misma. Nunca se habla del nuevo ser que ha sido engendrado en su
seno ni del derecho a la vida que él tiene. ¿Puede alguien acabar con la existencia de un
ser humano? ¿Te imaginas a ti misma destruyendo a ese niño, anulando su pleno
derecho a la vida?
Los cristianos consideramos el aborto como un crimen porque estamos convencidos
de que la célula resultante de la unión de los gametos es una persona humana. Lo que
nos da derecho a la vida es el hecho mismo de existir, no el momento en que nos
encontramos de nuestro desarrollo. Pregúntate por qué un feto de noventa y nueve días
goza de la protección del Estado, mientras uno de noventa y ocho puede eliminarse
impunemente. ¿Qué cambio sustancial acontece en esas veinticuatro horas?
La Iglesia cree que la dignidad personal le viene al hombre por el hecho de ser
creado a imagen de Dios, de ser amado por Él «desde el vientre materno», como
afirman los profetas, y sobre todo, de poseer la misma naturaleza que asumió Cristo en
su encarnación. Al hacerse uno de nosotros, su divinidad santificó la condición humana.
Como todos nosotros, Jesús también estuvo en el seno de una madre.
Fuera del cristianismo no siempre hay unanimidad al definir el concepto de persona.
Lo científicamente indiscutible es que el embrión es un individuo de la especie humana
genéticamente distinto de la madre. Pues bien, ¿acaso piensas que existe algún ser
humano sin dignidad personal, que no tenga derecho a la vida? Siempre que en el
pasado se ha afirmado esto, se han perpetrado las peores masacres de la historia.
Algunos piensan que esta ley no supone un cambio sustantivo respecto de la hasta
ahora vigente. No es verdad. Sí hay una modificación importantísima: antes el aborto
era un delito, despenalizado en algunos supuestos; ahora es un derecho. De la noche a la
mañana una misma acción pasa de atentar contra el ordenamiento jurídico a ser una
garantía preservada por la ley. Además, ¿obligarán a las escuelas a incluir en sus planes
educativos el derecho al aborto al lado del derecho a la educación o a una vivienda
digna? Ya ves dónde está la diferencia esencial.
Otro aspecto negativo de esta ley es que, a pesar de lo que dicen, es absolutamente
machista: porque descarga al varón de toda responsabilidad, que ahora recae
exclusivamente sobre la mujer. ¿Tú lo crees justo? También es negativo que la ley
suponga que la sexualidad no tiene nada que ver con la afectividad. Sabes que los
cristianos pensamos que las relaciones sexuales no son un juego, sino la mejor
expresión de una afectividad consolidada y comprometida, abierta a la vida. De forma
única se dan estas condiciones en el ámbito del matrimonio.
Finalmente, aunque lo ideal es que una chica no conciba a un niño hasta no estar
casada, si esto sucede ¿dónde está escrito que ser madre joven es una desgracia
insuperable? Una mujer que tiene un niño no deseado es libre para orientar su vida y su
maternidad de muchas maneras. Sin embargo, una mujer que ha abortado es ya para
siempre prisionera de su decisión, pues nada de lo que haga podrá devolver la vida al
hijo que ha matado. El Estado, que facilita al máximo el aborto o la píldora abortiva,
aun sabiendo las consecuencias negativas que trae para la mujer, debería ayudar con
mayor empeño a las jóvenes embarazadas, como lo hacen muchas instituciones de la
Iglesia.
Los cristianos, siguiendo el Evangelio de Jesús y junto a otros hombres de buena
voluntad, defendemos a los más pobres y necesitados, a aquellos que no se pueden
defender. Por eso, de la misma manera que luchamos por la vida del niño explotado y
hambriento, del joven enganchado a la droga, del emigrante, del parado o del enfermo a
punto de morir, con igual firmeza denunciamos el aborto y apoyamos a una joven
embarazada.
Mi última consideración es que te apoyes en tu familia, en tus padres, que los
aprecies como un regalo de Dios y que les pidas consejo siempre. También que busques
una buena educación afectiva y sexual y estés prevenida ante quienes te ofrecen sexo sin
afecto o “sexo sí, hijos no”. Por último no confundas el amor con el placer. El placer,
separado del amor, tiende al egoísmo, pero unido al amor auténtico, que siempre es
generoso, puede realizarte plenamente como persona.
Todo lo que aquí te escribo necesitaría una profundización mayor. Soy consciente
de ello. Si te interesa, tu párroco, tu catequista o tu profesor de religión te ayudarán a
resolver cualquier pregunta o comentario que tengas. Si necesitas algo de mí, estoy a tu
disposición en mi correo electrónico: jesus@obav.es
Reza por mí, como yo lo hago por ti. Y recibe un cariñoso saludo de tu amigo,
Jesús, Obispo de Ávila.

jueves, 4 de febrero de 2010

MENSAJE DEL PAPA PARA LA CUARESMA 2010


MENSAJE DEL SANTO PADRE PARA LA CUARESMA 2010

CIUDAD DEL VATICANO, 4 FEB 2010 (VIS).-Se ha publicado hoy el Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2010. El texto, fechado el 30 de octubre de 2009, lleva por título la siguiente afirmación de San Pablo en su Carta a los Romanos: "La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo". Sigue el documento íntegro en su versión española:

"Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo (cf. Rm 3,21-22).

Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra "justicia", que en el lenguaje común implica "dar a cada uno lo suyo" - "dare cuique suum", según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste "lo suyo" que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia "distributiva" no proporciona al ser humano todo "lo suyo" que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si "la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios" (De Civitate Dei, XIX, 21).

"El evangelista Marcos refiere las siguientes palabras de Jesús, que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro: "Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre... Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7,15. 20-21). Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene "de fuera", para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar -advierte Jesús- es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: "Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre" (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?

En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo entre la fe en el Dios que "levanta del polvo al desvalido" (Sal 113,7) y la justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia: sedaqad,. En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (cf. Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (cf. Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo. Es decir, escuchar la Ley presupone la fe en el Dios que ha sido el primero en "escuchar el clamor" de su pueblo y "ha bajado para librarle de la mano de los egipcios" (cf. Ex 3,8). Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre (cf. Si 4,4-5.8-9), el forastero (cf. Ex 20,22), el esclavo (cf. Dt 15,12-18). Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un "éxodo" más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?

El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: "Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).

¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la "propiciación" tenga lugar en la "sangre" de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la "maldición" que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la "bendición" que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de "lo suyo"? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.

Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo "mío", para darme gratuitamente lo "suyo". Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia "más grande", que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.

Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica".
MESS/CUARESMA 2010/... VIS 100204 (1560)